Revista Viajes
Por Ángela Pons.
Governor’s Island es una pequeña isla de aproximadamente 70 hectáreas al sur de Manhattan. Desde 1783 a 1966 funcionó como base militar. Los siguientes 30 años perteneció a la Guardia Costera. Tras diversos procesos administrativos e intervenciones en los edificios existentes y especialmente a nivel paisajístico, finalizadas en 2012, la isla abre sus “puertas” de Junio a Octubre para los neoyorquinos y numerosos turistas visitantes, con diversos eventos culturales a lo largo de la época estival. Figment es uno de ellos. Un evento de arte de libre participación, constituido 100% por el entusiasta trabajo de numerosos voluntarios, que tiene lugar durante un fin de semana completo.
Un caluroso y húmedo (condiciones nada extrañas tratándose del verano neoyorquino) domingo de Junio, anduve desde mi apartamento del Lower East Side al mastodóntico Battery Maritime Building, desde donde salen los ferries desde Manhattan a Governor’s Island. Tras esperar unos 15 minutos conseguí subir al ferry donde se mezclaba una diversidad absoluta de personas disfrazadas con alegres y llamativos atuendos.
Al llegar a Governor’s Island descubrí que el conjunto de colorido que se agolpaba a mi alrededor en los apenas 7 minutos de recorrido por el agua, no era más que una mera transición hacia lo que me esperaba allí. Todo tipo de construcciones efímeras, instalaciones, performances y juegos se esparcían por la verde explanada de hierba con vistas al Distrito Financiero de Manhattan.
Un pabellón arquitectónico construido enteramente de vasos de plástico reciclados (30.000 unidades) diseñado por CDR Studio, fue el resultado ganador de una competición arquitectónica que ya va por la cuarta edición.
Una divertida pista de minigolf, esculturas interactivas, juegos de construcción infantiles e incluso una casa en un árbol eran otros de los divertimentos que ofrecía Figment.
No sólo actividades exteriores sino performances e instalaciones visuales y de audio (algunas de carácter más abstracto y de libre interpretación para el visitante que interaccionaba con las obras) tenían lugar en el interior de las construcciones existentes.
La jornada terminó al ritmo de un DJ subido a lo alto de un alegre autobús azul (The Blue Byrd Bus, que se pasea por diversos eventos neoyorquinos durante los meses de verano). Muchos de los asistentes, con sus variados atuendos y complementos, bailaron eufóricamente en la explanada hasta que llegó la hora de irse y formar una larguísima fila para tomar el ferry de vuelta. A nadie parecía importarle el previsible tiempo de espera. Tras una intensa jornada de intercambio creativo, sólo había espacio para sonrisas de satisfacción.
Texto y fotos: Ángela Pons. www.angelapons.com