Las hermanas Fox desarrolaron en el siglo XIX un método de comunicación con supuestos espíritus de difuntos. Formulaban preguntas en voz alta a las que podía responderse simplemente «sí» o «no» y, a continunación, un golpe o dos se dejaban oír en su casa de Hydesville. Algo parecido nos muestra una de las novelas de Stephen King, «Un saco de huesos». Este método fue perfeccionado dando origen al tablero de la oui-ja, registrada en 1890 a favor de la empresa Kennard Novelty, que empezó a comercializarla rápidamente. Es cierto que una especie de oui-ja ya existía en el antiguo Egipto, pero estaba reservada a los sacerdotes; en el siglo XIX las sesiones espiritistas se hicieron populares.
Muchos amantes de nuestra santa fe cristiana aborrecen la oui-ja. Al jugar con ella, argumentan, se abre la puerta al demonio. Bien, esto es cierto pero sólo en parte, ya que en ningún momento sus creadores pretendieron que fuera una puerta al infierno. La oui-ja fue simplemente uno de los primeros productos fruto de lo que hoy llamaríamos una campaña viral. Tras muchas habladurías, que sus creadores no fomentaron pero tampoco hicieron nada por impedir, fue tomado en serio por legiones de crédulos y presentado como un medio de comunicación con el más allá.
Ya sabemos cómo funciona: los participantes colocan el dedo índice sobre un baso dispuesto boca abajo en un tablero en el que están escritas las letras del abecedario, números, «sí», «no» y «adiós» y este se desliza por la superficie deletreando mensajes supuestamente procedentes de entidades del más allá. El movimiento del vaso no es más que la suma de los sutiles empujoncitos que le imprimen los participantes. El fenómeno es de sobras conocido desde 1852, cuando William B.Carpenter descubrió la actitividad ideomotriz como una categoría de comportamiento instintivo además de la excitomotriz y la sensomotriz. Siempre hay alguien que, consciente o inconscientemente, empuja el vaso con más fuerza y la sugestión del resto de participantes hace el resto. De comunicación con el más allá o incluso con el diablo, más bien poco.
Ahora bien, algo de razón tienen quienes defenestran la oui-ja como una puerta hacia el infierno, ya que si bien no entraña ningún peligro para personas estables mentalmente que se la tomen como una mera distracción, puede ser menos inofensiva si sus participantes tienen problemas psíquicos o mentales. En esto sí está de acuerdo la ciencia. A un enfermo con tendencias suicidas, por ejemplo, la oui-ja puede ordenarle acabar con su vida. A alguien con tendencias asesinas, la oui-ja le puede ordenar matar a alguno de sus compañeros de juego. No porque sea un instrumento de otra dimensión, sino porque las connotaciones esotéricas de la oui-ja y su grado de sugestión puede disparar los problemas mentales de alguien que los posea y se conecte a los supuestos espíritus.
Excluyendo estos supuestos, lo verdaderamente misterioso es porqué un juego de mesa llegó a ser tomado tan en serio por algunos crédulos y elevado a instrumento real de comunicación con el más allá.