Un fichaje que alcanzó cifra récord en Rusia, más de 30 millones de euros, y que prometía a Danny, quizás, más gloria de la que ha vivido siendo la semilla de un equipo ganador que resultó ser impotente. Jugador sólido, veloz, sin miedo a encarar ni a llevar el peso del equipo, contundente y, desde hace muchos años, referencia en el ataque del Zenit. Y lo es desde antes de firmar con el club.
Su llegada desde el Dynamo de Moscú en 2008 sólo le supuso reconocimiento a pequeña escala. Una camiseta celeste estrellada con el 10 a la espalda y una responsabilidad y motivo de admiración de los suyos alrededor del brazo no es todo lo que se lleva del Zenit de San Petersburgo. Ahora que su luz en el club ruso parece ir apagándose, una Copa de la UEFA y una Supercopa adornan las vitrinas del club, como máximos exponentes de un equipo que nunca ha sido capaz de realizar en la Champions el trabajo que por gasto se suponía. Danny formaba parte de aquel proyecto que planteaba una ampliación de vitrinas que nunca llegó a ser tal. De aquel Zenit hecho a golpe de talonario sólo quedan las individualidades de Hulk, los dejes de calidad de un Witsel intermitente por momentos y la brújula de nuestro protagonista.
De cuna venezolana y nacionalizado portugués, Danny aprendió a dominar el esférico en su escuela. Fue el Colegio Santo Tomas de Villanueva testigo mudo del nacimiento de dos futbolistas: Daniel Miguel Alves Gomes, 'Danny'; y Nicolás Ladislao Fedor Flores, 'Miku'. Su aventura se inicia más tarde que pronto y con 15 años se traslada a Portugal, con varias ofertas sobre la mesa y sólo una idea, triunfar en su tierra. Así, tras despuntar como el joven del año en el Club Sportivo La Consulta, se hace efectivo su fichaje por el Sporting de Portugal previo paso por caja. Algo más de dos millones de euros, sin duda, un desembolso muy importante para un jugador tan joven.
Danny se movía perfectamente en el campo. Subía con potencia el balón y controlaba brillantemente los tiempos del partido. Además alargaba su sombra en el césped llegando con contundencia al borde del área para el golpeo a media distancia por el ángulo más escondido de la portería. Gol, aquella visión rapaz que aún mantiene y que en su primera temporada en el Marítimo (equipo en el que debutaría fruto de una cesión) fue clave para lograr la cifra de 5 goles en los 20 partidos disputados. Sus buenas actuaciones le valieron la vuelta al Sporting, que decidió cederlo de nuevo al año siguiente y recuperarlo por segunda vez dos cursos después de su primer préstamo. Viaje de ida y vuelta el que realizaba en Portugal, pero su proyección se extendía fuera de las fronteras europeas.
En 2005 se embarca hacia una nueva aventura fuera de la tierra en la que tanto deseaba ser profeta, esperando poder regresar algún día reconocido como hijo pródigo. 113 partidos disputados en tres temporadas y 21 goles en su conjunto le valdrían entonces para ser elegido mejor jugador del Dinamo de Moscú en 2005 y el traspaso más caro de la liga rusa en la historia, culpa de 32 millones de euros, vapuleando el anterior registro (en manos del inolvidable Maniche). Aquel año 2008 lo eleva a la cumbre del fútbol mundial. Nuestro 19 portugués se erige columna vertebral de un equipo que ganaría en ese mismo año la Supercopa de Europa contra el Manchester United. Aquel fue el primer partido del portugués con la elástica del Zenit, también su primer gol tras una genial jugada individual. En la noche del 29 de agosto de 2008, Danny levantaba dos títulos que nunca más conocería: el de mejor equipo europeo y el de mejor jugador de aquella Supercopa.
Pieza clave en la columna vertebral de un plantel que parece no saber utilizar mejor la cabeza que los pies y que vive de los vestigios de una época dorada que nunca fue completa, como quien echa de menos la gloria que nunca tuvo porque la tuvo tan cerca, que apenas pudo paladearla. Así es Danny, un jugador brillante al que la gloria echa de menos.