La
pandemia ha sido muy grave, ha puesto de relieve muchos de los defectos
institucionales del estado y los peligros de las redes sociales como creadores
de opinión. La gente se cansa, está hasta el gorro, no es extraño que vuelva el
no tenemos remedio y muchos se retiran lamentándose ¿Qué he hecho yo
para merecer este castigo? Sí, quizás este no sea momento adecuado para seguir
con el trabajo de apartarse de los árboles para ver el bosque, o quizás sea el
momento indicado para mirar con proyección de largo plazo, quizás sea el peor
momento para dejar a un lado tanta brutalidad cainita de las derechas españolas
y apartar la vista del árbol para mirar el conjunto, o quizás sea buen momento.
Quizás por ello aparezca la necesidad de alejarse un poco de lo cotidiano, del
enredo diario, igual que hacemos cuando viajamos al extranjero y poder mirar
España y lo español desde la distancia, algo que permita encajar nuestra
realidad de manera distinta a como si estuviéramos siempre hundidos en el
barro.
Desde
la distancia se relativiza todo, no es que mejore nuestra situación, sino que
podemos contextualizar y entender que no somos únicos, es global el momento de
acoso a las democracias liberales o representativas, las derechas cavernícolas europeas campan por todos los países, los
ultranacionalistas crecen en Europa, las derechas cainitas se movilizan por todos
los países, crece la crispación mundial cientos de millones de personas en el
mundo soportan a los anti-ilustrados y las religiones, que gobiernan en muchas
partes, en países y en instituciones.
La
traición del PP actual, de las derechas españolas, aliándose con los holandeses
-un paraíso fiscal frecuentado por corporaciones españolas- y uniéndose a
partidos de otros países del norte de la UE para poner dificultades a las
ayudas comunitarias destinadas a España, con el objetivo de encarecerlas e
impulsar exigencia de recortes, que España se hunda, luego ellos aparecerán
como salvadores, eso decía Montoro en la anterior crisis. Es terrible, pero
necesitamos mirarlo con perspectiva para sobrevivir, necesitamos mirar con
distancia para resistir. Ni siquiera eso de las traiciones es nuevo; Franco, la
iglesia, las derechas, los adinerados, ya traicionaron su patria y a los
españoles aliándose con los nazis alemanes y fascistas italianos, para matar
españoles. Tampoco fue nuevo en Europa, los franceses fueron traicionados por
el gobierno de Vichy aliado de los nazis, o los noruegos, o los nazis checos,
rumanos, polacos, austríacos u holandeses… Sí, también lo hicieron las élites
nacionalistas periféricas, traicionaron a la República, a los españoles, a
vascos y catalanes, intentando pactos con los nazis alemanes y los fascistas
italianos. Lo siguen haciendo, partidos fascistas europeos participan en las
marchas nocturnas con antorchas junto con los independentistas catalanes
actualmente.
No
sentirse protagonista, constructor de esta sociedad, regala ventajas a las
derechas, deja el terreno libre a la reacción, que se intentará apropiar de lo
construido, les entrega la democracia, la historia y su narración, aquí estamos
llegando a un punto en el que parecen ser ellos, la derechona, los creadores y defensores
de la Constitución, cuando precisamente a ellos les fue arrancada. Ahora
aparecen como si fuera suya, como si fueran los creadores de esta sociedad, se
aprovechan del abandono de algunos que lucharon contra la dictadura. Desde la
Transición, algunos sectores antifranquistas no se sintieron protagonistas de
aquella nueva sociedad que se configuraba como resultado de las luchas de
fuerzas muy diferentes, no apoyaron la democracia por considerarlo poca cosa en
relación a sus utopías. Así fueron dejando el camino expedito para quien
quisiera ocuparlo con sus banderas y cuentos. El error de ese abandono es tan
grande que, para muchos jóvenes de hoy, los resultados de la democracia fueron
logrados por los franquistas, cuando no directamente por Franco.
La
idea de asimilar esta sociedad democrática a aquella vieja dictadura se
manifiesta habitualmente entre algunos sectores de izquierdas, se materializa en
escritos, libros e intervenciones políticas, la idea de que esto no sirve
y por consiguiente habría que derribarlo, cala en gentes que por consiguiente
no ven razones para apoyarlo, la lista de negatividades es amplia, y una de sus
consecuencias es el eslogan de todos son iguales, en cuyo caso no creen
merezca la pena intentar arreglar o corregir los defectos. Por ejemplo, en
Madrid decenas de miles de votantes en los barrios obreros, Orcasitas,
Vallecas, Carabanchel, Usera, Villaverde… no ven razones para votar a los
grupos de izquierda, la abstención tiene enorme peso, entre el 40 y 60%, mientras
los barrios ricos y acomodados aumentan su participación, dando como resultado
un Madrid con gobiernos derechosos desde hace 25 años en la Comunidad. Uno de
los caminos del activismo político de las derechas es la crispación, lograr
desanimar para impulsar la abstención de los votantes de izquierdas, cuyos
resultados han comprobado son efectivos y favorables para sus intereses.
Franco
murió en la cama, lo cual ciertamente fue signo inequívoco de la fuerza del
franquismo, como también fue cierto que la sociedad franquista tal como era,
fue rota por las luchas antifranquistas de aquellos años desde finales de los
sesenta hasta los ochenta forjando como resultado una sociedad
extraordinariamente diferente a la del franquismo. La nueva sociedad
democrática española, no fue una revolución, pero tampoco el franquismo, inicialmente
fue rechazada en algunas gentes de izquierdas, otros sectores nuevos la
rechazaron posteriormente, hasta hoy mismo, porque no se ajusta a sus patrones
idealizados de sociedad. Tiene defectos y hay que aprestarse a corregirlos, eso
se hace considerándolo algo nuestro, si crees que es de otros uno se desentiende,
mientras la derechona aprieta para hacerse con mayores cuotas de poder
aprovechando los espacios vacíos. La democracia española no es la mejor del
mundo, pero resiste comparaciones con aquellos países considerados primeros
eslabones de la cadena. Tiene muchos puntos negros que habría que arreglar, mejor
que derribar antes de pretender conquistar los cielos, sin tener ninguna
garantía de que la nueva construcción lograra mejor resultado que el existente.