Lo que hoy escribo no está relacionado directamente con Canarias, aunque bien es cierto que fue en las islas (concretamente en Gran Canaria) donde desembarcó Pape, creo recordar que hace ya más de cuatro años, tras un largo y tortuoso viaje en patera (o en cayuco... nunca he comprendido la diferencia entre ambas embarcaciones).
Desde Gran Canaria le metieron en un avión y le enviaron a la Península (como hacen con la mayoría de inmigrantes subsaharianos que llegan a las costas insulares), concretamente a Madrid. Poco tiempo después tuve el honor de conocerle; Auro le daba clases de español en Adsis y un día me lo presentó, al igual que hizo con otros muchos inmigrantes procedentes de Mali y Senegal.
Precisamente de este último país venía Pape, un chaval que apenas rondaba la veintena y que en sólo unos meses ya chapurreaba un español más que decente. Aunque suene a tópico, desde el principio me llamó la atención su gran capacidad de aprendizaje; aunque soy de los que piensan que el esfuerzo vale más que cualquier capacidad innata. Y creo que también fue ese espíritu de superación y sacrificio el que le permitió encontrar trabajo en muy poco tiempo (como cocinero, en un restaurante chino en el que todavía continúa).
Cuando quedábamos, Pape nos hablaba de la vida en Senegal, de su familia, de lo que esperaba encontrar en España, de chicas, de fútbol (he conocido a pocos españoles alegrarse tanto como él con las victorias de la selección) y sobre todo de las ganas que tenía de que le diesen los papeles. Incluso en los peores momentos siempre mantuvo la esperanza de que algún día podría caminar por Madrid sin tener que cambiarse de acera al avistar un coche de Policía. La verdad es que yo siempre lo vi muy complicado, por no decir imposible, pero por suerte él es un tipo muy optimista y nunca se ha dado por vencido.
Por fin lo ha conseguido. Y yo me siento especialmente contento de haberme equivocado. Siempre le he admirado, pero con 25 años ya se ha convertido en un ejemplo para mí (mucho más desde que me contó que había estado en un colegio madrileño contándole su experiencia a un grupo de chavales).
Sólo me queda felicitarle porque por fin podrá volver a Senegal para visitar a su familia y porque el país por el que se ha dejado los huevos ya le considera una persona legal. ¡Enhorabuena amigo!