A menos de ocho kilómetros de la ciudad de La Habana, este pequeño pueblo de pescadores, trabajadores y hombres y mujeres de campo, vive de lo que regala la cercanía al mar. Así como del atractivo turístico en época de verano ante el Sol abrasador de Cuba, razón por la cual desde hace uno años se rescata el espacio que antaño era parte del mar y la mano del hombre hizo suya.
Más pequeño que el malecón de La Habana, Playa Baracoa también tiene el suyo.
La brisa del mar invita, pese al calor, a recorrer sus calles en familia.
En el pueblo antes había incluso una salina, que hoy es solo una laguna.
Si bien el mar está presente en los baracoenses, muchos de sus habitantes tienen sus propias huertas, cría de animales y hasta de caballos.
Como en toda Cuba, el puerco asado marca las fiestas por el nuevo año.
Otra tradición de la isla es la quema de muñecos para, según cuentan, llevarse todo lo malo del año pasado con el fuego y llegar al nuevo con energías positivas y renovadas.