Después del relato de terror-ficción del post anterior, donde les mostré algunos paisajes de Transilvania bajo un intento de crónica vampiresca, ahora vuelvo a mi real seudo-oficio de escritor de viajes para contarles la verdad de este país.
Transilvania, la mayor de las cuatro regiones rumanas, es un paraíso para el viajero en busca de aventuras. Lejos de cualquier peligro que los viejos cuentos de misterio invocan en nuestra mente, me pareció una zona segura, fácil para recorrer, con hermosos lugares para visitar y una población simpática y hospitalaria dispuesta a ayudar al foráneo, lo que se comprueba por haber sido hasta el momento, el país con mejor disposición para el autostop en esta Odisea.
Ya conté de Sibiu, la antigua ciudad de estilo germánico, rodeada por los imponentes Montes Cárpatos.
También incluí en mi anterior relato a Sighisoara, el colorido pueblo donde nació Vlad Tepes Dracul, antiguo gobernador de la región, cuyos horripilantes métodos de tortura dieron inspiración al legendario mito del Conde Drácula, plasmado en papel bajo la letra del irlandés Bram Stoker en 1897.
La tercera ciudad del recorrido fue Brasov (léase “Brashov”), que no destaca a simple vista más que por su bonita arquitectura y su cartel de bienvenida colgado en la montaña al mejor estilo hollywoodense.
Sin embargo, es el mayor centro turístico de la región, y como obviamente era mentira que yo sufriese alguna fiebre monstruosa al llegar aquí, a continuación les contaré un poco de todo lo que tiene esta ciudad para dar al visitante.
Casa donde nació Vlad Tepes Dracul - Sighisoara
Souvenirs rumanos del Conde Drácula
Mural alusivo a Vlad Tepes en su casa natal - Sighisoara
Un disfrazado de Drácula que sacándose fotos, sacaba un dinero que no se imaginan
Genealogía de la familia de Vlad Tepes Dracul - Castillo Bran
¡Cuidado! Zona de Osos salvajes - Sinaia
Osos pardos de los cárpatos - Reserva cercana a Brasov
Osos pardos de los cárpatos - Reserva cercana a Brasov
La Oktoberfest rumana de Brasov
Supongo que todos habrán oído hablar de la Oktoberfest, la famosa fiesta bávara de la cerveza. La celebración tradicional, al contrario de lo que el nombre parecería indicar, se realiza en el mes de septiembre para dar bienvenida al mes de octubre, importante históricamente para las cosechas.
Pero aunque la fiesta de Münich, Alemania, es de dimensiones colosales y obviamente es la original, otros pueblos y ciudades del mundo decidieron unirse al festejo, probablemente por más ganas de tener excusas para beber alcohol que por el interés en la unión cultural.
En mi país, Argentina, se celebra en el pueblo cordobés de Villa General Belgrano y es de las más grandes fuera de Alemania. Tuve la ocasión de acercarme en el 2011 junto a unos amigos, y fue sinceramente fabulosa.
La Oktoberfest argentina en Villa General Belgrano - Año 2011
Al llegar a Brasov coincidí casualmente con la celebración local, y junto a la gente que encontré en el hostel (por suerte, ningún vampiro o ser sobrenatural, ¡excepto por sus habilidades para asimilar el alcohol!) nos dirigimos a las típicas carpas azules y blancas en las que se lleva a cabo.
Bailes típicos y canciones en alemán quedan eclipsadas por los litros de cerveza. Mi grupo fue el objeto de todas las miradas por la enorme pirámide de vasos consumidos que armamos, y que manteníamos fielmente erguida con el orgullo propio de bebedores empedernidos.
Para otro año me quedará pendiente participar de la fiesta en territorio teutón, pero mientras tanto, me doy el lujo de disfrutar las celebraciones satélite de los demás países. Esta vez, tocó en Rumania. ¿Dónde pasaré la próxima?
Oktoberfest, "Fiesta de la Cerveza", en su versión rumana
Oktoberfest, "Fiesta de la Cerveza", en su versión rumana
Oktoberfest, "Fiesta de la Cerveza", en su versión rumana
Oktoberfest, "Fiesta de la Cerveza", en su versión rumana
La genial pirámide de vasos consumidos que armó mi grupo del hostel
La genial pirámide de vasos consumidos que armó mi grupo del hostel
Oktoberfest, "Fiesta de la Cerveza", en su versión rumana
Prueba fehaciente de lo bebido en la Oktoberfest rumana
Palacio de Versalles: ¡no existís! Les presento el Castelul Peles
Desde tiempos remotos, los gobernantes de cada pueblo se vieron atraídos de forma cuasi magnética por el deseo de poder y la avaricia del dinero. Juntaban más y más dinero, llenándose los bolsillos y a costa de su propia gente.
Pero tenían un gran problema. Ya tenían mucho dinero. ¿Y ahora? ¿En que lo podían gastar?
Está claro que a cualquiera le gusta “vivir bien” y cómodo, pero nadie necesita cientos de habitaciones en su casa. ¿Verdad?
Algunos reyes y emperadores no parecieron entender esto, y así decidieron construirse suntuosos palacios como el de Versalles (Por Luis XIV en el siglo XVII), el Ducal de Venecia (por el Duque Ziani en el siglo XII) o el Palacio Real de Madrid (por Felipe V en el siglo XVIII).
Habiendo visto estos tres y unos cuántos más por Europa Occidental, les tengo que decir que no tienen ni comparación con el que se mandó a hacer Carlos I de Rumania en 1873.
Más allá de lo innecesario de cualquier palacio, este tiene una belleza tal que es imposible no quedar totalmente pasmado por su increíble arquitectura y la calidad artística de cada habitación de su interior.
Con ustedes, el Castelul Peles de Sinaia:
Castelul Peles - Sinaia, Rumania
Castelul Peles - Sinaia, Rumania
Castelul Peles - Sinaia, Rumania
Castelul Peles - Sinaia, Rumania
Interior del Castelul Peles - Sinaia, Rumania
La Odisea dejando su huella en el Castillo Peles
De estilo renacentista y un cierto aspecto gótico, el Castillo de Peles (léase “Pelesh”) tiene unas 170 habitaciones, 30 baños, más de 2000 obras de pintura de su fina colección de arte, más de 4000 armas, librerías, oficinas e incontables detalles artísticos en fabulosas escaleras, paredes y techos.
La fachada es completamente hipnótica. Es imposible dejar de fascinarse con sus formas y no querer pasar horas y horas observándola.
Europa tiene muy bonitos palacios, pero me va a ser difícil encontrar uno más impresionante que este.
Les dejo por último una hermosa panorámica de toda la parte frontal:
Panorámica del impresionante Castelul Peles de Sinaia
Cruzando los Cárpatos a dedo por la ruta más loca del mundo
Rumania está atravesado horizontalmente por una cadena montañosa que divide su geografía de manera completa: los Montes Cárpatos.
Al norte, la fabulosa región de Transilvania. Al sur, la histórica región de Valaquia (o Wallachia).
La altura y condiciones de esta cordillera hace que el paso de una región a otra sea complicado y hay muy pocos cruces para poder conseguirlo.
Sin embargo, hay uno que se destaca por sobre todos y apenas me enteré de su existencia, sabía que tenía que hacer ese camino a dedo.
Llegué desde Brasov al comienzo de esta mítica carretera en un autostop compartido. Es costumbre que los locales vayan subiendo a alguna camioneta para no pagar los costos de autobus o tren, y dejan unos leis (la moneda rumana) por la gasolina. A los extranjeros no se les pide nada, y como ya mencioné, es fácil y divertido viajar a dedo por este país.
La ilusión de estar allí, viendo este cartel y con los Cárpatos como escenario de fondo, aceleraba mi corazón aventurero:
Cartel que marca el comienzo de la ruta más loca del mundo, la Transfagarasan
La famosa ruta Transfagarasan (esta si que es difícil de recordar, léase “Transfaarashan”) era posiblemente el mayor desafío en mi historial autostopista.
A diferencia del resto de las carreteras rumanas, no fue construida por la necesidad de unir pueblos, lo que suele repercutir en un buen nivel de tráfico, sino por una estúpida idea militar del antiguo líder de la república comunista, Nicolae Ceaucescu, quién utilizó a las fuerzas armadas para realizarla en 1970 con un alto coste económico y humano.
La dificultad del terreno dió origen a una de las rutas más locas e irregulares del mundo. Al enterarme de su existencia, no pude dejar de sentirla como un reto a mi alma mochilera.
El gran problema para cruzarla es el bajísimo tránsito local -no turístico- que se incursiona a realizarla, pero aún así decidí aceptar el enfrentamiento ante semejante provocación.
La ruta más loca del mundo, la Transfagarasan Road
Pasó un buen rato (el mayor que esperé en Rumania) hasta que apareció Alex, otrora diplomático rumano en varios países occidentales.
Más allá de su simpatía y gran compañía, encontrar un conductor como él fue un alivio para mi dificultad de comunicación aquí. Su antiguo trabajo le había permitido aprender muchos idiomas, entre ellos, un perfecto dominio del español. ¡Excelente!
Y allí nos aventuramos juntos, a través del desquiciado trazado de la Transfagarasan, curva y contracurva durante casi 90 kilómetros. En la cumbre, coronada por el Lago Balea, el paisaje es espectacular y merecía parar a disfrutar de esas fotos mentales.
El placer de disfrutar tranquilamente de las vistas como acompañante, competía con mi ferviente deseo de arrebatarle el asiento de conductor, y convertir mentalmente el auto en un bólido Ferrari para completar yo mismo la travesía al volante. Obviamente no sucedió. Tuve que contener mis explosivas ganas de hacerlo, y dejarle ese honor a mi nuevo gran amigo rumano.
Todo un desafío automovilístico: la increíble Transfagarasan Road
Todo un desafío automovilístico: la increíble Transfagarasan Road
Andando por la ruta más loca del mundo, la Transfagarasan Road
Panorámica del Lago Balea, en la cumbre de los Cárpatos
A dedo por la ruta más loca del mundo, la Transfagarasan Road
Andando por la ruta más loca del mundo, la Transfagarasan Road
Unas horas inolvidables de pura adrenalina automovilística. Y un nuevo desafío a dedo, cumplido en esta Odisea por el Mundo.
¡Gracias Alex por semejante recorrido! ¡Espero que aún conserves esta postal y poder verte nuevamente en Buenos Aires algún día!
Postal de agradecimiento a Alex, quién me llevó por la Transfagarasan
El próximo post viene cargado de más historias de autostop, con unos lunáticos conductores franceses y el que fue por lejos, el peor día a dedo de la Odisea.
¡Saludos a todos, y a dejar comentarios!