Imágenes y texto de Silvia Rodríguez Rico.
Inma, David, Eduardo, Raúl, Loli, Marina, Juan, José Luis, Itziar... son algunos de los nombres que el pasado fin de semana hicieron estremecerse de terror a los habitantes de Portillo (Valladolid) y a todo aquel visitante que se acercó hasta el castillo gótico de la localidad vallisoletana.
Este grupo de jóvenes actores aficionados, entre 8 y 50 años, son los miembros de un taller de teatro, que forma parte de la programación deportiva-cultural que organiza cada verano el Ayuntamiento de Portillo.
A un clic, continúan las palabras de Silvia Rodríguez Rico.
Ellos mismos nos contaron en una entrevista, pocos minutos antes de la primera actuación del domingo, que dan 8 pases en total, cuatro cada fin de semana. En el pueblo resulta todo un acontecimiento y la gente reserva las entradas con antelación, ya que como señaló Loli “a las 18.30 de esta tarde, ya estaban agotadas”.
Cuando hablamos con ellos ya están disfrazados y se les ve excitados y nerviosos por el comienzo del primer pase. Nos presentamos y les preguntamos por qué motivo quisieron estar en este proyecto que da vida por unas horas, a la inerte fortaleza de piedra. Contestan a coro que por diversión, pero en seguida se oye más alta la voz de Inma que aclara “y sobre todo por amor al teatro” y Rebeca puntúa que también está bien que existan estas cosas en el pueblo para que la gente tenga espectáculos a los que asistir y pasar un buen rato.
Cada año la obra cambia. Son diferentes escenas, en diferentes épocas. Son personajes que no disfrutaron de la vida y por eso están condenados a vagar. El mensaje que intentan transmitir es que la gente sea consciente de que está viva y que debe disfrutar de la vida intensamente. Los actores representan papeles de seres que están muertos y quieren transmitir el clásico carpe diem al público que está vivo.
Marina nos dice que actuar en un castillo ayuda a meterse en el papel. Y es que cada vez más a menudo observamos como se llenan de actividad los castillos de nuestra región. Visitas teatralizadas se realizan por ejemplo en los castillos de Íscar y Cuellar y el de Portillo se abre primero en julio, para la Feria del Ajo y los Conciertos en el Castillo, y después en agosto, para ponernos los pelos de punta con hombres lobo, hijos de Satán, muñequitas diabólicas, novias cadáveres, cuartos oscuros, pasajes llenos de telas de araña, tumbas y unas luces, una música y una niebla, que obligan esa noche a mirar debajo de la cama antes de acostarse.