Revista Salud y Bienestar
La ONG Médicos Sin Fronteras celebró ayer sus cuatro décadas de ayuda humanitaria de emergencia, una labor y ayuda que le ha valido un Premio Nobel de la Paz, pero que recuerda, es ahora más necesaria que nunca. Aunque el mundo ha experimentado grandes cambios las razones que llevaron a crearla siguen vigentes: millones de personas en todo el mundo son hoy víctimas de crisis que amenazan su vida y su salud, sin que la comunidad internacional sea capaz de prestarles la asistencia que necesitan.
MSF se fundó en París el 21 de diciembre de 1971 por parte de un grupo de médicos y periodistas que habían vuelto de países como Nigeria o Bangladesh, y que, frustrados, se propusieron crear una organización capaz de prestar ayuda médica independiente o, de no ser posible, de usar su testimonio en favor de las poblaciones.
Hoy, MSF es una de las principales organizaciones humanitarias independientes del mundo. Su objetivo ha sido siempre el mismo: preservar la vida, aliviar el sufrimiento y restablecer la dignidad de las personas en periodos en los que su supervivencia está amenazada, trabajando desde principios como la independencia, la neutralidad, la no discriminación, y convicciones como el profesionalismo, la innovación y la transparencia.
Médicos Sin Fronteras, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1991 y Premio Nobel de la Paz en 1999, cuenta actualmente con más de 27.650 trabajadores en cerca de 430 proyectos en 60 países de los cinco continentes. Su labor es posible gracias al apoyo de más de 5 millones de socios y colaboradores en todo el mundo, más de 565.000 de ellos en España, cuyas aportaciones garantizan que el 90% de los fondos de la organización sean de origen privado y su independencia de acción. En 2010 de sus 813 millones de euros de presupuesto, un 93 por ciento partió de fuentes privadas. No hay cifras disponibles que engloben estos 40 años de dedicación, pero solo en 2010 atendió a siete millones de pacientes, intervino mediante 427 proyectos en 80 países, la mayoría de ellos en África, y contó con 30.000 trabajadores y con cinco millones de donantes.
MSF aporta su asistencia a poblaciones en situación precaria y víctimas de conflictos armados, desplazamientos forzados, enfermedades endémicas y epidémicas, catástrofes naturales, violencia social y exclusión de la atención sanitaria, en África, Asia, Latinoamérica y Europa. Más de la mitad de sus proyectos se desarrollan en contextos de conflicto armado, posconflicto o alta inestabilidad interna.
Coincidiendo con su 40 aniversario, MSF celebró el pasado fin de semana su primera Asamblea General Internacional, culminando un proceso de revisión de la estructura de gobierno de la organización. Trabajadores procedentes de los proyectos y oficinas de MSF en todo el mundo se reunieron en París para debatir sobre cuestiones como el futuro de su acción humanitaria, la innovación médica o el testimonio.
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