La Organización Mundial de la Salud ha dado por concluida anteayer la llamada “pandemia” de la gripe A. Una pandemia ficticia, inventada, cuyos efectos han sido los de una simple enfermedad no muy grave.
Cuando se habla de pandemia se habla de una enfermedad epidémica que ataca masivamente a la población. Bueno, pues esta “pandemia” –así catalogada por la OMS, que preveía millones de muertos— ha dejado un balance de unos 18500 muertos en todo el mundo. O sea que el error cometido por la OMS, si lo lleváramos a porcentaje, sería de más del 99%. ¿Cómo es posible tamaña equivocación?
La epidemia anual de gripe estacional se cobra unos 500.000 muertos, y sólo cuando ha pasado de un millón (en 1957 y 1968, en los últimos sesenta años) se la ha considerado una pandemia. Mientras que esta gripe A, con menos de 19.000 fallecidos se la ha clasificado como tal.
Esta extraña interpretación, totalmente errónea y yo diría interesada, ha puesto bajo investigación a los quince componentes del Comité de Emergencia, que es quien decidió la gravedad de la enfermedad. Hoy sabemos que, por lo menos, cinco de esos componentes han cobrado de los laboratorios que fabrican la vacuna de esta gripe. Hoy, sobran decenas de millones de vacunas. Las dosis de la vacuna que compraron los gobiernos en prevención de la enfermedad se están destruyendo masivamente. En España, por ejemplo, se están deshaciendo de seis millones de vacunas, tirando a la basura cuarenta y dos millones de euros ¡qué viva la crisis!
Es vergonzoso y lamentable que un organismo del que no debe de emanar ningún tipo de dudas, como es la OMS, y que debería tener una fiabilidad del 100% haya quedado en manos de gente que ha cometido estos “errores”, y lo más indignante es que todavía los componentes de ese comité no hayan tenido la delicadeza de dimitir, aunque sólo fuera por el pánico y le gasto que ha implicado su “error”.
Había quien estaba diciendo la verdad antes de que se compraran las vacunas: “No era una pandemia”. Teresa Forcades, investigadora y religiosa, sin acusar a nadie, dio las pautas para que los gobiernos no cayeran en el “error” y habló de los intereses que confluían, pero claro, fue inútil. Los gobiernos compraron y dilapidaron dinero público, injustificadamente. Errar es humano, pero hacerlo interesadamente es humano y delictivo.
Y hasta alguna ministra hace de ellos su mejor aval para presentarse como candidata a la C.A.M. Esta señora ministra, candidata a la presidencia de la CAM, será conocida como la dama del Tamifú, vacuna preventiva contra la gripe A de la que compró innecesariamente millones de dosis, fabricada por un laboratorio del que es accionista mayoritario –casualidades de la vida—, Donald Rumsfeld, ex-ministro de defensa de USA, halcón de hierro que inició la guerra de Iraq junto a George Bush.
Ni un reconocimiento del error, al revés, Trinidad Jiménez viene de abanderada de la sanidad. Apañados vamos los madrileños.
Salud y República