Esto es sólo mi opinión, que cambia constantemente. No me creas. Crea la tuya.
Fuente foto: Wild Heidi
Cegados por la cultura de la linealidad rutinaria y la búsqueda constante de un cuerpo delgado, parece muy común la confusión que hay alrededor del consumo de hidratos de carbono en la paleodieta, como si éste siempre tuviera que ser bajo.
¿Cultura de la linealidad rutinaria? Sí, ese intento incesante de que todos los días del año sean iguales, tengamos los mismos horarios, hagamos el mismo número de comidas, implementemos las mismas ventanas de ayuno intermitente el mismo día de la semana, comamos cada día “de todo” y en las mismas proporciones de macronutrientes, le aportemos al cuerpo a diario todos los minerales y vitaminas teóricamente necesarios –maldita CDR–, etc.
En este punto la mayoría todavía no se ha enterado de que el factor que más influía sobre la dieta de nuestros ancestros era el ciclo circadiano y que la “paleovida” era tremendamente incierta y cambiaba a diario. En un día a día y un entorno naturales –ni manipulados ni programados–, los horarios, los alimentos, las proporciones, las conductas y la posibilidad de comer cambian constantemente –lo explico mucho mejor en El ciclo circadiano. La razón natural por la que no deberías seguir ninguna rutina.
¿Búsqueda constante de la delgadez? No creo que haga falta hacer muchos comentarios. Seguramente eres el primero que se pesa casi todos los días –por no decir cada día– y se mira al espejo cincuenta o cien veces al día. Te recomiendo leer 9 desintoxicaciones a adicciones comunes que pueden salvarte la vida.
Ya hace casi un año desde que Robb Wolf, autor del best seller La Dieta Paleo, revolucionara la “paleoesfera” y rectificara y reconociera que se había equivocado, que una dieta baja en hidratos de carbono no es la panacea ni el modelo dietético a seguir a largo plazo –puedes leer sus explicaciones en inglés aquí y aquí. ¿Es una opción para aquellos que buscan bajar de peso? Evidentemente, tal vez la mejor, y más si se combina con el ayuno intermitente. ¿Es el ideal dietético? No.
¿Y es como comían nuestros ancestros? Tampoco. De hecho, recientemente Maelán Fontes, el investigador español más implicado en estos temas de la nutrición evolutiva, lo explicaba en esta entrevista, en la que declara:
“No, no me siento identificado con la idea actual de que la dieta que el ser humano tuvo durante gran parte de su evolución sea baja en hidratos de carbono y alta en proteína y grasa proveniente de carne roja. Algunos estudios han sido malinterpretados cuando hablan de reducir el consumo de cereales y automáticamente se ha puesto la etiqueta “low-carb” al patrón de alimentación donde los cereales son restringidos. Existe evidencia de que varias poblaciones actuales no consumen cereales, o muy poco, y sin embargo el porcentaje de la energía diaria que aportan los hidratos de carbono está por encima de lo habitual. Por ejemplo, en la isla de Kitava del archipiélago Trobiand en Papúa Nueva Guinea, estudiada por mi supervisor Staffan Lindeberg a principios de los 90, el consumo de hidratos de carbono es casi un 70% del total de energía.Otros ejemplos son los habitantes de Okinawa (85%) o los Tukisenta en Nueva Guinea (90%). Todas esas poblaciones aparentemente tienen ausencia, o una prevalencia muy baja, de las llamadas enfermedades de la civilización.”
En referencia a esto último, también vale la pena leer ¿La miel es paleo? ¡Para los Hadzabe sí!, y así descubrir que, en un contexto muy concreto, para esta tribu la miel puede representar hasta el 10% de su dieta.
Por todo ello sigo insistiendo en mi recomendación de tomarse la alimentación como un juego. Un juego en el que se contemplan ciertas normas –las “bases paleodietéticas” que todos conocemos– y en el que se tiene muy en cuenta el ciclo circadiano y las diferentes estaciones del año en nuestra latitud.
Creo que lo ideal, lo máximo a lo que nos podemos aproximar a esa nutrición ancestral, es variar las proporciones de macronutrientes según la estación del año –y no mantener estrictamente las mismas proporciones de hidratos, proteínas y grasas–, comprendiendo el porqué de estas variaciones estacionales –horas de luz y actividad, disponibilidad estacional de ciertos alimentos, intensidad y volumen de actividad física, etc.– y adaptándolas a nuestra necesidad real y saludable de disminución de peso –sin pretender mantenerse todo el año en el artificial porcentaje graso de un culturista, es decir, garantizando las 10 características que debe tener un cuerpo 10.
En este sentido, no olvidemos nunca que principalmente el verano es high carb en cuanto a disponibilidad de alimentos. Será por algo, aunque curiosamente suele ser la época del año en la que encontramos más lowcarbers buscando un vientre plano para la playa
Además, también deberíamos recordar que los hidratos de carbono han jugado un papel fundamental en nuestra evolución durante decenas de milenios, garantizando nuestra supervivencia como especie, algo que explica por qué nuestra fisiología ha evolucionado para comerlos compulsivamente –dedico más de setenta páginas a este tema en Cómo dejar de comer compulsivamente.
Creo que hace falta una comprensión más profunda de lo que significa una dieta evolutiva…