Hay
ocasiones en que el genio de un artista resplandece de tal manera que deja a
oscuras gran parte del resto de su vida. Afortunadamente, en muchas ocasiones,
es lo preferible. Pero en algunos artistas merece la pena rescatar su dimensión
humana e ideológica como ha puesto de manifiesto La Oveja negra bajo la dirección de Karmele
García Salmón con el montaje teatral el 18 de junio en el Centro Recreativo
Segedano de Charles Chaplin en la tierra
de la libertad, original de David Barbero, obra que recrea la biografía del popular actor británico desde su
meteórica proyección en tierra estadounidense en la primera década del siglo
XX.
Obra
estructurada en secuencias relacionadas por un hilo común, retomando el aire de
aquellos sketches (o cuadros) del cine
mudo, los actores van deslizando una
acción donde se mantiene el pulso dramático, ellos son Valentín Iglesias, Carlos
Delgado, María Estévez, Fernando Cea, Charo Ossorio, Caridad
Santana y Valle Gallardo.
Según
avanza el drama nos vamos sumergiendo en los discursos vacíos de una libertad
apresada por el poder financiero y el político en la tierra (supuestamente)
abanderada de la libertad cuyo bloqueo va a sufrir también Chaplin, continuamente acusado por el gobierno (bajo el régimen del
macartismo) por películas como Luces de la
ciudad (1931) o El gran dictador
(1940) -entre otras muchas- donde latía un gran trasfondo crítico en su
comicidad, acoso que provoca su exilio en Suiza iniciados los 50.
La Oveja negra es una compañía de teatro amateur
de sólidos fundamentos artísticos y socio-políticos que en esta obra ha
reivindicado nuestros derechos cívicos a través de la lucha de Chaplin por la libertad de expresión y,
en definitiva, en la lucha por mantener la dignidad del hombre en un mundo
(aquel como hoy) que amenaza nuestro desarrollo vital y social. Frente a este
bloqueo Chaplin nos muestra el deber
de oponernos con nuestras más firmes convicciones abriéndonos camino.