Acaba de presentarse en Cáceres el número 200 que coincide con los 18 años de la revista "Versión Original".
En él participamos Carmen Ibarlucea, Emmanuel Vila y yo, o sea el 75% de la familia.
El texto de mi aportación es este:
Tenía 14 años, me apasionaba la Astronomía, y mi objetivo era estudiar Astrofísica. Paralelamente, comenzaba a descubrir que la lectura iba más allá de lo que nos mandaban leer desde el sistema educativo, tan obsoleto entonces como hoy, y en ese verano había leído, empezando por 1984 de G. Orwell, lo mejor del cuento de Ciencia-Ficción. Y mientras me comenzaba a internar en la preocupación por el “¿qué hay ahí fuera?”, disfrutaba del cine, en las salas cuando se podía y en la vieja Emerson de 20” con la que tantas cosas había descubierto del mundo, empezando por aquella noche de julio del '69, viendo nuestros primeros pasos en la Luna.
Aunque ya la había visto en una de aquellas noches de sábado en casa de alguno de los amigos de mis padres, al saber que la reponían en las salas de cine, mi padre planteó una sesión familiar en la primavera del '78. Mi recuerdo de 2001, Una odisea del espacio (2001, A space Odissey. 1968), no era como para entusiasmarme la idea. Sólo el hecho de que Arthur C. Clarke era responsable del texto me hizo aceptar aquella invitación, pues ya había leído algunos textos suyos. Nunca hasta entonces recuerdo haberme sentido tan “poseído”. Aquel mensaje visual se había convertido en un torrente de preguntas, en una incontenible fuente de dudas. Fue mi primera experiencia filosófica y probablemente de las más fuertes y decisivas.
El texto, elaborado a posteriori, profundizando en el mensaje de la película, lo devoré a continuación. Mis preguntas por Dios se mezclaban con las que me hacía sobre las leyes de la Física en el origen del Universo. Aquel momento extraordinario en el que el simio pasa sus dedos sobre aquella figura geométrica pura, despertando para ser capaz de elevar su brazo con otras intenciones, esta vez armado, me trasportaron hacia un punto que no podía haber imaginado antes. Salir del cine fue como una ruptura brutal, ya que tuve que enfrentar a mi primo Alberto, con sus preguntas de niño de 10 años, que había sufrido un aburrimiento soporífero, comparable en lo opuesto a mi exultante éxtasis.
2001, Una odisea del espacio la he visto en unas 20 ocasiones o más. Es, sin duda, la película que más veces he visto. HAL y Bowman son dos personajes a los que he intentado situar en múltiples ocasiones, dentro de parámetros que siempre terminan excediendo lo que preveía; máquina y hombre, la confrontación de dos formas de entender el Universo, sensibilidad frente a insensibilidad (¿quién es quién aquí?), etc... Sin el apoyo del libro no hubiera podido seguir intentando comprender qué quería decir Clarke, y qué quería decir Kubrick. Es una consumación de Sócrates y su pensamiento a través de una obra de arte que combina lo visual con lo textual. Durante 5 años seguí preguntándome por el Hombre y su destino en el Cosmos (en realidad me lo sigo preguntando pero ya no lo formulo así). La ciencia (la Ciencia con mayúscula) fue perdiendo terreno frente a la pregunta más compleja por los orígenes y los porqués; me invadió el vértigo frente al vacío.
El cine, y en particular la Ciencia-Ficción, me ha acompañado en mi vida de relación con la Filosofía. Star Trek (en particular La Nueva Generación) me ha servido de apoyo en muchas de las actividades que he desarrollado profesionalmente en la educación no formal, pero a 2001, Una odisea del espacio le corresponde ser la gran sugeridora de preguntas, la película más filosófica que he visto. Indudablemente ha habido otras que han supuesto un “instante estético” o un “acontecimiento” filosófico; Stalker (Andrei Tarkovski, 1978), Solaris (Andrei Tarkovski, 1972), Matrix (Hermanos Wachowski, 1999), como ejemplos.
Mi forma de abordar la filosofía nunca hubiera sido la misma sin haber entrado en relación con 2001, Una odisea del espacio.
Para tener más información, en la web de Rebross