"George Orwell predijo el uso de la información como tiranía. Aldous Huxley, mucho más ingenioso, anunció que la tiranía se impondría mediante el placer exacerbado de la diversión informativa sin límites.
Pero en todo caso, la tiranía del placer, o la del dolor, llegarían sin letra: la era de Gutemberg había terminado.
La proliferación misma de la información nos invita a pensar que
estamos supremamente bien informados, sin necesidad de un esfuerzo
añadido de nuestra parte. La información nos llega. No necesitamos
buscarla. Mucho menos crearla.
Estos hechos no lograron,
sin embargo, empañar la voluntad de escribir de mi generación. Más bien,
nos obligaron a reflexionar que, si era cierto que nunca habíamos
estado mejor informados, mejor comunicados o más instantáneamente
relacionados, nunca, tampoco, nos habíamos sentido tan incompletos, tan
apremiados, tan solo y, paradójicamente, más ayunos de información".
-------------------
Cuando yo empecé a publicar libros, en 1954, continuamente escuchaba unas ominosas palabras: "la novela ha muerto".
Lamento, profecía o lápida, esta sentencia no era la más propicia para animar a un novelista en ciernes.
Las razones que se nos daban a los escritores de mi generación eran, en primer lugar, que la novela, cuyo nombre proclama su función, ya no era, como en sus orígenes, la portadora de novedades.
Lo que la novela decía -se nos dijo- era dicho ahora, de manera más veloz y más eficiente, y a un número inmensamente mayor de personas, por el cine, la televisión y el periodismo, o por la información histórica, psicológica, política y económica.
Los antiguos territorios de la novela habían sido anexados por el universo de la comunicación inmediata. La imnaginación del mundo ya no acampañaba al novelista. El entusiasmo, la curiosidad, tampoco.
Hace un siglo y medio, una muchedumbre se reunía en los muelles de Nueva York esperando que llegara la última entrega de la novela de Dickens El almacén de antigüedades. Todos querían saber si uno de sus personajes centrales, la empalagosa Little Nell, había muerto o no.
En nuestro tiempo, las multitudes se han desesperado por saber quién disparó contra J.R., el villano de la serie norteamericana Dallas…
(N.d.E.: O cual era el destino de Harry Potter al final de la saga de J.K. Rowling, por poner un ejemplo más reciente)
George Orwell predijo el uso de la información como tiranía. Aldous Huxley, mucho más ingenioso, anunció que la tiranía se impondría mediante el placer exacerbado de la diversión informativa sin límites.
Pero en todo caso, la tiranía del placer, o la del dolor, llegarían sin letra: la era de Gutemberg había terminado.
Solo nos tocaba escoger una letra que, literalmente, con sangre entra, como en la pesadilla totalitaria de Franz Kafka, La colonia penal. o que, en vez de sangre, usa la burbuja del gas neón para proponernos, no la letra, sino lo que la letra anuncia: la diversión interminable como recompensa de lo que Baudrillard llama la explosión de la información junto con la implosión del significado.
La proliferación misma de la información nos invita a pensar que estamos supremamente bien informados, sin necesidad de un esfeurzo añadido de nuestra parte. La información nos llega. No necesitamos buscarla. Mucho menos crearla.
Estos hechos no lograron, sin embargo, empañar la voluntad de escribir de mi generación*. Más bien, nos obligaron a reflexionar que, si era cierto que nunca habíamos estado mejor informados, mejor comunicados o más instantáneamente relacionados, nunca, tampoco, nos habíamos sentido tan incompletos, tan apremiados, tan solo y, paradójicamente, más ayunos de información.
---------------------
Carlos Fuentes. Geografía de la novela. Editorial Alfaguara. Madrid. 1993.
* La generación de Carlos Fuentes la componen nombres como Rulfo -acaso el maestro de todos ellos-, Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Roa Bastos, José Donoso, Jorge Amado, Manuel Puig…
---------------------
La contraportada del libro añade un párrafo que retrata al autor:
"No todos los grandes novelistas son grandes teóricos de la novela: los
hay que sólo ejercen su magisterio por la vía del ejemplo y que jamás
han publicado una línea explicando su oficio.
Otros, sin embargo, gozan de un privilegio de doble talento que los hace aún más impresncindibles en el mundo de la literatura.
Son pocos y son extraordinarios. Entre ellos se encuentra Carlos Fuentes.
Geografía de la novela
es una fascinante combinación de intuiciones, sabidurías y análisis
críticos de intensa penetración.
Fuentes empieza mediando sobre la
¿muerte? de la novela y termina levantando el mapa de su geografía; en
medio, una serie de pequeños estudios imaginativos e iluminadores sobre
varios colegas novelista del mundo entero: Borges, Juan Goytisolo, Roa
Bastos, Aguilar Camín, Milan Kundera, György Konrád, Julian Barnes,
Artur Lundkvist, Italo Calvino, Salman Rushdie.
Desde dentro del oficio
la mejor perspectiva para los pocos que saben ver, Fuentes nos ofrece en
unos cuantos folios más revelaciones literarias de las que otros
apretarían en cientos de páginas.
Geografía de la novela es lectura
imprescindible. Para comprender la obra de Carlos Fuentes fundamental en
la literatura castellana del siglo XX y para participar de un fenómeno
cada vez más raro y cada vez más delicioso: el entusiasmo por la
literatura".
-----------
Esta es la quinta entrega de la iniciativa 12 meses, 12 libros que llevamos a cabo durante este año 2012. #recomiendoleer.
Desgraciadamente, esta entrega tiene que estar dedicada a la memoria del autor, Carlos Fuentes, fallecido el 15 de mayo en México D.F.