Revista Cultura y Ocio

'La novia' de Anton Chéjov en el Teatro de Cámara Chéjov

Por Carol


Una cosa que me da mucha rabia es no hablar casi nada de autores, libros o géneros que he leído hace muchos años. Me pasa con la literatura rusa, hace poco, recomendando en otro blog a Gógol, me di cuenta de que muchos de los que me leéis no sabéis lo mucho que me gusta la literatura rusa. Pensad en mi pasión por Japón y multiplicadla por mil y os acercaréis un poquito a lo mucho que me gusta ese país, su cultura, sus escritores, todo. ¿Y por qué no hablo nunca de ellos? Pues porque me dio una fiebre lectora rusa durante la adolescencia y primeros años de Universidad, durante los que devoré toda la obra de Tolstoi, y practicamente todo lo que se había publicado de Dostoievski, Gógol, Gorki, Pasternak, Pushkin, Turguenev, Chéjov... Por lo que mi fiebre rusa tuvo que aplacarse, ya casi no me quedaban clásicos a los que engancharme, por lo que desvié mi obsesión lectora-viajera a otros países más orientales. Pues bien, el sábado pude ir a ver la obra La novia de Anton Chéjov en el Teatro de Cámara Chejov (San Cosme y San Damián, 3) un precioso y pequeño teatro en medio del barrio de Lavapiés, que volvió a despertar mi obseasión rusa. Por fuera podría parecer una casa normal y corriente, dentro se accede a una salita decorada con sillas y sillones decimonónicos, atravesamos un patio y llegamos a una sala, que aunque pequeña, está muy bien acondicionada, con un patio de butacas escalonado, que mejora mucho la visibilidad. El escenario está decorado con un columpio y un jardín con árboles en una esquina, y una mesita con el samovar y el juego de té en otra. Al escenario suben tan sólo tres actores, pero no hacen falta más. La novia, originalmente un cuento que ha sido adaptado en ésta ocasión al teatro, cuenta la historia de Nadia, una joven que está comprometida en matrimonio, pero que comienza a tener dudas sobre su vida burguesa y su falta de aspiraciones, gracias a Sasha un amigo de la familia, enfermo de tuberculosis. Sasha le pide que rompa su compromiso y que huya con él, que estudie y que haga de su vida algo útil. Sólo el trabajo hace que una vida sea interesante, sólo la cultura romperá la inercia de las masas, y conseguirá que el individuo rompa sus cadenas, dice. Una frase de la obra que realmente me gustó fue cuando Sasha habla de la "escalera del progreso" , él, dice, no tiene grandes ideas que vayan a quedar para la posteridad, pero se encuentra encaramado en esa escalera subiendo peldaño tras peldaño, gracias al afán por estudiar, descubrir y preguntarse cosas, ya sólo por encontrarse en la escalera del progreso, aunque nunca se llegue a la cima, ya vale la pena haber vivido. Nadia tendrá que luchar contra esas ideas de libertad y la constante presencia de su madre, Nina (¡Qué boda! ¡Pero qué boda!) que la incita a conformarse y casarse con un hombre al que no ama, como ella misma hizo, a pesar de que por esa decisión es ahora una persona desgraciada y sometida a la tiranía de su suegra. Los actores María Muñoz (Nadia), Chema Coloma (Sasha) y Consuelo Montoya (Nina) bajo la dirección de Ángel Gutiérrez, están realmente sobresalientes, en especial ésta última. Además, se intercalan pequeñas frases en ruso, maravillosas melodías de éste país y poemas recitados que dan aún más magia al evento. La obra es de una actualidad increíble: conformarnos, ser como los demás, o rebelarnos y huir de la masa, de lo que se espera de nosotros, y en nuestra individualidad, aunque no logremos nada, aunque nunca lleguemos a ser un gran escritor, pensador o lo que sea, por lo menos en nuestro interior sabremos que lo hemos intentado, que hemos levantado la cabeza y huido de una existencia gris.


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