Revista Comunicación

La noche que lloramos a Paul

Publicado el 22 abril 2020 por Solano @Solano

19 de abril de 2012…

La noche que lloramos a Paul

Hace muchos años, a pocas cuadras de El Campín, grabé canciones de The Beatles desde los acetatos originales que coleccionaba Elizabeth Evans, mamá de mi gran amigo y compañero de colegio William Diaz Evans.

Elizabeth, o eso dice la leyenda, había estado en su juventud en un concierto de los Beatles en Londres. Las cuentas no me cuadran por la juventud de ella, pero en todo caso, allí estaban esos vinilos que con rigurosidad grabé en casetes cuando íbamos a con otros amigos como Alex Gutiérrez y Wilson Pérez.

Desde que el hipocampo me lo permite, tengo algunos nombres que retumban en mi memoria en tiempos de blanco y negro y de primeros años de rechinante televisión a color: Beckenbauer, Pelé, El Hombre Nuclear, López Michelsen, Turbay, Julio Iglesias, Rubén Blades, José A. Morales, Pacheco y, por supuesto, cada uno de los integrantes de los Beatles. Por eso, cuando hace apenas un par de noches pude estar en el mismo estadio con uno de los ‘cuatro fantásticos’ de Liverpool, la emoción fue enorme.

Asistí al concierto con mis nuevas canas y con mi hijo Víctor Miguel que desde que estaba en el líquido amniótico suspiraba por el mismo cuarteto. Verlo saltar de alegría, con el corazón palpitante, con las canciones ahogadas en el cuello me conmovió y me trajo todos esos recuerdos de reinterpretar esas canciones, desde que jugábamos a tener una banda cuando yo estudiaba en el Domingo Savio en Socorro con Wolfang Uribe y Javier Norberto Noriega, entre otros.

Nunca creí que podría ver a McCartney en vivo y menos con mi hijo a la misma edad en que yo los estudiaba con dedicación milimétrica en mi exploración de gustos musicales de la adolescencia.

Fui con mi hijo, que afortunadamente ya me supera en muchos aspectos y él me iba corrigiendo mi inglés mazamorrero de Open English. En canciones como ‘Something‘ o ‘Here Today‘ lloramos como hidrantes abiertos en incendios; en ‘Obladi Oblada‘ saltamos como adolescentes (en eso de la edad me gusta pensar que no me supera por mucho) y más adelante, casi al final de esa noche despejada en Bogotá, volvimos a abrazarnos para cantar rabiosamente y con lágrimas escurriendo, ese himno hecho para los estadios que es ‘Hey Jude‘.

Desde que hicimos las filas hasta que salimos del estadio solo fueron 8 horas, un micro instante en la vida, pero que perdurará para siempre en mis recuerdos y espero que también en los de mi hijo para que cuando esté mayor y aun cuando un cataclismo se lleve internet y toda la memoria escrita en la nube quizá se antoje de escribir una crónica sobre la vez que fue con su viejo al estadio para oír, ver y llorar junto a la leyenda: sir Paul McCartney.

Si quieres oír la crónica, peudes dar play en el botón de abajo…


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