Por: Luis Cino
Amén de los hipercriticones que desde el exterior cuestionan y reprochan a los opositores cada paso que dan o que no dan, hay otros que nos idealizan y atribuyen virtudes en demasía, casi supra.-humanas, con tantos defectos que tenemos.
¿Quién dijo que ahora mismo en la oposición pacífica no hay bribones, timadores, parásitos y demagogos? No serán mayoría, pero hay. ¿Cómo no iba a haberlos? ¿Acaso no está llena de ellos la sociedad cubana actual? Después de todo, salidos de una sociedad degradada durante décadas por un sistema como este, bastante buenos hemos salido los disidentes: pacíficos, razonables y para nada extremistas.
Muchas veces hemos advertido sobre el trasplante en el terreno opositor de los vicios y las taras del oficialismo: el voluntarismo, el teque, las tendencias autoritarias, la intolerancia con todo el que discrepe un milímetro de nuestras opiniones, que enseguida es acusado de ser un agente de la Seguridad del Estado.
Las dictaduras son pródigas en crear, además de seres sumisos y desmoralizados, personalidades sicóticas y paranoicas.
Una Dama de Blanco es reprimida por la policía castrista.Con esos bueyes hemos tenido que arar. Y hemos arado, aunque los surcos no sean un prodigio de rectitud.
Qué va a ser estéril e improductiva la disidencia, si el marabú sirve para carbón, si hasta los pedregales y marabusales puestos en arriendo por el raulismo, producen…Poco y malo, pero producen.
De tanto idealizarnos, algunos nos pintan a los disidentes como un puñado de inútiles buenazos, santones prestos al martirio, arando en el mar, en medio de una tribu de aseres desalmados.
A veces puede dar la impresión de que el castrismo y la oposición, a pesar de sus diferencias abismales, han llegado a una especie de equilibrio. Pero el hecho de que mujeres y hombres que solo tienen el cuerpo para recibir los golpes, resistan, persistan y logren empatar, siquiera a cero, el juego con una dictadura matrera, desaprensiva y que no se mide demasiado a la hora de ser cruel, es casi una proeza.
Con errores e insuficiencias, es una dicha que nuestra oposición, para romper ese equilibrio forzoso, no haya dejado de ser “la conspiración de bellas personas” que dijera hace unos años Néstor Díaz de Villegas. Realmente no es tal. Pero casi. Ojala lo fuera. Aunque tuviéramos que seguir en el equilibrio perpetuo. Eternamente Yolanda. For ever and ever. Y a mucha honra.
El problema más difícil no es tanto ganarse a las masas, que más descontentas con el régimen no pueden estar, sino lograr que venzan el miedo y la apatía. Pero hay una chusma sin principios que no tiene arreglo ni redención, al menos a corto plazo.
Dicen –y los hechos están demostrando que es cierto- que esa chusma, que tan sumisa y manipulable fue, será la sepulturera del castrismo. OK. Que se ocupen del velorio, que lleven al difunto a la fosa, le echen tierra y la apisonen. Y después, ya veremos qué pasa…
En la disidencia tenemos inescrupulosos, frustrados, acomplejados, trápalas. No son muchos, pero hay. Con ellos tenemos de sobra. Que no vengan a nosotros también los malhechores. No los necesitamos para hacer bulto.
En lo único que los disidentes superamos al régimen es en la decencia. Y a esa superioridad, la moral, no podemos renunciar.