Revista Economía

La Oferta y la Demanda

Publicado el 10 febrero 2015 por Jordi Mulé @jordimule

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La Economía es aquella ciencia social que, en el fondo, trata básicamente de un solo concepto. Quizá sea un tratamiento excesivamente simplista, y seguramente pueda ser incluso rebatido por infinitud de economistas teóricos, pero nadie puede dudar que, en el momento en que se inventó el intercambio de bienes, se inventó la Economía.

Y esto es así, porque aquello fundamental que define la Economía es el intercambio; actualmente intercambiamos bienes y servicios por dinero, el cual no deja de ser un bien económico de intercambio universalmente reconocido. Tan reconocido es, y su valor tan universal, que cualquier cosa susceptible de ser intercambiada puede ser valorada en términos de unidades monetarias. Así, pues, una definición sencilla de bien económico podría ser la de cualquier cosa material o inmaterial susceptible de ser intercambiada y cuyo valor puede ser traducido en términos monetarios; en pocas palabras, cualquier cosa puede ser susceptible de convertirse en un bien económico, sólo hace falta que alguien la posea y que haya alguien, a su vez, dispuesto a adquirirla y a cambiarla por otro bien.

Hubo una época en que éramos básicamente cazadores-recolectores, en ese momento la Economía que imperaba era básicamente una economía de subsistencia, esto es, tanto necesito, tanto cazo o recojo. Fue una época en la que el pulso de la Economía lo marcaban los retortijones de hambre de los estómagos que alimentar de la familia o la tribu, cuando el hambre acuciaba era un buen motivo para ir a cazar o a recolectar; no obstante, los tiempos cambiaron, hubo otra época en la que alguien inventó la manera de producir bienes, alimentos básicamente, se inventó la agricultura y la ganadería y entonces, por arte de magia, aparecieron los excedentes.

Una de las características de la agricultura es que ésta, normalmente, depende de la zona de producción, esto es, hay terrenos propicios para un tipo de cultivo y, aparte, estos son normalmente estacionales. De ahí que las cosechas crearan sobrantes de producción mucho más allá de lo que la familia o tribu necesitara para su subsistencia, sobraba producción pero siempre hacían falta otras cosas que, o bien no se producían en el territorio del agricultor, o bien éste no tenía la capacidad de producirlas. Esta necesidad de adquirir productos que, de otra manera, sería difíciles de conseguir, fue lo que dio lugar a la Economía; es decir, unos productores con ciertos excedentes intercambiaban productos a otros con otros excedentes. Se había inventado la Economía de intercambio, de allí a la Economía monetaria sólo quedaba un paso, bastó con que todos se pusieran de acuerdo con que ciertos bienes fueran aceptados universalmente como valor de intercambio para adquirir cualquier bien para que la Economía de intercambio se convirtiera en una Economía monetaria, y así ha sido hasta hoy.

Con los primeros intercambios fue que los bienes de producción pasaron a ser bienes económicos que podían ser valorados. Quizá al principio, una vaca valiera lo que una oveja, pero seguro que, pronto, la situación cambió, y el valor de cada bien económico quedó determinado por las vicisitudes del momento; en un año de malas cosechas, seguramente un kilo de trigo fuera más valioso que en un año de abundancia. De la misma manera, aunque hubiera habido malas cosechas, si nadie estaba interesado en adquirir el trigo, el valor del mismo no subía. Se había inventado la Ley de la oferta y la demanda.

La Ley de la oferta y la demanda, es una de las leyes básicas en Economía, algo así como un axioma, una ley fundamental. Esta Ley viene a decir que, cuando un bien económico es muy abundante y el mercado está lleno de él, es decir, cuando hay mucha oferta de este bien, normalmente su valor bajará. Al revés, si hay mucha gente interesada en adquirirlo al mismo tiempo, es decir, tiene mucha demanda, su valor aumentará.

Por tanto, si usamos unas matemáticas sencillas, diríamos que la oferta es una función matemática que relaciona la cantidad de un bien y su precio representable gráficamente como una curva en la que el precio del mismo baja al aumentar su cantidad disponible. Al revés, la demanda sería una función matemática que también relaciona la cantidad de un bien y su precio, pero en la que el precio del mismo aumenta al aumentar la cantidad demandada. Allí donde se encuentran las curvas de la oferta y las curvas de la demanda de este bien es donde se hallan el precio y la cantidad de equilibrio de mercado, el punto en el que toda la cantidad ofertada se iguala a la demandada y con el precio que hace que éstas se igualen. Es tan simple o tan complicado como esto.

No obstante, volviendo al tema de reduccionismo que ya comenté que era inherente a toda ciencia social como la Economía, el modelo de la oferta y la demanda antes descrito está tremendamente simplificado, pues se basa en el supuesto, fácilmente rebatible, de que la reacción del productor y el consumidor serán instantáneas en el tiempo a cualquier variación súbita en el precio o en la cantidad producida, cosa que es fácil de suponer que no se da en la vida real, pues existen retardos entre los hechos. Así, por ejemplo, una bajada brusca en la producción de petróleo no llevará enseguida a una subida o bajada del mismo, primero porque todo suceso económico lleva un tiempo de retardo, pero también porque el modelo simplificado presupone también que no hay excedentes guardados, sino que toda la producción se vende o se compra de manera instantánea, es decir, que no existen reservas ni excedentes.

De todos modos, la ley de la oferta y la demanda es la ley universal que determina los precios de los bienes, sirve en el día a día y en todas las transacciones económicas que se van produciendo. La podemos notar por doquier, por ejemplo, en los precios que tienen algunos bienes novedosos y escasos y en como cambian sus precios a medida que estos bienes se van convirtiendo en bienes de un uso más generalizado; una muestra de este hecho podrían ser las tabletas y la evolución de sus precios a medida que el mercado se ha ido inundando de tabletas. Aquello que hace dos años era novedosamente caro, hoy en día se ha vuelto aburridamente barato.


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