Carlos Aznárez.─ No hay más espacio para el asombro si se piensa en la campaña desestabilizadora que está llevando desde hace años el imperialismo contra la Revolución Bolivariana. Si faltaba algún elemento por jugar, ahora se les ha ocurrido introducir el consabido libreto de las "armas químicas" que con tanta brutalidad les ha servido para bombardear Iraq primero y luego Afganistán, Libia y recientemente Siria. En esta ocasión, desesperados porque "el régimen no cae" como predicen diariamente sus jefes de campaña, los enemigos de la paz en Venezuela utilizan imágenes de bombas de humo rojo arrojadas por los mismos "guarimberos", para intentar montar esta nueva patraña que otra vez los pone en ridículo. Reproducen en pequeña escala lo que Donald Trump intenta utilizar como excusa para justificar el lanzamiento de misiles sobre una base militar siria.
Sin embargo, de ninguna manera hay que minimizar lo que hoy está ocurriendo en torno a la idea fundamental con la que trabaja Washington desde siempre, pero que ha profundizado notoriamente después del asesinato del comandante Hugo Chávez, buscando el derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro. Sólo basta estudiar lo que han sido estas últimas semanas en que se han conjugado maniobras diplomáticas, maniobras para relanzar la guerra económica, el retorno continuo de la violencia callejera y la consabida cobertura mediática abonando el terreno de la "crisis humanitaria" a fin de lograr una intervención militar del Comando Sur o similares, para que se pueda medir el clima de "ofensiva final" que nuevamente se ha puesto en marcha.
De todos estos elementos utilizados por el imperio, el accionar de la OEA y de su secretario general Luis Almagro se ha ganado con creces el repudio de quienes, en todos los rincones del mundo, siempre han observado a esa organización arropada indisimuladamente por Estados Unidos, como uno de los buques insignia de la intervención y el injerencismo norteamericano sobre los pueblos del continente.
Almagro no sólo es un "perro faldero" de lo que le ordenen desde el Pentágono, sino que se especializa en hacer lobby con sus pares de la derecha latinoamericana para generar bolsones de presión contra los gobiernos progresistas. De esta manera y coaligado con la triple alianza de Argentina, Brasil y Paraguay, a la que se sumaron vergonzosamente los otrora "progresistas" del gobierno chileno y los titubeos de la diplomacia uruguaya, Almagro logró que también el Mercosur ilegítimo (sin Venezuela ni Bolivia) se pronunciara contra "la dictadura caraqueña" y así echar más gasolina al fuego.
El nefasto titular de la OEA llega al colmo de la intervención cuando por estas horas aplaude el accionar de la oposición más violenta, la del preso golpista Leopoldo López y su brigada de lumpenes encapuchados y armados, que destrozan todo lo que tienen a su alcance en las calles de varios Estados. Buscan tener muertos o directamente asesinar a mansalva con la utilización de las guayas de acero que en anteriores guarimbas utilizaron para decapitar a inocentes ciudadanos. Incendian centros comunales de salud, golpean alevosamente a quienes desde sus propias filas tratan de frenar tanta locura o provocan a la Guardia Nacional Bolivariana hasta el hartazgo tratando de obtener la foto de "represión" que les hace falta para su denuncia internacional.
Para Almagro, Macri, Temer, Cartes, Kuzinsky, Santos y Bachelet, esta jauría desquiciada son solo "manifestantes pacíficos" a los que nos se deja expresar libremente, a pesar de que todas las imágenes lo desmienten y ponen blanco sobre negro sobre sus intenciones golpistas.
No caben dudas que la OEA representa, en manos de este tipo de funcionarios, un nido de conspiración contra las democracias populares y participativas. Se trata a esta altura de las circunstancias, de un espacio del que habría que retirarse (como dignamente hiciera Cuba) para poder reforzar por vías diferentes la auténtica integración entre los pueblos, sin ataduras ni presiones por parte de Estados Unidos, Canadá y los países que han caído en manos de la derecha a través de golpes palaciegos o maniobras electorales.
Frente a todas estas campañas, y la violencia integral que soporta la Revolución, es necesario que, como dijo recientemente el canciller cubano Bruno Rodríguez, nos demos cuenta que la defensa de ese proceso no le corresponde solo a los venezolanos y venezolanas sino a quienes en el continente reciben a diario el compromiso internacionalista de Venezuela con sus propias luchas y sueños emancipatorios. No olvidar que al igual que hace Cuba desde hace más de medio siglo, es el bolivarianismo solidario, de la mano de Chávez y de Maduro, quien mejor comprendió las necesidades de unir esfuerzos, comprometer ayudas y practicar la diplomacia consecuente de los pueblos. Lo ha hecho en momentos de bonanza económica y lo sigue haciendo ahora que sufre las embestidas del Imperio.
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