Revista Cultura y Ocio

"La noche más triste nunca es la primera. Pero la primera...

Publicado el 10 febrero 2014 por Carm9n @Carmenyamigos

"La noche más triste nunca es la primera. Pero la primera noche triste es la más larga de las noches tristes por vivir, aquella en que la extensión de la herida se muestra infinita. La noche en que se comprende lo que queda por venir, entre otras cosa la noche más triste."
Ricardo Menéndez Salmón ha publicado no hace mucho, apenas un mes, Niños en el tiempo, su décima novela, con la que asienta aún más su posición como uno de los mejores escritores contemporáneos del panorama nacional. Tras la lectura de La ofensa, (reseña aquí), La luz es más antigua que el amor y Medusa (reseñas pendientes) vuelve a impresionarme con una prosa intimista, de reflexivo y desnudo conceptualismo.
Menéndez Salmón se considera un erizo, siguiendo una de las clasificaciones que de los creadores hace el pensador Isaiah Berlin, y así es. Su mundo literario está claramente definido, y en torno a él construye su obra. El autor no hace pruebas ni intentos varios, no explora otros caminos. Lo tiene claro. Y acierta en su planteamiento. En lugar de experimentos ha decidido depurar su literatura. Como él mismo explica,
"Veo mi escritura como un embudo por el que cada vez pasa menos agua, pero con la condición de que ese líquido sea cada vez más puro."
Pureza expresiva, concepto preciso que inevitablemente hacen que su obra se caracterice no precisamente por su extensión, es más bien una obra breve- Niños en el tiempo, por ejemplo con 221 páginas- pero que encierra en cada una de sus novelas más densidad, más vida, que otras obras de mayor recorrido en cuanto a volumen de páginas.  Niños en el tiempo cuenta con una original estructura; es una novela escrita en tres relatos interrelacionados que acaban desarrollando de modo conjunto una idea: el niño en todos ellos es el epicentro, del dolor al principio pero al mismo tiempo del resurgir, del renacer. La herida, La cicatriz, La piel, son los tres relatos que configuran la novela y cuyos títulos nos dan ya idea de esa esperanza, de esa curación. Niños en el tiempo viene a concluir, sin falsas ni cínicas palabras de consuelo, que la oscuridad nunca desaparece del todo pero que, a pesar de ello, "la vida se abre camino" una y otra vez.

 De los tres relatos el primero, La herida, es el central aunque no meridianamente colocado, y el de mayor intensidad emocional. El dolor por la muerte de un hijo, el duelo, el distanciamiento de la pareja formada por Andrea y Elena  arrastran al lector, sin melindres ni sentimentalismos, y desde la perspectiva de Antares, por ese desgarro sin límites. Antares, escritor, también analizará desde su dolor el sentido y la utilidad de la literatura como terapia frente a la vida.
"Y se dijo que quizá la literatura no fuera sino otra forma de religión, otra práctica supersticiosa mediante la que se combatía a la mente con un arma fantasmagórica: la palabra."
Los otros dos relatos - el segundo, La cicatriz, es una desmitificación de la infancia de Jesús y el tercero, La piel, continuación del primero- son menos descarnados y aportan un punto poético y metafórico, sobre todo el segundo, que da luz y brillo a un final de tintes épicos. No es una literatura la de Menéndez Salmón que produzca en el lector una emoción pasajera, llega a lo mas profundo. Así en el primer relato de Niños en el tiempo hallamos no a un fíccionador del dolor sino al dolor mismo, sin imposturas. Recomendar la lectura de Niños en el tiempo, o la obra de Ricardo Menéndez Salmón en general, se hace innecesario, como prolijo es recomendar la buena literatura, la prosa de calidad sin edulcorantes artificiales añadidos. Pura literatura. 
"Quizá los nómadas sufren menos que los sedentarios. Quizá su dolor, al no estar ligado al recuerdo de lugares rígidos, construidos tras años de dedicación, sea más leve, como la arena del desierto o la brisa en los árboles. Quizá. 
Porque su pena entonces, su pena de hombre en la frontera de los cuarenta años, rodeado de bienes de consumo, goces inmateriales y felicidad doméstica, era tan grande como la cantidad de recursos que había empeñado para rodearse de ese mundo. La solidez de los cimientos hacía tanto más profunda la calidad de su herida. Su hijo había muerto y la casa seguía en pie. Era una prisión burlona, macabra. 
Un panóptico de su drama."
  

Volver a la Portada de Logo Paperblog