Un día encontraron dos peregrinos en la arena de la playa una ostra que acababan de traer las olas; la devoraban con los ojos, la señalaban con el dedo; pero finalmente tuvieron que disputársela con los dientes. Cuando uno de ellos bajaba para cogerla, el otro le dio un empellon, diciendo:
—Vamos a ver a quién le corresponde. El primero que la haya visto, ese la engullirá. El otro, le mirará. —Si eso vale, -contestó el camarada-, yo tengo muy buena vista, gracias a Dios. —No es mala tampoco la mía, -replicó el primero-, y os digo que he divisado la ostra antes que vos. —Pues bien: si la habéis divisado, yo la he olido ”
Estaban es estos dimes y diretes, cuando llego Don picapleitos, y le tomaron por juez. Don picapleitos abrió gravemente la ostra y se la tragó, a las babas de los litigantes. Y después de haberla saboreado, dijo con tono de presidente de sala: “Tomad; el tribunal os adjudica a cada uno de vosotros una de las conchas. Marchad en paz”
- Moraleja: