En 1994 China se conectaba por primera vez a la World Wide Web. Sucedía como colofón de un cambio político que ya había comenzado con Deng Xiaoping, un líder pragmático que parecía querer abandonar en parte el maoísmo para lograr la efectiva inserción económica internacional a través de la participación en el libre mercado, manteniendo, eso sí, la lógica de partido único. Sumarse a la era de la información era, a ojos de este dirigente, una cuestión esencial para avanzar en el desarrollo económico y para asemejarse a los países occidentales que estaban virando de un modelo industrial hacia una sociedad de la información. Sus sucesores siguieron la tónica marcada por su liderazgo.
En cuanto a la entrada en la era de la información, Deng Xiaoping no se equivocaba: internet iba a marcar el ritmo en las próximas décadas en lo social, lo económico y lo político. Lograr una sociedad conectada devenía una necesidad para las potencias emergentes. No olvidemos además que el desarrollo, ligado al crecimiento económico, es uno de los pilares legitimadores del Partido Comunista Chino (PCCh).
En suma, la inversión en tecnologías de la información puede explicarse a través de razones geopolíticas. China quiere convertirse en un líder regional y global equiparable a sus socios comerciales occidentales, así como por la búsqueda de legitimación interna: el acceso a nuevas tecnologías se veía como parte del desarrollo económico. Esta apuesta política podía solucionar además un problema candente en la sociedad china, que es el de la discordancia entre el discurso socialista del PCCh y las malas condiciones laborales de su población. La falta de sindicatos no oficiales se traducía además en el enquistamiento de un conflicto que prometía agudizarse. Invertir en tecnologías de la información y reorientar la economía hacia sectores que requieren mayor cualificación y menos riesgos laborales, aminoraría en parte esta tensión.
Esta decisión supone sin embargo importantes riesgos para el gobierno central: el control del relato político, de la disidencia y de las informaciones que provienen de otros países se convierte en una difícil misión si se logra una sociedad plenamente conectada. ¿Cómo pensaba lograr Pekín mantener un régimen autocrático con una ‘red abierta’?
China es a día de hoy el país con más usuarios de internet, así como el país que más contenido produceEl ‘Great Firewall’
Dado que los inicios de internet en China coincidieron con un contexto marcado por la caída de la URSS, los hechos ocurridos en Tiannanmen y la actividad de Deng Xiaoping como presidente, el desarrollo de su modelo fue muy diferente del que quizá se hubiera realizado en la época de ortodoxia comunista. En 1993 se pasó de un modelo de monopolio a uno de oligopolios semiprivados y a una mercantilización de la red. Aún así, ésta no fue nunca ‘libre’, como sucedió en un principio en Estados Unidos, y su desarrollo fue acompañado de avances en un sistema de censura paralelo. Con el objetivo de asegurar que internet no pusiera en riesgo la legitimidad de su gobierno, Pekín puso en marcha en 2006 el ‘Great Firewall’, un sistema que, a través de diferentes métodos, filtra, bloquea y censura la información que circula por internet.
Los métodos son diversos, desde directamente la supresión de contenidos, hasta la regulación de servidores de internet o la identificación de disidentes, lo que también se traduce en promoción de la autocensura. Las empresas de telecomunicaciones que operan en China terminan colaborando en la cesión de información al gobierno, algo que sucede en mayor o menor medida en todos los países, pero que es duramente criticado en el caso chino por el tratamiento que reciben en éste los disidentes. Viene a la mente el caso de la detención de Shi Tao de 2014, un periodista que envió un email anónimo a una organización de derechos humanos a través de Yahoo!, empresa que cedió los datos al gobierno y a ello le siguió una sentencia de diez años en prisión.
Comenzaban los años 90 cuando Bill Clinton, no sin una buena dosis de mordacidad, deseaba suerte al gobierno chino en sus intentos de controlar internet, a sus ojos algo imposible. Sin embargo, el modelo de censura que ha ido desarrollando el régimen chino ha ido logrando controlar la mayor parte de la información que circula en la red, por los menos aquella que lo hace dentro de lo que pudieran considerarse ‘sus fronteras’. Las inversiones en sistemas de seguridad y control, desde cámaras CCTV hasta software de reconocimiento de caras, están en auge tanto en China como en Estados Unidos. La monitorización de las conversaciones telefónicas, de las visitas a páginas web o del recorrido que hacen los usuarios diariamente son técnicas ya empleadas por numerosas agencias de seguridad. China avanza hoy en la unificación de las bases de datos, procurando además dotar al sistema de la suficiente velocidad.
Shenzen, una de las principales ciudades comerciales, se ha convertido en un experimento de muestreo de estas técnicas: sus habitantes están constantemente filmados y su vida virtual casi completamente monitorizada. Lejos de desconcertarse ante esta sobrevigilancia, numerosas empresas y países aguardan con expectación los avances en este campo listos para invertir y exportar esta tecnología al resto del mundo en un sector que se considera puntero. La sofisticación del modelo de censura chino ha sido en gran medida exportado a otros sistemas autoritarios, pero sus vanguardistas productos tampoco dejan indiferentes a muchos sistemas democráticos.
Todos estos procedimientos de censura y vigilancia se enmarcan dentro de un proyecto general llamado Golden Shield Project o Proyecto del Escudo Dorado, basado en una red de vigilancia centralizada en el Ministerio de Seguridad y en la que participan numerosos actores a diferentes niveles. Uno central es el Ministerio de Industria y Tecnología, que obliga por ejemplo a que las industrias de producción de microchips y software introduzcan en estos variaciones que permitan rastrear a los usuarios que los utilicen. También encontramos como colaboradores en esta red de seguridad a empresas extranjeras, a dueños de cibercafés, ciudadanos regulares que ceden información al gobierno, unidades especiales de la policía, sistemas de grabación en las calles…
En cuanto al control de contenidos en internet, las páginas consideradas ‘peligrosas’ bien son directamente suprimidas, bien aparecen monitoreadas; cuando esto último sucede aparecen en la pantalla dos policías virtuales, Jingjing y Chacha, que advierten a los usuarios de que están siendo supervisados.
El control sobre internet en China se establece a través de la regulación directa de contenidos, pero también a través de una co-regulación con el sector privado. Los proveedores de servicio que se establezcan en China, deben filtrar la información ‘ilegal’, monitorizar la actividad cibernética y reportar a las autoridades actividades irregulares. Básicamente, el gobierno diferencia entre red global y red doméstica. Diez agencias aprobadas por el gobierno vigilan la conexión entre la ‘intranet’ china y la red global.
De acuerdo con las encuestas del Pew Research Center, un think tank estadounidense, algo más del 80% de la población en China apoya la labor de filtración, monitoreo y control que el gobierno ejerce en internet. Asimismo, muchos ciudadanos consideran más fiables las páginas web del PCCh y entienden que se vigile y persiga a la disidencia, especialmente si se trata de activistas de Falun Gong y del Tíbet. Evidentemente, el gobierno chino encuentra resistencia entre muchos ciudadanos y hay tensiones internas que prometen ir en aumento en los próximos años pero, ¿cómo se explica esta aquiescencia?
Discurso de legitimación interna
Pocos son ya los que mantienen una concepción de la red como espacio global sin fronteras al que las soberanías territoriales no pueden extenderse. China, desde su primera conexión, entendía internet como un espacio nuevo, pero en el que se mantenían sus fronteras tradicionales. La soberanía china no busca un control de toda la red, pero sí a las conexiones que tengan lugar dentro de sus fronteras.
Este intento de reterritorializar la red tiene que ver con la gobernanza global de internet, marcada en gran medida por la supremacía estadounidense, y con la voluntad de filtrar y controlar la información en circulación. China quiere un internet libre de injerencia extranjera en el que además pueda seguir inspeccionando los contenidos. Para lograrlo, ha desarrollado un modelo de internet con mecanismos de control y censura respaldados por un discurso nacionalista y defensivo.
El modelo de internet chino se conforma en parte en referencia al de Estados Unidos, el cual defiende discursivamente un modelo de internet libre y global en el que el que primen la libertad de expresión y el respeto por los derechos humanos, y que económicamente esté dirigido, o más bien conducido, por el mercado. Aunque este ‘modelo’ sea implementado en parte, no es desconocido el intrusivo papel que ha tenido este estado en la privacidad de los internautas. Estados Unidos tiene una de las políticas más laxas con respecto a la protección de datos del mundo occidental y el peso de la seguridad ha primado sobre el de la protección de datos y la privacidad.
China defiende un modelo de internet en el que las fronteras nacionales sigan operando con su lógica, dirigido desde el estado y en el que los ciudadanos teóricamente puedan expresarse libremente, pero eso sí, sin perjudicar el bienestar general. Con el pragmatismo de Deng Xiaoping, se instaura el argumento de hacer primar los derechos económicos sobre los civiles y políticos. Esta idea se traslada a internet, que se ve como un derecho económico al que todos debieran tener acceso, razón por la cual debe asignarse desde el estado, pero cuya utilización no debe en ningún caso hacer peligrar el interés general, representado por la estabilidad del régimen político.
El PCCh se identifica con el Estado, con la estabilidad del sistema y con el desarrollo económico, luego cualquier ataque al primero supone un ataque a la nación, a la economía y a la estabilidad, valor crucial en China. De hecho, su particular entrada en el sistema de libre mercado internacional bebe de principios confucianos que se contraponen al individualismo occidental y que se utilizan para disculpar el déficit democrático. La importancia del orden social, del trabajo duro y sobre todo de la armonía, forman parte del argumentario político del PCCh, prueba de ello es la referencia al modelo chino como ‘sociedad de armonía socialista’ por Hu Jiantao.
Dentro de este cuerpo teórico, aparece el ensalzamiento de la nación y la utilización del enemigo externo. Así, se culpa a los poderes extranjeros de los males que asolaban a China. A través de referencias a las injerencias extranjeras, ya sea al imperialismo occidental o al de su vecino Japón, se genera un discurso defensivo que se traslada a la red. Se entiende que la utilización de productos extranjeros puede dañar al estado chino y servir de flanco para el espionaje, especialmente el de Estados Unidos.
Por el momento, para un usuario medio chino, resulta muy difícil acceder a la red global, y páginas como YouTube, Facebook o Twitter son generalmente inaccesibles. China sabe que las nuevas estrategias de seguridad y defensa en la actualidad pasan por un uso más intensivo de la minería de datos, el hackeo y las redes. Esto supone un giro en los asuntos militares en el que China no quiere quedar atrás, por ello ha lanzado su propia versión de estas páginas para que la información no llegue a ‘territorio enemigo’.
El Gran Firewall mantiene fuera de la internet china contenidos o redes sociales naturalizadas en buena parte del resto del mundoEl nacionalismo, la búsqueda de armonía y la estabilidad económicas sirven como columnas discursivas al modelo de internet chino, pero a su vez el gobierno ha sabido hacer uso de la red para legitimarse. Para empezar, China se ha convertido en el país con más usuarios de internet en el mundo, y busca conseguir una sociedad conectada, objetivo que liga al desarrollo económico. Bien es verdad que la penetración de internet ha sido dispar territorialmente, llegando especialmente a ciudades y no tanto a zonas rurales del interior, y que presenta aún una tasa de penetración relativamente baja, de alrededor del 50%. Ello no obsta para que el número de internautas siga creciendo y que esto sea visto como una consecución del prometido desarrollo económico.
Asimismo, el Comité Central ha utilizado la red para limpiar de corrupción el PCCh a ojos de la ciudadanía, favoreciendo las denuncias de líderes corruptos a nivel local a través de la red. Muchos argumentan que se han utilizado chivos expiatorios para lavar la imagen general del partido, pero ello ha servido para fortalecer la imagen de estar realizando un ejercicio de higienización. La lucha contra la corrupción y la meritocratización de la política, es decir, la idea de un gobierno de los mejores que consiguen crecimiento económico y desarrollo, y, como consecuencia, el bienestar general, son puntos clave de legitimación para el PCCh, e internet ha servido en parte a la hora de reforzar esta imagen.
Por último, otra estrategia que Pekín ha sabido dirigir con gran inteligencia es la de las discusiones veladas en la red. De nuevo a través del ámbito local y abriendo debates y formas de votación en la red, ha permitido a los internautas opinar sobre políticas del PCCh, generalmente bajo vigilancia y con participación de personal del partido encargado de reconducir la discusión en favor de la postura del PCCh.
Evidentemente no se trata de una democratización del sistema sino de maniobras de legitimación del partido, pero que sí han servido como feedback al gobierno central dando así cierta apariencia, por lo menos a ojos de la ciudadanía, de apertura democrática. En los últimos años, se han realizado cambios que, si bien no dejan de ser cosméticos, van en la línea de la democratización, como por ejemplo la eficiencia burocrática o la movilidad dentro del partido. Junto con esta nueva línea, se enuncia otro de los pilares, la gobernanza, ya que si bien parece completamente centralizado, lo cierto es que el sistema chino consta de numerosas administraciones locales y sectoriales que, aunque obedecen las órdenes del gobierno central, juegan también su papel en la elaboración e implementación de políticas. El tamaño de este país no se puede gestionar en un modelo centralizado completamente vertical.
El modelo de internet chino y el discurso interno de legitimación muestran numerosas contradicciones que tienden a despistar a los analistas occidentales. Un factor crucial a la hora de prever cómo evolucionará el modelo de internet chino es el viraje económico que está dando su economía desde hace varios años, empezada en el 18º Congreso del Partido Comunista Chino (2012). Este giro consiste en fomentar el consumo interno en detrimento de una economía orientada hacia la exportación. En parte debido a la crisis de 2008, China temía contagiarse en el futuro de crisis internacionales que debilitaran su crecimiento por su gran dependencia de las exportaciones y buscaba dar salida a su producción. Un crecimiento en el consumo interno supondría un aumento de la clase media dentro del país y, como consecuencia, una mayor compra de productos TIC (Tecnología de la Información y la Comunicación). Ello daría lugar a más usuarios, lo que sería positivo para los objetivos de desarrollo del PCCh, pero que dificultaría el modelo de vigilancia y censura de contenidos.
China no pretende controlar la red como tal, pero sí tiene una visión de ésta como parte de su esfera de influencia, al menos dentro de sus fronteras. Esto quiere decir que Pekín contempla internet como un espacio que debe extenderse bajo el ala de su soberanía. Hasta el momento, China ha tenido bastante éxito en su doble juego de libre mercado y régimen autoritario, contrariamente a lo que muchos teóricos que vinculan democracia y libre mercado predicaban. Incluso puede decirse que el estado y el mercado se han complementado orquestando un crecimiento económico sin precendentes. Pero la incipiente clase media con sus nuevas exigencias no es el único problema que tiene en puertas esta potencia.
Los avances en las negociaciones comerciales tanto de la Organización Mundial del Comercio, como en el Tratado Transpacífico, limitan en gran medida los márgenes de actuación de los estados aumentando el poder de las empresas. ¿Qué puede significar esto en el caso de China? Concretamente puede traducirse en una obligación para China de dejar de limitar las participaciones extranjeras en sus empresas, dando mayor poder y margen al sector privado en detrimento del control del PCCh. Que esto devenga en una mayor democratización está bastante en duda, pero desde luego China deberá resignarse a aceptar ciertas transformaciones. Es más, vincular un mayor poder del sector privado con una mayor democratización es tan capcioso como fácil de desmontar. Observemos si no, el ejemplo de Estados Unidos, donde la cooperación entre el sector privado y el público han afectado gravemente a los derechos de sus ciudadanos.
Volviendo a China, vemos que internet parecía una válvula de escape para aquellos opositores que quisieran libremente expresar su opinión, pero se ha dado muchas veces el caso de que internet puede ponerlos en más peligro aún. No podemos olvidar que los flujos de información son también un capital codiciado por el sector privado y los estados, democráticos o no, se debaten entre una mayor protección de datos y una mayor seguridad/control en la red, conscientes todo ellos de que la información es poder.
No obstante, el número de actores de la intranet china va a crecer y la división entre red global e interna puede llegar a difuminarse, tanto por un mayor número de empresas extranjeras en el país, como por una mayor penetración de la red en la población. Veremos si el PCCh sabe o necesita amoldarse a las nuevas circunstancias o si la estrategia actual puede seguir su curso sin la exigencia de grandes cambios.