Durante el reinado de Alfonso XIII asistimos a un proceso de ennoblecimiento, en especial a partir de 1914. Resulta curioso que en pleno siglo XX presenciemos una práctica con tanta tradición, pero que resultó ser un proceso de gran interés a nivel nacional.
No existe duda en admitir que la nobleza sufrió un desplazamiento de las fuentes de poder durante el siglo XIX, en gran parte debido a las múltiples revoluciones liberales, y a la fuerte presencia de la clase burguesa, que representaban la prosperidad de los nuevos estados liberales. Sin embargo, en España asistimos a un caso diferente, la clase noble y aristocrática seguía teniendo una fuerte presencia en las esferas del poder, y continuaría durante el siglo XX, de tal forma que sería imitada por la creciente clase burguesa.
El 27 de mayo de 1912 se firmó el Real Decreto regulador de la concesión de Títulos de Castilla y Grandezas del Reino. Este decreto pretendía ordenar y actualizar la legislación previa (basada previamente en las Partidas y en las disposiciones de Carlos III). Así, la gracia del ennoblecimiento seguía estando en manos del Monarca y servía para “premiar servicios extraordinarios hechos a la Nación o a la Monarquía”.
El estudio de las recomendaciones y los méritos alegados para alcanzar un título nobiliario nos permite entender que la concesión de un título dependía de un patrón difuso. Sus componentes más frecuentes eran la recomendación, la posición económica o la procedencia, pero que sin la voluntad del Monarca no llevaba a ninguna parte.
El crecimiento de la nobleza en esta etapa viene también por un proceso de rehabilitación. No obstante, el proceso acababa en el mismo punto, debido a que la decisión última se encontraba en manos del Rey. Éste se veía constantemente bombardeado por recomendaciones que le llegan de todas partes. Su decisión estaba más mediatizada.
La recomendación, por tanto, juega un papel principal. La mayoría de estas recomendaciones eran de carácter personal, dejando a un lado el carácter institucional. Tales recomendaciones llevaban incluidas un tono de ruego, como si se supiera de antemano que la intervención del Monarca fuera la definitiva. Por regla general, la recomendación tuvo la función de acortar los plazos. Estas recomendaciones se convirtieron en una parte intrínseca de las rehabilitaciones.
Otros aspectos interesantes derivados del estudio de las rehabilitaciones serán: la aparición de auténticos especialistas en la gestión de estas concesiones, las polémicas suscitadas en torno a alguno de estos ennoblecimientos, la aparición de grupos no reflejados en las concesiones (por ejemplo, encontramos varios militares) y, por último, los intentos desde la secretaría regia de introducir algún parón en el proceso (a partir de crisis de carácter político principalmente). Capítulo aparte merece la intervención de la mujer en estos expedientes. Es interesante analizar su presencia desde dos perspectivas: cuando fue ella la que ostentó los derechos de rehabilitación o cuando intercedió por alguien en concreto. En el primero de los casos, la mujer asomaba detrás del marido, encargado de realizar las gestiones en la práctica. En el segundo, solía ser de condición nobiliaria, a veces cabeza de su casa, y debía hacer valer sus derechos.
En el Archivo de Palacio se encuentran una serie de expedientes en los que se conservan solicitudes denegadas o peticiones inconclusas. Dos breves reflexiones sobre éstas. En primer lugar, llama la atención la presencia de un gran número de peticiones incoadas en los últimos años del reinado de Alfonso. En concreto, entre 1928 y 1931, existen hasta 25 expedientes de este tipo. también podría reflejar una mayor exigencia en las concesiones y rehabilitaciones de títulos durante esos años. Los expedientes encontrados referentes al año 1931, responden sobre todo a la llegada de la República y el consecuente suspenso de este tipo de actividades. Nos encontramos con peticiones un tanto desesperadas, otras más razonadas que se topan con dictámenes negativos.
Para la tradición historiográfica marxista, el estudio del reinado de Alfonso XIII supuso la consolidación de un “bloque de poder” definido por unos intereses político- económicos concretos, pero también culturales. Hemos podido observar cómo un número importante de las concesiones fueron para grandes personalidades de la banca, o del comercio. En otras ocasiones, existió una connotación política importante en los agraciados, quienes ejercieron de diputados u otro tipo de cargos locales.
La dimensión territorial jugó el papel principal en esos ennoblecimientos. El espacio donde esas personas iban a llevar su titulo tenía más peso que la élite que iban a configurar, que buscó extenderse y representar por tanto un papel que era imagen más que poder efectivo.
La atención por parte del Rey que demostraban las concesiones hacia territorios concretos fue
significativa, tanto como la ausencia de otros territorios huérfanos de títulos. Esto revela un interés en el Monarca por vertebrar a través de esas personas su influencia en las zonas del territorio nacional que interesaban especialmente. La nobleza española se convirtió en el grupo cortesano por definición durante el reinado de Alfonso XIII. Da la impresión de que la intención del Monarca en especial a finales de los años diez y principios de los veinte fue procurar una mayor presencia de esa nobleza fuera de la Corte, dotando al título concedido de un papel muy interesante como puente entre Palacio y los lugares de procedencia. El grupo fue más alfonsino que cortesano ya que venía definido por su relación con el Rey más que por su presencia en la Corte.
Al mismo tiempo, las diferencias existentes entre las personas agraciadas fueron
notables. Nos encontramos con una nueva nobleza, la categorizada nobleza del siglo XX, hombres de negocios en su mayoría. Este papel de las concesiones guardó relación con los intentos del Rey a partir de la segunda década de siglo por construir una imagen de popularidad que revertiera en una mayor
consolidación de la Monarquía o, lo que se equipara en esos momentos, de un nacionalismo
español.
El ascenso al rango de noble fue una de las aspiraciones más cultivadas por los
personajes de relevancia pública, fueran políticos, militares u hombres de fortuna.”.
Sin embargo, la misma condición nobiliaria cambió durante esos años al ritmo que lo hacía la sociedad del momento. Esta sensación de que algo estaba cambiando aparece en distintos cronistas de la época. Uno de los elementos que subrayaron con más frecuencia fue la superación de los órdenes jerárquicos que venían sustentando las relaciones sociales. Con esto, no pretendían sentenciar una desaparición del papel de la aristocracia, sino un cambio en sus fundamentos. Vivían una “época frívola, alegre y divertida” en la que pertenecía a las clases privilegiadas pero también a un grupo numeroso de las clases medias.
El título otorgaba una condición nueva hacia los demás. Por otra parte, parece que perdió relevancia de cara al futuro, importaba más en el presente. Da la sensación de que en estos momentos no importa tanto el apellido como el nombre, se quiere para ostentar ahora,el futuro era impredecible.
Ese giro en la vida social coincidía en el tiempo con el aumento de títulos producido a partir de la segunda década de siglo. Era un cambio que se extendía a todos los órdenes de la vida, que se podría llamar modernización y que planteaba en su entorno toda una serie de desafíos que se extendieron también a los ámbitos culturales.
Esta idea no coincidía con la imagen de la nobleza aportada por la historiografía previa, que subrayaba la importancia de esa aristocracia como defensora de unos valores desfasados con respecto a Europa. Aunque siguió existiendo la nobleza tradicional, ya no es exclusivamente ésta la que marcó la pauta. Hubo una apertura por asimilación, también por evolución dentro de la propia aristocracia. Aunque una serie de valores sigan presentes en los ennoblecimientos de esos momentos (principalmente la fidelidad a la figura del Monarca), la concesión de títulos a un espectro más variado de personas y la rehabilitación masiva introduce la idea de que ya no existen patrones tan definidos a la hora de hablar de la nobleza.
Otro aspecto de gran interés que suscita la elevada aparición de títulos durante esta época es su impacto en la configuración de las grandes ciudades. En realidad, los grandes proyectos urbanísticos de Madrid y Barcelona son previos, pero van a tomar cuerpo en esta época. La aparición de esta clase con grandes necesidades desde el punto de vista simbólico (esto influye en el urbanismo, la arquitectura de la vivienda y el ocio) revierte en unas ciudades que crecen desmesuradamente en esos momentos y que se visten a su medida.
La coyuntura de la República y la Guerra Civil otorgará a la nobleza española un papel muy diferente, que no deja de ser un tanto pasivo ante unos acontecimientos en los que no encuentra fácilmente su lugar (y no le dejan encontrarlo).