Revista América Latina

La oligarquía santanderista contra el pueblo bolivariano. La más reciente trampa por desmantelar

Publicado el 01 enero 2017 por Jmartoranoster
colombianosPor: María Fernanda Barreto [*] Dicen que Manuela, la revolucionaria valiente, la bolivariana, alimentaba al final de sus días a dos perros, a uno lo llamaba Páez y al otro Santander. Cierta o no esta historia, la verdad es que sobre la lealtad de los perros no encontramos cuestionamientos, pero de la lealtad de Santander a la gesta libertadora con la que en un inicio, tanto él como Páez se comprometieron en las más duras batallas, hasta escritores de la derecha colombiana dicen: “…en Santander las ideas eran mejores que el carácter. Porque nunca fue modelo de fidelidad a aquellas y las sacrificaba cuando le convenía”. (Gómez, Laureano. 1940). Como sujeto histórico, como todo ser humano, Santander no era “él”, fue la expresión de esa oligarquía que comenzaba a sentirse dueña de los recursos de las colonias recién liberadas y fue la codicia y no su amor al pueblo la que acabó guiando sus pasos como los de Páez. Del otro lado, nosotr@s, el pueblo junto a Bolívar. Pasando del imperio colonial español al imperio capitalista norteamericano, la oligarquía colombiana y la venezolana, como la de toda Nuestramérica, se ha unido para arrodillarse al mejor postor, dejando clara su estirpe traidora y cipaya. Como Santander, van destilando del ideal a sus intereses particulares y los intereses del pueblo figuran a lo sumo como “costos” en sus planes. Años de miseria tuvieron que pasar en la historia americana, años durante los cuales la Venezuela petrolera ‒paradójicamente también plagada de pobreza‒ fue recibiendo a veces con los brazos abiertos, a veces con los puños cerrados, una constante migración colombiana. Pueblo pobre que comenzó a desplazarse en esa época que casi como un eufemismo de mal gusto se ha dado en llamar “la época de la violencia”, porque en Colombia la paz no es más que un anhelo, una palabra escrita en un premio Nobel que reconoce solo a quien le interesa. De esos más de 50 años de migración constante con picos elevados durante el mandato de Carlos Andrés Pérez, por ejemplo, llegamos a este país cerca de 5 millones de personas nacidas en Colombia. Algunas de esas personas como yo, parimos uno, dos, tres, cuatro y hasta más venezolan@s que por ley colombiana tienen derecho a su doble nacionalidad, por todo esto no es exagerado decir que en este país de alrededor de 30 millones de habitantes, alrededor del 30% es de origen colombiano. Más de un millón naturalizad@s por el Comandante Eterno. Y luego de crecer aquí, trabajar aquí, parir aquí y luchar aquí, entre el tamal y la hallaca, entre el Orinoco y el Magdalena ‒y debo nombrar las aguas que marcan mi infancia: mi río Cauca y mi lago de Maracaibo‒ que se abrazan en nuestros corazones, somos orgullosamente Colombo-venezolan@s, orgullosamente bolivarian@s. Como much@s que leerán estas líneas, aprendimos a cantar con el corazón el “Gloria al Bravo Pueblo” en canto y llanto colectivo el 13 de abril del 2002. En estos años, he visto colombian@s de todo tipo, l@s que nada aportan, l@s que dañan, l@s delincuentes y peor aún, los paramilitares que han ido invadiendo este país lentamente y sin descanso, sobre todo a partir de 2003, pero más que nada l@s he encontrado trabajando en las ciudades venezolanas sin descanso, con esa cultura del trabajo que nos han dejado años de explotación extrema en Colombia. Con orgullo, he visto colombian@s manteniendo con su fuerza el trabajo productivo en el campo de este país, enseñando agroecología, empujando la organización de las comunas, movilizando el pueblo a la calle, buscando votos para la Revolución, organizando escuelas de formación y en fin, luchando por el sueño de Chávez y Bolívar. Ciertamente intento, tal vez infructuosamente, deshacer en palabras mis sentimientos para transmitir el amor por el pueblo colombiano y venezolano, pero sobre todo el orgullo de ser colombo-venezolana en este momento histórico, este grupo ‒casi un grupo étnico‒  formado por millones que somos de aquí y de allá, que nos da lo mismo luchar aquí o allá, porque donde quiera que vivamos, trabajemos, demos a luz o entreguemos la vida, seremos de la estirpe de Bolívar y nos enfrentaremos a la oligarquía santanderista. Unos días después del golpe de Estado de abril de 2002, el presidente Chávez visitó la Carucieña, uno de mis lugares más queridos en Barquisimeto. Acababa el Comandante de perdonar a l@s golpistas, crucifijo en mano. El pueblo eufórico se había reunido alrededor del CPC con pancartas que decían “Cárcel para los golpistas”, y entonces tuve el breve privilegio de saludarlo y grabar algunas de sus palabras para la radio comunitaria. “Comandante, le dije, usted está viendo que el pueblo le pide a gritos castigo a los golpistas”. Y él, con cariño y paciencia me dijo: “El pueblo debe entender que las revoluciones se hacen con amor y no con odio”. A lo que yo, con el carácter de una entonces joven revolucionaria y con la confianza que el comandante nos inspiraba le dije: “Comandante, ¿usted no ha escuchado decir que el amor engendra arrechera?”. El Comandante se rió, acarició mi cabeza y me bendijo con simpatía: “Dios te bendiga muchacha”. Citaba yo entonces una frase del “Poder Joven” que ahora me resulta pertinente para legitimar el modo como el amor derramado en mis anteriores líneas decanta en la rabia de las que vienen. Tan pronto como el presidente Maduro tomó el año pasado la resolución de cerrar la frontera en agosto del año 2015, el recién creado Movimiento Bolivariano de Colombian@s por la Paz, salimos a manifestarle nuestro apoyo. Algun@s confundidos dentro de la izquierda de ambos países se sorprendieron, y otros más incluso dejaron ver las costuras de sus convicciones chavistas y bolivarianas al emitir comentarios xenofóbicos contra quienes militamos a su lado. Es por ello que siempre es preciso hacer la larga aclaratoria anterior, el conflicto no es entre pueblos hermanos, el conflicto ha sido y es de clase, y esas clases en nuestra historia se traducen en santanderistas y bolivarianos… de ambos lados de la frontera. Por eso hoy, que se toman nuevas medidas para enfrentar la guerra económica sacando de circulación el billete de 100 Bs. y cerrando toda posibilidad de entrada de billetes desde Colombia, hay sobradas razones como colombo-venezolana para decirle al presidente Maduro, que esta y todas las medidas que se tomen serán acompañadas por la comunidad colombo-venezolana consciente, porque esta guerra económica es contra tod@s. La tan mentada resolución externa 8 de 2000 del Banco de la República de Colombia, permite a la mano sucia y criminal del mercado regular, según la mítica relación oferta-demanda, el precio del peso colombiano ante el Bolívar, sin pasar por el dolar. De nada valen los acuerdos internacionales, y por ejemplo la semana pasada un bolívar valía en Bogotá alrededor de 301 pesos, mientras en Cúcuta, el mismo día, esa mano peluda proimperialista, narcoparamilitar y terrorista del mercado, definió pagar tan solo 2 pesos por cada Bolívar. ¡¡¡301 vs. 2!!! Para quienes no creemos en una separación entre economía y política la sola estrategia que define esta medida nos obliga a enfrentarla. Al fin y al cabo, aún desde un discurso de derecha ¿qué justificación seria puede encontrarse a esa diferencia que no utilice la palabra especulación?, ¿quién puede argumentar en defensa de esa especulación negando a la vez que haya una guerra contra la moneda venezolana?, ¿algún discurso lógico podría separar las intenciones de esta medida de sus consecuencias?, ¿si una medida económica favorece el lavado de dinero, el contrabando de extracción y el robo de papel moneda puede decirse que sus razones, incluso si pudiesen nombrarse estrictamente económicas, son plausibles aún desde la moral capitalista?, ¿si además estos llamados “agentes cambiarios” se alían con un grupo de opositores venezolanos desde 2012 para marcar un dólar paralelo que sustenta la especulación y propaga la incertidumbre hasta niveles terroristas, se puede decir que está al margen del ataque opositor al gobierno legítimamente instituido? El dinero es también una mercancía, cierto, pero con el Bolívar, se les va la mano…compran y acaparan billetes de 100 bolívares en Cúcuta porque uno solo de estos billetes comprado a 200 pesos (el valor de un cigarrillo detallado, por ejemplo) tiene varios usos en Colombia: •   Se usa como la materia prima más barata que se consigue en el mercado colombiano para imprimir dólares falsos. •   Se lleva a Bogotá se cambia a tasa oficial donde valdría alrededor de 30.100 (el valor de aproximadamente 12 cajas de cigarrillos) y, o se obtiene una ganancia inmediata de 29.900 pesos por billete o se cambia más o menos a 9 dólares que luego se traen a Venezuela y se cambian a precio Dólar Today, al día de hoy más o menos 28.000 Bs. La especulación del mercado a su máxima expresión. •   Se juntan suficientes como para venir y comprar gasolina y otros productos que se extraen ilegalmente del país y que arrojan ganancias de más de mil por ciento. •   Se lavan capitales, pues ese contrabando se nacionaliza por diversos mecanismos al entrar a Colombia donde se venden a precios no tan diferentes de los productos colombianos, por lo que arrojan además una gran ganancia. •   Pero como siempre, hasta para la trampa “es mejor ser rico que  pobre”, diría Pambelé. Se alimenta más de una humilde mujer de la frontera con este negocio, cierto, pero quienes en realidad se enriquecen son los narcotraficantes, sus socios y las grandes corporaciones. El primero blanquea capitales y financia a sus socios, pero las últimas que a veces se juntan con el primero, obtienen más ventaja al comprar materia prima en Venezuela, transportarla a sus sucursales en Colombia y procesarlas allá, que las que ningún TLC podría ofrecerles. Y parafraseando a Yudith Valencia, para una gran corporación como Nestlé, por ejemplo, sacar mercancía de una empresa suya a otra sucursal en otro país es casi un movimiento interno de su stock, más que una exportación o un contrabando, y hablando de eso ¿quién se estará llevando el cacao del sur del Lago de Maracaibo?, ¿será que se está procesando en Venezuela? hay dudas y hay rumores. •   Y por último, pero no menos importante… como ya sabemos que el capitalismo se nos mete hasta en la cama, entra en juego hasta una mercancía con la que la plusvalía tiene un matiz más doloroso: el sexo. Mujeres jóvenes, la mayoría estudiantes universitarias de las ciudades cercanas a la frontera, que a pesar de tener educación gratuita cubren otras necesidades, vitales o no, pero necesidades suyas al fin, viajan los fines de semana a someterse a la vida dura, nada fácil, de la prostitución en Colombia, para obtener pesos que luego cambian en bolívares y entran en el ciclo terrible en el que parecen estar atrapando no solo a ellas, sino a tod@s. ¿Hacen falta más razones para apoyar la medida sorpresiva de sacar de circulación el billete de 100 Bs. y cerrar todas las vías que permitan el ingreso al país de estos billetes, con la que se da un paso al frente y un duro golpe a este círculo vicioso cuyo objetivo final es derrotar un proyecto político que ha levantado un acumulado histórico tan fuerte para el mundo que incluso ha sido capaz de impulsar la paz en Colombia? Dice el compañero Sánchez Gordillo, alcalde de la digna Marinaleda: “No hay nada más estúpido que un trabajador de derecha”. Y vaya que l@s hay. El imperialismo articula guerra económica, con guerra de cuarta generación y operaciones psicológicas, además de sus tradicionales mecanismos de exclusión. El “NO” gana en Colombia, la popularidad del gobierno venezolano se vulnera entre el mismo pueblo chavista… y ¿qué hacer? Hoy en la mañana el compañero Vladimir Acosta terminaba su disertación en torno a los cien años del libro de Lenin El imperialismo, fase superior del capitalismo, refiriéndose a la lucha que desde Venezuela se da hoy contra el imperialismo y repitiendo a Lenin, nos preguntó: “Qué hacer, la respuesta…” dijo, “es luchar”. Todo proceso histórico es complejo y tanto más en cuanto más revolucionario sea o se plantee ser. El enemigo lo sabe y también complejiza su ataque. Como colombo-venezolan@s, como revolucionari@s de nuestra Patria Grande, como bolivarian@s y chavistas debemos tener claro que con esta guerra se benefician tal vez cientos de personas de la población colombiana excluida y sometida al desempleo, el desplazamiento forzado, el hambre y la violencia que habitan la frontera de nuestros países. Pero no se alimenta al pueblo pobre de Colombia con lo que de aquí se extrae, no se generan empleos reales que den seguridad y estabilidad, quizás se amortiguan levemente los efectos devastadores del modelo económico colombiano en esas pocas zonas, pero con ello se fortalece una falsa conciencia que nos pone más lejano el cambio en Colombia, se debilita al campo colombiano, se fortalece el narcotráfico y el paramilitarismo que ahora se exporta a Venezuela para aterrorizar a nuestros pueblos y como si fueran pocos argumentos, dentro de este pueblo que ha resistido esta guerra contra Venezuela, millones de colombo-venezolan@s estamos padeciéndola sin ningún apoyo del gobierno de Santos que no atiende a la colombianidad dentro de Colombia, menos lo hace en el extranjero, y en vez de cumplir el compromiso adquirido durante las negociaciones para reabrir la frontera el año pasado, de derogar la resolución 8, corre la arruga con pretextos como la autonomía del Banco de la República y otras beatificaciones del capitalismo bancario y la santificación de la mano impía del mercado. Tenemos claro también que la frontera, que “separa” a nuestros países, es sumamente abstracta, culturalmente invisible, geográficamente difusa al ojo humano (hay que usar GPS) y por todo esto, imposible de controlar como se debería para evitar estos juegos macabros del imperialismo contra las soberanías de nuestras naciones. Por todo esto concluyo que estamos convocados por la historia a dar un paso al frente en los siguientes sentidos: 1)   Apoyar al presidente Maduro en esta y otras medidas que su gobierno tome en torno a la frontera colombo-venezolana, la relación con el gobierno de Colombia y la lucha contra el paramilitarismo para defender la Revolución bolivariana. Nicolás Maduro es, en este momento, no solo el líder del Gobierno venezolano, de la Revolución venezolana sino de la Revolución bolivariana que nos atañe y nos convoca. 2)   Fortalecer nuestra presencia activa dentro de la vanguardia venezolana, porque nuestra doble nacionalidad es también el privilegio de un doble acumulado histórico de lucha y trabajo que debe ser proyectado en Venezuela para fortalecer la resistencia del proyecto bolivariano y nuestro papel en la lucha de clases que se sigue librando en el mundo. Por esto, considero también pertinente solicitar al Gobierno bolivariano el relanzamiento del MOVIMIENTO BOLIVARIANO DE COLOMBIANOS Y COLOMBIANAS POR LA PAZ que constituimos en agosto de 2015 y que finalmente no fue realmente convocado a una participación activa y protagónica dentro de la dinámica nacional. Y activar la colombianidad dentro del PSUV y del GPP. Diciembre de últimas proclamas, un 10 de diciembre de 1830 nuestro Libertador nos dijo: “Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad”, “Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión”. Diciembre de últimas proclamas, un 8 de diciembre de 2012 nuestro Comandante Eterno nos dijo: “No faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para, bueno, mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la Patria. No podrán, ante esta circunstancia de nuevas dificultades –del tamaño que fueren– la respuesta de todos y todas las patriotas, los revolucionarios, los que sentimos a la Patria hasta en las vísceras, como diría Augusto Mijares, es unidad, lucha, batalla y victoria”. Venezolan@s, colombian@s somos hij@s del hombre de las dificultades y como él, como Chávez, como Fidel, sabremos superar las trampas que la oligarquía santanderista de Colombia y Venezuela, siempre criminal y cipaya del imperio capitalista, nos coloque. ¡Socialismo o barbarie! [*]     Militante revolucionaria, madre y  educadora popular. Colombo-venezolana.

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