(AE)
No sé si en su día vieron una película dirigida por Clint Eastwood que tenía por nombre “Invictus.” En ella se narraba la historia de Nelson Mandela en su primera etapa como presidente de la Suráfrica post-apartheid y el incierto destino de la selección nacional de rugby, un deporte mayoritariamente seguido por la minoría blanca. Pues bien, en esa película, en medio de una confrontación entre el presidente y el receloso grupo de sus guardaespaldas, el guionista pone en labios de Mandela la siguiente frase: “El perdón libera el alma y quita el miedo, por eso es un arma tan poderosa.”
Me han venido a la mente estas soberbias palabras al oír una noticia que ha tenido origen como quien dice a un tiro de piedra de donde vivo: comentando acerca del reciente arresto del general rebelde Caesar Acellam, número tres de la infame guerrilla del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) liderada por el ahora famoso Joseph Kony, un grupo de víctimas de esa guerrilla reunidas en el poblado de Barlonyo – a 30 Km de aquí y escenario de uno de los ataques más sangrientos de este grupo en el que murieron más de 300 personas el 21 de Febrero de 2004 – un grupo de víctimas pidió al gobierno que concediera la amnistía a Acellam, al mismo tiempo que le ofrecían su perdón por las atrocidades cometidas bajo su mando.
Al oír la noticia del arresto de este sangriento sujeto yo había esperado que las víctimas comenzaran a arremolinarse en las oficinas de distrito o en las comisarías de policía exigiendo justicia – ejecución pública incluida – para despachar cuando antes a este criminal... Personalmente me parecía la reacción más lógica y natural después de que miles de personas fueran secuestradas, eliminadas o mutiladas de la manera más cruel a manos de Acellam y de sus huestes. No fue así... A pesar de que el antiguo rebelde se ha negado a pedir perdón (declara orgulloso que en en la disciplina militar no se pide perdón por nada), las víctimas – o algunas de ellas – han decidido ofrecer su perdón sin condición previa alguna.
Se habla mucho de que el sentido africano de justicia dista mucho de ser una justicia retributiva como sucede en la gran mayoría de los países: haces algo malo y pagas por ello. La justicia africana – aunque sea una audacia poner en un único adjetivo a tantas culturas y tantos países diferentes – parece decantarse mucho más por su dimensión restaurativa: si has hecho algo malo, entonces has turbado el equilibrio de tu comunidad... pides perdón, reconoces el mal hecho y se te reintegra en la sociedad porque lo más crucial es que el grupo humano vuelva a vivir en armonía. En la etnia acholi del Norte de Uganda hay incluso una ceremonia tradicional llamada Mato Oput (las hierbas amargas) que tiene como fin último hacer que el malhechor reconozca el mal cometido, beba con arrepentimiento un brebaje cocinado con hierbas amargas y restablezca con su gesto el equilibrio del grupo.
La oferta de clemencia es también vista por la gente como un reclamo para que los rebeldes que aún quedan dispersos en la región se animen a salir de la selva y dejen las armas. En el imaginario local, es más importante el erradicar la violencia y resolver el problema que la aplicación de una justicia sumaria a uno o varios individuos.
Creo además que hay también un cierto interés personal al hacer un gesto así, y muy en consonancia con la frase “El perdón libera el alma.” Con arreglo a esto, uno de los objetivos de estas personas que ofrecen el perdón es pasar página para así quitarse de encima el lastre emocional de desgastar años y energía exigiendo justicia y – quizás en algunos casos – acumulando rencores. Intento comprender los móviles de una acción así, pero llega un momento en el que tengo que aceptar que, aunque yo me mueva por un espontáneo sentido de justicia y de equidad, hay otras personas que viven estos valores en una dimensión diferente y creen que lo mejor para la armonía social y lo que más paz traerá al alma humana es simplemente ofrecer el perdón incluso a quien no lo merece y actúan así siguiendo el dictado de su conciencia.
Lo dicho: una impresionante noticia que nunca merecerá ni la cuarta parte de los titulares o los tuits que en estos días se dedican a un tema tan crucial para la supervivencia de la especie humana como el del sexo del futuro retoño de Megan Fox. Eso sí que va a ser trending topic. Vivir para ver.