Lo que, en el sentir y gozar de nuestros pueblos se conocía como "la solana", aunque lógicamente tuviese mucho que ver con el sol, sobre todo durante el invierno cuando se buscaba el mínimo rayo de sol para que templase un poco el frío ambiente de los días, hoy en día bien pudiéramos decir que en aquel entonces, aun sin saberlo, se convertía cada jornada en el auténtico mentidero del pueblo; el lugar donde de manera informal se reunían los mayores, y también los mozos, y se intercambiaban las noticias más recientes, se contaban sus cuitas y sus penas y compartían también sus alegrías; con un espacio también para las críticas más o menos veladas de éste o de aquel vecino, del maestro, del médico, del cura o del alcalde.
Claro que el lugar que, por tradición, se venía eligiendo para esta solana era céntrico, soleado, al resguardo de los vientos y junto a la pared de un edificio representativo o de un cierto estilo; que bien pudiera ser la escuela del pueblo, el atrio de la iglesia, la casa consistorial o una de las casonas del pueblo venida a menos. Y es que cuando más frecuentada se encontraba la solana era justo durante los días de invierno, porque era cuando las tareas del campo escaseaban; y de ahí que el lugar elegido gozase de esos pequeños privilegios en cuanto a clima ambiente envolvente.
Y claro, como era cosa de mayores, a los chavales, si estábamos en la calle y por los alrededores, no nos dejaban ni portar por allí, porque se hablaba de cosas que no entenderíamos y que, además, no nos importaban lo más mínimo; que cuando fuésemos mayores ya nos vendría dada la oportunidad de poder participar en aquella solana con los de nuestra edad, nos repetían una y otra vez los mayores del pueblo si nos veían merodear por sus alrededores. Serían esos momentos prácticamente diarios de la solana, así como la intercomunicación que se establecía entre las gentes de los diversos pueblos de la comarca que acudían a la capitalidad de la misma el día del mercado semanal, los auténticos transportadores de noticias de uno y otro tipo, los auténticos whatsapp que diríamos ahora modernamente; en unos momentos en los que el teléfono no había llegado todavía a estos lares; y tardaría aún muchos años en hacerlo.
Era tan importante y gozaba de tanta estima este espacio de la solana en el pueblo, que si en alguna ocasión, sobre todo en invierno, cuando las faenas del campo mermaban, buscabas a alguien de otra casa y no estaba en ella, seguro que le podías encontrar en la solana. Y es que la necesidad de comunicación entre las personas ha existido siempre de una u otra forma. Y si no, echemos un vistazo al panorama actual y analicemos lo que pasa con las redes sociales y, sobre todo, con el whatsapp. Y nos daremos cuenta de que, de alguna manera, y aunque en un aspecto muy rudimentario si se quiere, es esta una herramienta que ya se estilaba, en este caso de boca a boca, en aquellos años de las famosas y socorridas solanas del pueblo. Cuando casi todo, o muchas de las cosas, dependían en gran medida de lo que se dijese en la solana. Y es que, "se había dicho en la solana"...
Hasta ahí llegaba su extraordinario poder de convocatoria.
Una idea de Javier para Curiosón
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