Avanza la noche por el torrente de los desarmados,
de los que no están alineados en la fila de lo correcto, de lo dado, de lo que se ha dicho con un sello;
es una mujer sin colores que apenas susurra en los sueños y espanta.
Avanza hacia el pecho de la codicia, entra por el hueco de la incratitud y cava una grieta en el pozo de la soberbia.
Corre gritando palabras que nadie comprende ni escucha. Todo es vanidad.
Está loca, está viva, está muerta,
avanza dando tumbos entre los reflejos de la niebla, espiando por entre las cerraduras, por las sombras.
Ya es día cuando se nombra y escribe en la memoria, anidando en el olvido, y en los fondos de los ojos,
allí donde la noche se escabulle como el lobo con un hueso fresco.
Avanza la noche y rechinan los dientes, llega el frío y el amor se corre no muy lejos,
el hombre del traje negro la ve llegar, fuma y le lanza una sonrisa cómplice, porque ella, la noche, avanza a pesar de toda nuestra inocente fragilidad.
El camino nos espera.
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