Irremediablemente hay días y hay días raros. Tiene que ser así. La noche que tocaba Children Of The Light, la formación de las piezas puntales que acompañaban al mítico saxofonista de jazz Wayne Shorter, en el Lope de Vega, el teatro parecía otro. Ese brillo tan particular de la sala y la pequeña algarabía antes de que comience el espectáculo de un público que, aunque vaya cambiando en cada show, parece parte del propio teatro, llenando o rozando el aforo completo en cada concierto… no estaban. Apenas llegó a ocuparse algo más de la mitad del patio de butacas y, al mirar hacia arriba, las otras plantas del teatro devolvían la extraña y algo desoladora imagen de todos esos asientos rojos vacíos.
En este clima enrarecido, salieron a escena Danilo Pérez, John Patitucci y Terry Line Carrington. Juntos, pianista, contrabajo y batería, forman este trío que inspirado y reunido por Shorter busca celebrar el espíritu del legado del saxofonista con composiciones propias que pretenden saludar a ese universo Shorter yendo un paso más allá creando su propio lenguaje sonoro.
Children Of The Light despliega su música con una facilidad y experiencia apabullante. Su idioma se nutre, sobre todo, de juegos rítmicos, de un libre swing colectivo, de salvajes texturas contrapuntísticas y de una elegancia contemporánea exigente con ellos mismos y con el espectador a base de acertijos musicales que se sumergen en pasajes llenos de disonancias al más puro estilo free jazz.
Y es que Children Of The Light se mueve en otra dimensión, una dimensión que puede convertirse en todo un reto. En este frío ambiente costó adentrarse en el espectáculo con un repertorio que, en el irregular inicio, tal vez encadenó demasiados de estos temas más vanguardistas y exigentes con el público. Paulatinamente, impulsados por la espectacular actuación en batería de Terry Line Carrigton en los constantes juegos rítmicos y con algunos cálidos giros con evidente acento latino de Danilo Pérez al piano, el trío fue entrando en calor y ganándose el aplauso del público que aceptó la complejidad del concierto con verdadero interés. Mientras, Patitucci desplegaba en el contrabajo toda esa versatilidad que forjó en los territorios de la fusión junto a Chick Corea.
Transcurridas casi dos horas de jazz, tras regresar para rematar con un par de bises, llegaba a su fin esta noche de claroscuros en el teatro Lope de Vega.
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