Revista Sociedad

La paga del abuelo

Publicado el 09 diciembre 2014 por Salva Colecha @salcofa

Algo que siempre es indicativo del nivel de desarrollo de una sociedad es el respeto a sus mayores. Hasta trogloen las tribus trogloditas se intentaba tratar con respeto a los mayores,  a quienes nos mantenieron de enanos y a quienes ahora deberíamos devolver lo que nos han dado. No deberíamos ser rácanos con ellos ni permitir que se les sise, desde el gobierno, el saco destinado a sus pagas “para cuadrar las cuentas”. Se han ganado una vejez digna, ¿no?.

Una sociedad decente debería respetar a sus ancianos y no convertir sus últimos años en un verdadero calvario sin sentido. Esto lo digo al hilo de haber caido en mis manos el Informe Anual del

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Observatorio Social de la Gente Mayor 2014 presentado por CCOO que deja a la sociedad española al mismo nivel de decencia que Judas Iscariote, si tenemos en cuenta la reducción de los recursos y el deterioro de la calidad de vida que padecen nuestros mayores. El informe dice que unos 4,5 millones de jubilados (de unos 9 que tenemos, ahí es nada) dispone de una pensión por debajo del irrisorio salario mínimo interprofesional (646 Euros, que me diga el señor Montoro si con eso una familia puede
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vivir dignamente. Por lo visto no va a comprar al súper de la esquina), de esos un 14% malvive por debajo lo que denominamos “umbral de la pobreza”. Además, para mayor vergüenza, el porcentaje de jubilados pobres no para de crecer más aún si su poder adquisitivo ha bajado un 19,5% desde que llegó eso que llaman crisis.

Por si esto fuese poca cosa, muchos de nuestros mayores se han visto obligados a mantener a sus hijos y nietos desempleados y  todas las cargas que traen con ellos, hipotecas, deudas o colegios, por decir algo. Cada vez son más familias (un 20% ya) las que dependen de “la paga del abuelo” para comer porque “el

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paro se acabó”, de tal manera que muchos de nuestros vejetes han visto que no sólo han de sufrir sus penurias con las ultracongeladas pensiones (estilo Avidesa), que ya no les dan ni para ir al médico y comer al mismo tiempo, sino que además han de apechugar, otra vez, con sus hijos y muchas veces con los nietecitos esos tan graciosos pero que comen como limas, gastan lo que un ministro y piden como un fraile.

Es justamente sobre los jubilados y pensionistas donde más se notan los efectos de la política salvaje que

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vamos padeciendo. Parece claro que hemos invertido todo lo que tenemos (y lo que no) en mantener a los privilegiados. Partidos, sindicatos, iglesia, mundo financiero, bankios y resto de protagonistas de escándalos chanchulleros que se han apropiado más dinero que nunca a costa de la insaciable y siempre creciente presión fiscal que ha llegado al punto de ahogar la economía modesta hasta niveles verdaderamente suicidas, no queda dinero para nada que no sea continuar engordando sus voraces arcas y, como siempre, son los más débiles quienes aguantan los golpes.

Si nuestra sociedad podía presumir de algo era del trato a los ancianos cuando tenían medico, pensiones o ayudas específicas. Ahora, de la noche a la mañana y de forma injusta, todo ha cambiado. Hemos permitido que se lo quitasen todo y la pensión ya no llega para nada. Todo esto, unido a verse de nuevo con obligaciones familiares, hace que los últimos años de nuestros mayores se hayan transformado en los más miserables. Ahora bien, no olvidemos aquello de “el que siembra vientos…”. Si nuestros jóvenes aprenden de nosotros como tratar a los ancianos, podemos ya decir que nuestra sociedad ha muerto, esto se transformará en un sálvese quien pueda y casi prefiero no pensar el futuro que nos espera a nosotros

 


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