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La nostalgia hace creer que las cosas no envejecen...

Publicado el 11 diciembre 2014 por Lord_pengallan

La semana pasada me pillé por fin el tomo MG de Wundagore y tras su lectura me ha venido a la mente esa poética frase tras darme cuenta de que hace unos meses se me pasó por 1º vez el darles cuenta de otro MG de los Vengatas. El fondo de Marvel no es estupendo. Cuando se publicó en BM esta historia todos pudimos comprobar que las noticias sobre ella eran exageradas, que la generación Vertice chocheaba antes de tiempo. Sin embargo, ahora, con una edición a color y tamaño justo, volvemos a leer al bobo de Fonseca cantando las excelencias de una saga que no tiene ninguna. Hace tiempo que sabemos que el emperador va desnudo. Sólo se puede explicar el prestigio desta historia porque en su momento resolvió un misterio importante del Universo Marvel y porque en el reino de los cómics simples el sencillo es el rey. A finales de los 70 la mayoría del mainstream era juvenil, sólo acudiendo a la ingenuidad y a la impresionabilidad que el alma tierna tiene podemos explicar que haya gente que se pone en pie con esta historia que, a pesar de que dio una solución acrobática al misterio más candente de aquellos años, la paternidad de los gemelos Maximoff, es de lo más sencilla y vulgar.
Si recordamos es inevitable darse cuenta de que no hemos cambiado. Desde hace unos años nos quejamos de que el mainstream dicta las historias a los guionistas, pero en realidad siempre ha sido así. Esta historia es una idea de los editores de aquella época que pillaron a un guionista que la dialogase y a un buen dibujante que la dibujase, si bien tuvieron el buen tino de dejar que estos aportasen sus cosillas. La historia parece que empezó a tomar forma cuando el alucinado de Byrne vio que había un parecido entre Magneto y Mercurio. Una soberana gilipollez como estás pensando porque cada dibujante hace a los personajes a su modo por lo que nunca son iguales, miren por ejemplo en este tomo como de diferente dibujan G. Perez y Byrne a Mercurio, de ahí los peinados raros o las máscaras de los susodichos. En mi opinión lo que debió ocurrir es que el dibujante se dio cuenta de que el dibujo clásico de Magneto y Mercurio compartían una peculiaridad: la fealdad. Kirby, a pesar de todo, era un tipo tradicional por lo que para él el malo era invariablemente feo. Por eso Magneto lo era, y su secuaz Mercurio también pues su cocreador jamás tuvo en mente que se redimiría y tal. Como curiosidad fíjense como Byrne hace a Mercurio feo en el 1º episodio de la saga para acto seguido dejar de hacerlo. La Bruja Escarlata no es fea porque las villanas nunca son feas ya que si no, no representarían ningún desafío al héroe. Sólo son feas cuando están poseídas por el Mal, como aquí Wanda. A partir de aquí los editores decidieron, con inteligencia, que el que los gemelos Maximoff fuesen hijos de Magneto molaba mucho más que el que lo fuesen de unos olvidados superhéroes de la Era preMarvel, por aquel entonces la explicación oficial. Así decidieron estirar el chicle, tal y como se hace ahora, y contar la culebronesca historia con raíces míticas, muchos héroes míticos acaban descubriendo de jóvenes quiénes son sus verdaderos padres, en muchos episodios, 8. Demasiados. Sobre todo para la historia que tenían en mente. Lo malo fue lo de siempre: al final salió algo tan solo sencillo y funcional, si bien a diferencia de hoy más sólido y coherente, pues lo programado nunca excita demasiado a los currantes de turno. 
La nostalgia hace creer que las cosas no envejecen...
La idea era buena pero sus ejecutores, Micheline y Byrne, la abordaron con si fuese otra historia más. Su trabajo es meramente funcional pues se limitaron a seguir las trilladas fórmulas confiando todo a lo sorprendente de la revelación y a meter medio Universo Marvel mientras pasaban de puntillas sobre lo chirriente como que un matrimonio estadounidense vaya de visita al culo de Bulgaria, por entonces al otro lado del Telón de Acero y destruida por la guerra, a pesar de que la mujer se encuentra muy, muy embarazada, que aquel se encuentre allí un científico loco que le da al marido, pues la esposa ha muerto en el parto, unos bebés gemelos para que los críe sin decirle que son de otros o que este, aprovechando que es superrápido, se pira de allí por lo que los neonatos acaban con unos gitanos nómadas. Todo incongruente y demasiado extraño. El resultado son unos episodios que se leen fácil gracias al oficio de Micheline y al talento de Byrne aún lejos de su momento cumbre, pero que en ningún momento despiertan tensión y expectación, ni siquiera al final pues sus autores ni juegan con la idea de una Bruja Escarlata poseída por el Mal, idea por entonces nueva que será retomada con posterioridad, ni el enfrentamiento final es épico pues se acude a la chorra idea de que los buenos juntan las manos y con buena voluntad exorcizan el Mal. Quizás tamaña candidez era novedosa al final de los 70, pero en todo caso nunca queda bien en el mainstream porque es una solución demasiado estática y nada espectacular. Así, no importa que Byrne intente introducir el picante una década antes de que el erotismo fuese aceptado en los Superhéroes, la historia es mediocre, vulgar y rutinaria.
El resultado desto es que lo interesante de este tomo son los acompañamientos: el anual 8, el nº 188 y el anual 9. Los 2 últimos son de Mantlo. El 1º guionizado por el desconocido R. Slifer y dibujado por un primerizo G. Perez imitando a BWS tiene interés porque la pelea es más enrevesada de lo habitual. Los nº de Mantlo destacan porque son un pelín más complejos de lo habitual tanto ayer como hoy. En el 1º una historia rutinaria la viste Mantlo de seda introduciendo la Guerra Fría, en aquellos años estaba algo caliente, con lo que refleja un mayor compromiso que los entrenedores Micheline y Byrne, y añade algo de complejidad ya que a través de la figura del Capi se pone de manifiesto que soviéticos y estadounidenses una vez fueron aliados. Esto da algo de madurez y tensión al tema por lo que saca al episodio de la rutina, si bien es una pena que Mantlo resuelva el entuerto de forma bobalicona pues la solución de los Vengatas parece que lo único que hace es empeorar el problema. No importa que haga un guiño a Superman. El anual sigue la misma línea juntándola con Frankestein, de nuevo Mantlo demuestra más cultura que sus compañeros de tomo. El guionista rescata una creación suya para contarnos que proviene de la 2º Guerra Mundial, si bien sin darse cuenta de que no tiene sentido que EE.UU. construyese monstruos al final de 1944 para que continuasen la guerra si la perdía pues para entonces estaba claro que el Eje estaba derrotado, atormentar con esa criatura a sus "creadores", en este caso al hijo de uno de ellos, Iron Man, con lo que añade a la mezcla la tensión paternofilial, y enfrentar la fealdad de una creación militar estadounidense, el villano, con la belleza de otra creación militar estadounidense coetánea, el Capi. Estas ideas interesantes, por ejemplo con la última Miller hizo una de las mejores historias de Marvel, Mantlo las resuelve de nuevo rutinariamente pues no saca partido del juego de espejos ni se interesa demasiado por la falta de límites cuando se está en guerra. Sin embargo, gracias a elementos nuevos, consigue lo que los editores, Micheline y Byrne no pudieron: dar algo de interés a historias formulaicas.
Así pues, este MG recoge historias clave para el devenir del Universo Marvel, pero sólo tiene ese valor. Además del tema de los gemelos Maximoff, está la introducción por Shooter, siguiendo con su línea de meter realismo en el mainstream, de Gyrich, los superhéroes se topan con el gobierno, y el asunto de la discriminación racial positiva, en aquel momento polémica pues muchos estadodunidenses blancos pensaban que 10 años era suficiente para indemnizar 200 años de esclavitud y 100 de discriminación y por eso votaron a Reagan... No son historias malas o aburridas, pero apenas tienen interés excepto las que acabo de mencionar. Lo destacable, más allá de la calidad de Mantlo, es que en este tomo queda claro que los Superhéroes consisten en renarraciones de historias recientes. Antes los guionistas seguían el trabajo de sus compis de modo que lo que habitualmente hacían era recontar una historia porque no les satisfacía la solución que le había dado su autor o porque este la había dejado abierta, normalmente aposta para facilitar que alguien retomase al supervillano derrotado de turno (un buen ejemplo dello lo tenemos en este tomo en el final del tontorrón díptico de El Hombre Absorbente). Esto le da un sabor especial a la Marvel clásica que hoy no se degusta porque los guionistas pasan de seguir el trabajo de los demás, quizás porque saben que no es suyo sino de un ejecutivo/editor. Lo que tenemos hoy es citas a clásicos de la editorial o autocitas. Pocos guionistas hoy recuentan las historias de los demás perdiéndose con ello solidez y coherencia. Está claro que hace tiempo los guionistas-fan se convirtieron a la fuerza en guionistas-profesionales.

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