Hace tiempo que le pedí a una de mis grandes amigas, La Orquidea Dichosa, que escribiera algo para mi blog. Aunque le di libertad para elegir el tema, le indiqué que me interesaba mucho su punto de vista en cuanto a sobrellevar la crianza en un entorno que entiende que las cosas deben ser de otra manera. Os recomiendo muchísimo su blog, de cabo a rabo, pero quizá para entender este post os venga bien leer su entrada Mamá, soy alemana, que explica con mucho humor cómo entendía las cosas su madre y cómo las entiende ella ahora.
Me ha gustado mucho lo que ha escrito y, de hecho, me ha dado pie a una entrada reflexionando sobre el tema, que publicaré dentro de unos días.
Sin duda la pregunta que me repiten con más frecuencia es: ¿Cómo se hace? ¿Cómo soportaste las continuas críticas de un entorno contrario a tu forma de criar? Y es que los “buenos consejos”, por lo general bienintencionados pero faltos de empatía, es algo a lo que nos tenemos que enfrentar todas las mujeres cuando nos convertimos en madres.
Cuando una mujer acaba de dar a luz es al mismo tiempo el ser más poderoso y el más vulnerable.
Nos volvemos poderosas de un modo animal, pues al parir se activa en nosotras el instinto de un modo que nunca antes habíamos experimentado. A menudo se dice que los niños nacen sin libro de instrucciones, pero esto no es verdad. Las madres llevamos el libro de instrucciones impreso en nuestros genes, y cuando nace nuestro primer hijo todo ese conocimiento viene a nosotras. Es nuestro instinto, ese que nos dice que no le dejemos llorar, que le tomemos en brazos, que no nos separemos de su lado, que si le cojemos en brazos y le mecemos, si le ponemos en nuestro pecho, dejará de llorar.
Pero también nos volvemos tremendamente vulnerables, y es que en una sociedad que busca la igualdad a base de negar la naturaleza y esencia de la mujer no hay cabida para el instinto animal. Sólo cabe la adaptación al entorno, y de ahí nace la exigencia de “independizar” prematuramente a los bebés, y de que la mujer sea a la vez profesional, madre, mujer, amiga, hija, compañera… todo ello a la perfección y sin despeinarse. Toda esta mezcla de exigencias y sentimientos, y el influjo de las hormonas que nuestro cuerpo segrega en el postparto hace que las mujeres nos sintamos inseguras respecto a nuestras decisiones y nuestras elecciones, y que todo aquello que nos dicen nos afecte especialmente.
Y lo que suele escuchar una madre reciente es todo un grupo de frases que como sociedad repetimos una y otra vez: “no lo cojas que se malcría”. “Déjalo llorar un poco que tiene que aprender a dormir”. “Déjalo con tus padres, tiene que despegarse de vosotros”. “Llévalo a la guardería que le viene muy bien”.
Frases que repetimos como si de un mantra se tratara, sin importar si tenemos o no experiencia en bebés, sin preguntarnos si lo que estamos diciendo tiene sentido, y sobre todo sin pararnos a pensar en las consecuencias que nuestras palabras puedan tener sobre esa madre, y, lo que es peor, sobre ese bebé.
Es importante que toda mujer embarazada sea consciente de ello, pues el conocimiento de cómo se sentirá y a lo que se tendrá que enfrentar es la primera arma necesaria para afrontar los comentarios y críticas.
La segunda e imprescindible es la información. Lee, y lee mucho. Del embarazo, de la lactancia, de la crianza, del sueño del bebé y del niño. Y no te quedes con lo primero que leas: busca, contrasta, enfrenta opiniones y posiciones. Créate la tuya propia, esa que te sale de dentro, sin atender a las limitaciones de los convencionalismos y la sociedad. Lee blogs, las experiencias y pensamientos de otras mamás son una joya y un regalo, aprovecha todo el aprendizaje que puedes sacar de ellos.
La información te dará seguridad para actuar y argumentos para rebatir a quienes te critiquen… si es que quieres hacerlo, claro.
Por último, valora los comentarios según de quien provengan.
Si alguien te para por la calle y te dice cuatro tonterías, ni te molestes en escucharle. ¿ Acaso lo harías si se tratara de otro tema?.
Si alguien que ni tiene hijos ni experiencia en niños te da consejos, sonríe y ríete interiormente de su bendita ignorancia y ceguera social. ¿Dejarías acaso que alguien que ni es mecánico ni sabe de coches te dijera cómo arreglar el tuyo, “porque le han dicho que se hace así”?.
Y lo más difícil: madres, suegras y demás mujeres cercanas y “experimentadas”, que pretenderán decirte lo que tienes que hacer, y en ocasiones incluso se enojarán porque no quieras escuchar “la voz de la experiencia”… no temas recordarles que cada bebé/niño/madre/familia es distinta, no hay verdades universales, no hay soluciones mágicas, y tú, como madre, eres quien debe encontrar las vuestras… y su misión no es aleccionarte, sino apoyarte y respetarte.
No olvides que nadie tiene derecho a decirte cómo has de criar a tus hijos.