Como dijo House, hay mujeres que aceptan a sus parásitos, les ponen nombres, los visten y los ponen a jugar con otros parásitos. Esta realidad es similar a la que experimenta el gusano de la col ( Pieris rapae). Sin embargo, en vez de resultar del producto de la interacción con otro miembro de su especie, es la consecuencia de la acción de varias avispas ( Cotesia glomerata y Cotesia rubecula).
Este fenómeno es iniciado por la propia oruga, pero no porque le ponga ojitos a la avispa, sino a través de su propia alimentación. Cuando es dañada, excretada y regurgitada, las coles emiten sustancias volátiles. En este caso, estas avispas son sensibles a ellas, viéndose atraídas por la planta y depositando sus huevos en el interior de la oruga. De esta manera, si se produce una destruccion excesiva, la planta puede controlar la población de orugas y protegerse contra las plagas.
Ahora bien, ¿las orugas aceptan sin más cualquier parásito? Por supuesto que no. Los insectos tienen mecanismos de defensa entre los que se incluye un complejo sistema inmunológico. Este atacaría por defecto a los cuerpos extraños que son los huevos de avispa. Es por ello que la avispa infecta a la oruga con polidnavirus que evitan la encapsulación de los huevos y las larvas. Antes de abandonar su cuerpo, estas la devoran por dentro, tomando principalmente su hemolinfa y evitando órganos vitales. Por su parte, la oruga debe consumir más de lo habitual.
No solo es habitual la presencia de virus que favorezcan a los parásitos, sino que también es común que se produzcan defensas adicionales. A menos que el ciclo de vida del parásito implique que el huésped sea atacado por un depredador, debe evitar que esto ocurra. Para ello debe controlar su comportamiento. Para empezar, cuando la oruga va a crear la crisálida, primero sitúa sobre la planta una alfombra de seda. Es el momento en el que emergen los parásitos de su cuerpo y se envuelven en esta alfombra. La oruga, aún viva, entonces cubre en seda a los parásitos. Esta cubierta los protege a su vez de otros parásitos, especialmente aquellos alejados de la superficie.
Los hiperparásitos, es decir, los parásitos que parasitan al primer parásito, pueden ser atraídos por la planta. De esa manera, avispas como Lysibia nana plantan sus huevos sobre las crisálidas de avispa, principalmente de C. glomerata.
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