Cuando llegan las Olimpiadas cuántos de nosotros estamos levantados esperando la gran final, aunque se juegue a las tres de la mañana, y sea de tiro con arco, deporte que no nos ha atraído en nuestra vida, pero dada la cita olímpica concita todo nuestro interés. Esas ocasiones tienen un plus de emoción que hace que nuestra adrenalina se dispare. Anoche, sin ir más lejos, en las Olimpiadas de Vancouver, presenciaba la tensión de una emocionante final de curling, ese deporte tan interesante en que se empuja una especie de piedra por el suelo helado y hay dos señores con escobas barriendo por delante. Pues sí, podría parecernos una chuminada, pero si llega a estar allí la selección, millones de españoles a los que les importa un pito el curling, o como demonios se llame, habrían estado de cara al televisor.
Este mismo martes los amantes del fútbol tuvieron una cita de ese tipo en Mestalla. El rival no era gran cosa, pero lo incierto de la eliminatoria hizo reventar las gradas. Se palpaba la tensión. El nerviosismo. Como dicen los cursis, son citas que crean afición.
La piscina de Nazaret ha vivido esta tarde una de esas ocasiones. Para poder llegar a ella el Turia ha tenido que hacer las cosas muy bien y estar por lo tanto en condiciones de poder disputar el ascenso a un gran Club con larga tradición y que ha realizado un gran esfuerzo económico por llegar a donde sin duda le corresponde estar, en División de Honor.
Nuestro equipo ha demostrado cumplidamente a lo largo de la temporada que está donde está por su propio mérito deportivo sin que se nos haya regalado nada.
Y ha llegado pues ese día importante en el que hemos de pasar examen, palabra cuya sola mención nos altera el ritmo cardiaco y la tensión es tal que el duelo se resuelve normalmente a favor del más curtido a la hora de verse en esas, en el que gana el que domina los nervios.
Se enfrentaban hoy en partido decisivo el equipo llamado desde pretemporada al ascenso, el Catalunya, con un recién llegado desde 2ª división al que las circunstancias de la liga lo han colocado en disposición de lograr un sueño.
Y la veteranía de unos en afrontar ese tipo de partidos ha decantado claramente el resultado a su favor. El compromiso ha encogido hasta el extremo los brazos de nuestros jugadores. Cierto es que disponen de un gran portero pero también lo es que hemos visto desperdiciar jugadas de hombre de más, incluso de doble hombre de más, situaciones en que se disparaba a los pocos segundos, sin apenas circular el balón, o por el contrario nadie se atrevía a disparar.
Aquella derrota tan ajustada del partido de ida parecía presagiar otro escenario, pero entonces se jugó a ver qué pasaba, sin ninguna tensión, sin más compromiso que "quedar bien", y ahora se trataba de proclamar a los cuatro vientos nuestra candidatura para poder compartir el próximo año la piscina con la aristocracia de nuestro deporte. Las ganas de jugar como nunca os han impedido hacerlo como siempre
Pero no pasa nada. En primer lugar porque para poder perder esta ocasión es imprescindible haber llegado a ella. Y nos lo hemos ganado. De eso tenemos que estar orgullosos. Y también para muchos, aunque dolorosa, ha sido una lección que es vital aprender.
Bravo chavales.