Revista Cultura y Ocio

La noche que no paró de llover

Publicado el 09 mayo 2018 por Aleon @Aleonpizarro
de Laura Castañón.
LA NOCHE QUE NO PARÓ DE LLOVER
Título: La noche que no paró de lloverAutora: Laura CastañónEditorial: Destino, 2017Páginas: 512.
SINOPSIS.
Valeria Santaclara necesita reunir la fuerza necesaria para abrir un sobre cerrado que está en su poder desde hace años y en cuyo exterior alguien ha escrito «El perdón». Para ello, y no por casualidad, acude a la consulta de la psicóloga Laia Vallverdú, quien a través de las sesiones de terapia la ayudará a recomponer el puzle de su existencia desde la infancia acomodada en el Gijón burgués de finales de los años 20, la relación conflictiva con su hermana, las circunstancias históricas de un tiempo convulso, y la culpa que vive en el fondo de su ser y cuya naturaleza última no es capaz de confesarse. 
La noche que no paró de llover explora desde una triple vertiente los mecanismos del mal: el infligido de forma deliberada, el que jamás imaginaríamos haber causado y el que creímos ocasionar y que no fue tal. 
A través de la historia de Valeria Santaclara y de las vidas que se cruzan en ella, se van trenzando los destinos de todos los personajes, con el poder de la palabra como elemento redentor, y con la ciudad de Gijón como telón de fondo. Una novela sobre el mal, la culpa y la redención, y sus efectos sobre la vida de unos personajes náufragos en su propia memoria, en el marco histórico de los últimos cien años.
IMPRESIÓN PERSONAL.
Podría decir que me decidí a comprar este libro porque tiene un título tan sugerente que me atrajo como un imán cuando lo vi o también porque tiene una portada que además de llamativa, me resultó sumamente atractiva. Pero lo cierto es que fue porque conocí a su autora de la mano de una "panda de locas blogueras" en la pasada FLM 2017 y todas a una me "coaccionaron" para hacerme con este libro. Y no me he arrepentido de haber cedido a su tesón y haber cargado con más peso del que ya llevaba en la mochila, que no era poco.
LA NOCHE QUE NO PARÓ DE LLOVER¿Cómo se puede vivir con tanta culpa? Con tanta culpa cuando ya no te queda nadie que te pueda culpar de nada porque ya estás sola, tan sola, tan rica, tan bien conservada, tan segura de ti misma, tan tan... que no encuentras a tu alrededor a nadie con quien hablar y sólo te queda tirar de billetero y pagar para que alguien te escuche, descargar tus culpas en este mundo y pensar inútilmente que te vas al otro barrio habiendo dejado toda esa carga atrás. Ni siquiera un cura le sirve a Valeria Santaclara para liberar esa culpa que ha ido forjando desde niña a base de envidias, odios acumulados y no satisfechos, venganzas, anhelos y, sobre todo, una incapacidad de amar manifiesta y una ausencia de tolerancia hacia cualquiera, familiar o no familiar, que pensara o actuara de forma diferente a ella. 
Podría decir que he disfrutado acompañando a esta mujer mayor en sus confesiones en primera persona. Y sí, en más de una ocasión me ha sacado una sonrisa amplia con su manera de contar su vida y, sobre todo, sus opiniones dadas de esa forma tan contundente y tan fresca a la psicóloga Laia Vallverdú. Leyendo sus comentarios sobre su vida o su ideología, muchas veces llena de esa sabiduría que dan los años, nadie pensaría que esta mujer acumula escondido en su ser tanta culpa, tanta soledad, tanta necesidad de ser y, sobre todo, de haber sido amada. Y lo fue, pero, su natural condición para envidiar, para desear siempre lo que el otro tiene o pensar que todo lo de los demás es miserable, le ha impedido siempre vivir cada momento de su vida con plenitud, sin confesarse a sí misma que no ha sido feliz hasta sus últimos días.
"... y vuelve entonces la imagen de su padre agonizante, aquella frase dicha desde la frontera, antes de cerrar definitivamente la página final de su historia en la tierra: Tienes que aprender a ser feliz Valeria, no pierdas el tiempo enrocándote en las contrariedades, cuando se cierra una puerta, con el golpe, se abren ventanas, pero si estás mirando con rencor la puerta cerrada, jamás las verás."

No creo que haya muchas Valerias Santaclara en el mundo. Una vida como la suya, tan llena de rencor, muchas veces odio, tanta envidia y tantos secretos guardados, muchas veces erróneos de tan escondidos que ella pensaba que estaban, cuando sólo era su propia ceguera, es difícil de encontrar. Pero si es sencillo encontrar a muchas Valerias solas y abandonadas por la sociedad en residencias o en sus viviendas sin que nadie se preocupe nunca por ellas, por lo que son, por lo que fueron y vivieron. Y ese es una de las grandes enfermedades del mundo en el que nos hemos convertido. En eso tiene razón Valeria Santaclara.
Junto a Valería conoceremos a la pareja que forman Laia y Emma. También en primera persona conoceremos de primera mano su manera de pensar, sus miedos, su relación incipiente y aún insegura, sus anhelos. En este sentido, me he sentido más a gusto con la personalidad de Emma que con la de Laia. La verdad es que llevo bastante mal tanto secretismo en las relaciones, no tanto con lo que se hace sino con lo que se piensa y se siente. Entiendo los motivos y la inexperiencia de Emma, su inocencia y su candidez pero con Laia, toda una psicóloga, no lo he llevado tan bien. Aquello de no hacer lo que tu predicas en tu consulta en más de una ocasión me ha producido rechazo. De todas maneras, ambos personajes me han servido de respiro psicológico ante la potencia de Valeria quien tanto psicológica como ideológicamente no tiene desperdicio alguno.

LA NOCHE QUE NO PARÓ DE LLOVER

Antigua Plazuela San Miguel

Y Gijón, el Gijón actual y su evolución desde los años 20, es el otro gran personaje que acompaña a las protagonistas. Cambia a la vez que lo van haciendo ellas. Oscuro y húmedo cuando los años han venido mal dados en plena guerra civil y dura posguerra y claro y brillante cuando los personajes tiene perspectivas de un futuro diferente o solamente, de un futuro. que en aquellos años, no es poco.
No me extiendo más. Este libro no lo necesita. Valeria me lo agradecería y si le llevara la contraria y me extendiera más, me miraría seguramente con ese desprecio que le produce todo lo que la contraría o no sucede como a ella le hubiera gustado. Y la vejez es un grado que a mi me gusta respetar. En eso le doy la razón. En el resto....
Leedlo!!!

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