Norelys Morales Aguilera.─ Urge buscar la justicia internacional, perdida “en los laberintos de la sumisión a los mandatos de los señores de la guerra”, como la ha descrito la periodista argentina y corresponsal del diario La Jornada, Stella Calloni, en referencia a la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Pero, también se han disipado entre retóricas e incongruencias, las que parecían sus metas supremas, como el mantenimiento de la paz mundial y el respeto a los derechos y libertades de todos los seres humanos, dos de los primeros propósitos de la organización al ser fundada el 24 de octubre de 1945, que hoy se celebra como el día de la organización.
El 28 de septiembre de 2015 el presidente de Cuba, Raúl Castro, afirmó que la ONU ha de ser defendida del unilateralismo y debe ser profundamente reformada para democratizarla y acercarla a los pueblos.
Raúl Castro ilustró que a pesar de los compromisos suscritos hace 70 años con la creación de Naciones Unidas para preservar a las generaciones futuras del flagelo de la guerra, en la actualidad persisten los conflictos de agresión y la intervención en los asuntos internos de los Estados.
Añadió que son constantes el derrocamiento por la fuerza de gobiernos soberanos, los “golpes suaves” y la recolonización de territorios, actos para los que se han perfeccionado formas de actuar no convencionales con el empleo de las nuevas tecnologías y la invocación de supuestas violaciones de derechos humanos.
“El compromiso asumido en 1945 de "promover el progreso social y elevar el nivel de vida" de los pueblos y su desarrollo económico y social, sigue siendo una quimera, cuando 795 millones de personas sufren hambre, 781 millones de adultos son analfabetos y 17 000 niños mueren cada día de enfermedades curables, mientras que los gastos militares anuales en todo el mundo ascienden a más de 1,7 millones de millones de dólares”.
70 AÑOS DESPUÉS DE FUNDADA LA ONU
Hoy día, la ONU está integrada por 193 países, de los cuales 15 conforman el Consejo de Seguridad. Desde que se fundó, la estructura del Consejo sólo se ha modificado una vez. En 1965, el ente fue expandido al agregar dos curules no permanentes para sumar un total de 10, mientras que cinco miembros —los que salieron triunfantes de la Segunda Guerra Mundial— son los que mantienen un monopolio sobre el órgano, con el antidemocrático “derecho al veto”: Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, Francia y China.
Obviamente, con ello queda reducida la participación de la mayoría de los países en la toma de decisiones sobre la seguridad y paz mundiales. Así, los acuerdos de la Asamblea General no son vinculantes, es decir, no hay obligación de cumplimiento.
Es absolutamente mayoritaria la cantidad de estados que coinciden en la remodelación o refundación de las Naciones Unidas. También lo ha expresado el Vaticano. Así lo dijo, en 2014, su secretario de Estado, Pietro Parolin, quien consideró necesaria una reforma de la ONU para que sea una organización “fuerte pero democrática”, que no concentre “su poder en manos de unos pocos países” y mantenga “la paz en el mundo”.
Pero, más recientemente, el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) en su declaración de Margarita, Venezuela, también pidió cambio. El presidente Nicolás Maduro afirmó que: “Las Naciones Unidas han agotado su modelo, y no se trata simplemente de proceder a una reforma, el siglo XXI reclama cambios profundos que sólo son posibles con una refundación de esta organización. Esto no sirve, hay que decirlo, es la pura verdad”, enfatizó el líder latinoamericano.
Ejemplos abundan: la ilegalidad de la invasión a Irak, el bochornoso acuerdo del Consejo de Seguridad que permitió a la OTAN destrozar a Libia, la ocupación de Palestina y su ingreso al organismo, vetado por Estados Unidos y, un cuarto ejemplo, hace 20 años que la Asamblea General ha condenado el bloqueo norteamericano a Cuba, y está casi intacto. La minoría no se subordina a la mayoría, ¿será democracia?
Vale la pena unas palabras a la elección en octubre, del secretario general ONU, que recayó en el portugués Antonio Guterres, como su principal funcionario y vocero, que puso en evidencia el procedimiento, criticado por oscuro y antidemocrático.
De hecho, el organismo internacional que se define como custodio de “la paz y la seguridad de los pueblos” y foro contra “la injusticia en el mundo”, ha sido incapaz de regular sus propios mecanismos de elección internos.
BBC Mundo analizaba que poco está escrito sobre cómo debe darse la sucesión, empezando por el escueto artículo 97 de la Carta de la ONU de 1945. Allí se estipula solamente que el candidato “debe ser nombrado por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad”.
Luego, una resolución posterior determinó que el Consejo lideraría el proceso de selección y que lo haría en sesiones privadas para luego elevar un único candidato consensuado a la Asamblea General.
Así se estableció el sistema de straw-polls: aunque el nombre en inglés alude al informal sistema de sorteo extrayendo varillas al azar, se trata en realidad de unos sondeos no vinculantes en el seno del Consejo.
Estos desatinos no son gratuitos. Vienen de un orden mundial injusto, insolidario y capitalista. El resultado lo ha dicho el Secretario General saliente, Ban Ki-moon, con lo que las más altas esferas de las Naciones Unidas aceptan que el organismo internacional no es democrático y no es representativo.
Ban Ki-moon sugirió lo que se ha venido diciendo por mucho tiempo: que la organización sirve intereses de muy pocos, en especial, de Estados Unidos.
“En momentos que estoy por dejar mi puesto, estoy urgiendo a la comunidad internacional que reflejen las voces y las aspiraciones de todos los estados miembros” de reformar al Consejo de Seguridad, dijo Ban. “Es tiempo cúspide para discutir este tema”, remató.
Si por un lado es evidente la necesidad de un ente internacional para dirimir los grandes temas, que afectan al orbe, desde la paz al cambio climático, por el otro, será imposible la necesaria y cabal respuesta a las demandas de esa gran humanidad —parafraseando a Ernesto Guevara a nombre de Cuba— que no tiene más remedio que decir “¡Basta!”, y echar a andar.
http://www.cubahora.cu/politica/la-onu-es-necesaria-pero-refundada