La mayoría de las
investigaciones sobre el comportamiento social se han centrado en los circuitos
cerebrales para conductas cableadas, como la agresión, el sexo o la maternidad.
Encontrar un sustrato neuronal para el aprendizaje social proporciona una
perspectiva diferente del comportamiento social, con posible relevancia para
trastornos como el autismo. En sus experimentos, publicados en la revista Cell el equipo de la Universidad de Princeton dio
a dos ratones la oportunidad de socializar en una jaula que limitaba la
movilidad de uno de los ratones, por lo que el ratón de prueba podría elegir si
ir o no al objetivo, para comportamientos amistosos como olfatear. Más tarde,
el ratón de prueba se reintrodujo en la jaula de prueba. Cuando los
investigadores usaron la optogenética, (una técnica biológica que implica el
uso de la luz para controlar las neuronas, para inhibir la vía social-espacial
clave que habían identificado en el cerebro) el ratón de prueba vagó libremente
por el espacio. Cuando no inhibieron ese circuito, el ratón de prueba prefirió
pasar el tiempo en el lugar que recordaba haber socializado con el otro ratón. En
otras palabras, había aprendido dónde estaba el lugar divertido o de reunión y
eligió regresar. Los humanos participan en este tipo de asociación socioespacial
todo el tiempo, ya sea visitando el club más nuevo o regresando a un centro
comercial, una cafetería, un parque u otro lugar donde recordamos pasar tiempo
divertido con los amigos. Al igual que los ratones, los humanos pasan la mayor
parte de el tiempo en interacciones sociales.