Claro, ya sé que es irónico, que el fin de la OTAN no es ser humanitaria, pero lo que tampoco debería ser es una organización deshumanizada, incapaz de ayudar a unos pobres inmigrantes subsaharianos, a los que ha dejado morir.
Ser inmigrante es un mal mayor en Europa. Sus derechos humanos se conculcan: murallas físicas, fronteras inexpugnables, deportaciones, imposibilidad de obtener papeles, y además viene la OTAN y les remata.
Seguro que no pasará nada, excusas, el hecho de dejar morir a decenas de inmigrantes, no tiene la menor importancia. Al fin y al cabo, son eso, simples inmigrantes, nada comparados con los responsables de la OTAN, esos que decidieron no tomar acción, esos que desde sus despachos dejaron pasar el tiempo hasta que sesenta y un inmigrantes, después de dieciséis días con su embarcación a la deriva, murieron de sed y hambre. Y todo eso, a pesar de que desde el primer día, la OTAN conocía su existencia.
Y es que la carne de inmigrante está a precio de saldo. Mientras, estos generales y militares de la OTAN engordan su culo en un sillón, con sueldos de oro, organizando la próxima guerra.
Estos responsables canallas han cometido un delito por el que deberían ser juzgados y condenados a cadena perpetua. Esto ha sido ni más ni menos que un asesinato colectivo cometido a sangre fría. Gentuza que no sólo es inhumana sino que se ha saltado la ley, que obliga a asistir a cualquier llamada de socorro.
Once salvaron sus vidas, gracias al apoyo de la policía local de Lampedusa, de habitantes de la isla, miembros de ONG y periodistas que formaron una cadena humana. Mientras, la OTAN estaba en otras tareas más importantes, como por ejemplo en una guerra maldita como la de Libia, en la que todos los días matan civiles indefensos. ¡Porco mondo!
Salud y República