Fragmentos de la crónica de un corresponsal extranjero sobre la crisis económica:
“El que tenía una profesión o un empleo echaba una firma, y en paz. Los bancos admitían toda suerte de boquillazos, y, al facilitar de este modo la compra de viviendas, la demanda aumentaba, y al aumentar la demanda los precios subían, y todos ganaban.
Y como ganaban, compraban viviendas más caras, y las viviendas volvían a subir, y las gentes volvían a ganar, y el globo se iba dilatando, y cuanto más se dilataba el globo, ascendía mucho más alto, y nadie pensaba en el reventón inevitable.
Esta es, en su primera parte la historia de la última catástrofe económica que ha ocurrido en España. Segunda parte: un botones del hotel que acaba de traerme hielo me ha dicho que tiene que apartar gran parte de su sueldo para cubrir su deuda. Los chicos de los ascensores están en el mismo caso, como el jefe de los limpiabotas y todos los demás”.
El corresponsal es un gran periodista. Con este inicio su crónica condensó la burbuja inmobiliaria. Gastamos lo que no teníamos para comprar viviendas más grandes y mejores, y llegó el día en que, por la misma burbuja generada con esas compras, no podríamos pagarlas.
Lo que pasa es que esta crónica se debe a Julio Camba, corresponsal en Nueva York, y se publicó el 7 de enero de 1931, hace 83 años.
Quien firma aquí pone ladrillo o viviendas, pero el gran corresponsal escribía acciones, es decir, el origen y las consecuencias del crack de 1929.
Camba retrataba entonces lo que iba a repetirse periódicamente con todo tipo de burbujas que nos han arruinado.
Los genios como él dejan descripciones de nuestra estupidez con valor perenne.
-----
SALAS