Revista Opinión

La pantalla indiscreta

Publicado el 12 septiembre 2019 por Carlosgu82

No dejo de alucinar, sencillamente, cuanto más me adentro en el mundo de los influencers, youtubers, instagramers, twiteros persistentes, celebrities venidos a más que inundan a diario las redes con contenidos de toda índole.
No sé si me sorprendo más por las temáticas que abordan, o por los ingresos que consiguen generar, o por el número abismal de seguidores, suscriptores y like´s que llegan a acumular, o por la irreverente juventud de estas nuevas figuras surgidas del más absoluto anonimato.
Muchos de ellos todavía no han concluido la enseñanza obligatoria, y otros tantos a penas acumulan dos décadas de experiencia vital en este planeta. Algunas son mamás experimentadas de prole numerosa, y otros, pensionistas inquietos que se mueven en la red sin demasiados complejos. Chicas y chicos, mujeres y hombres, niños… ciudadanos del mundo…, que de forma visionaria empezaron a publicar su vida personal, sus experiencias, la ropa que vestían, los lugares a los que viajaban, los vídeo juegos con los que más se entretenían, sus relaciones de pareja, de amistad, aspectos que hasta entonces quedaba claro que pertenecían a la más estricta y absoluta intimidad de nuestro ser, pero que en un momento concreto comenzaron a canalizar hacia una vertiente pública, creciente y progresiva, en cifras explosivas de visualización a través de cientos de miles de internautas atraídos irremisiblemente por el brillante color de esa pantalla-ventana indiscreta que nos brinda nuestro smartphone. Desde nuestro puesto de trabajo, en el trayecto de vuelta a casa, mientras nos ejercitamos en la elíptica del gimnasio, esperando en la cola del banco, incluso mientras conducimos y no nos viene tan mal esa retención de todos los días en la carretera que nos permite actualizar nuestras suscripciones más interesantes, aburridos del tedioso contenido de las emisoras que parece que se nutren día tras día del mismo material informativo…. Todo un mundo de fascinantes vidas expuestas sin el más mínimo rubor que nos deleitan y alientan nuestros sueños, las fantasías personales de poder experimentar algún día los divertidos acontecimientos que exponen todos aquellos ingeniosos nuevos divos y divas, tan lejanos de mi día a día, pero a un tiempo tan cercanos que forman ya parte integrante de mis amigos más íntimos. Amigos virtuales que ocasionalmente responden a alguno de mis comentarios y consiguen elevar hasta el infinito el ego de mi propia existencia, esa misma que se debate a diario entre la monotonía más insufrible y el anonimato anodino que impone la plebe urbana.
Este universo mediático online establece récords permanentemente. Ha fracturado y debilitado los canales habituales de distribución de la publicidad. Arrincona a la televisión al silencio absoluto durante largas horas en los hogares, cada día, algo impensable años atrás, obligando a reestructurar la programación de poderosas cadenas televisivas, y a re negociar a la baja los exorbitantes caché de numerosos presentadores, incapaces de hacer frente a esa re ubicación de visibilidad que acaparan los gigantes tecnológicos de la red. Y lo más inquietante, se re definen carreras profesionales, vocaciones formativas, y metas profesionales, de tal forma que lo que hasta ayer se alentaba como sólidas fórmulas de consolidarse en el mundo laboral, hoy quedan en entredicho frente a las cifras incomprensibles de ingresos que se generan desde la red.
No quiero dar nombres. Sólo las cifras de negocio que algunas de estas nuevas figuras mediáticas han logrado, muchas de ellas probablemente, sin saber muy bien cómo: Una jovencísima teenager acumula ya más de 23 millones de suscriptores, lo que se traduce en una visualización a su vez millonaria e ingresos mensuales de entre 2.600 y 41.000 dólares. Y sin embargo, otro visionario no mucho mayor consigue que sus 24 millones de suscriptores le reporten ganancias al mes de entre 28 mil y 460 mil dólares. En un determinado ejercicio fiscal en particular, la productividad de un determinado canal, tras arduas jornadas de creatividad, originalidad y edición de material en el transcurso del año, ha reportado a su autor ingresos por 3,8 millones de dólares!!!!
En fin, cifras de escándalo, nacidas del esfuerzo imaginativo de creativos cerebros, que han sabido encontrar en la red una alternativa más que digna a las clásicas profesiones con las que hasta ahora todo el mundo tenía claro que uno podía lograr buenos ingresos y reputación personal de por vida.
Hoy en día me encuentro con ingenieros en paro. Con arquitectos limosneando pequeños proyectos, que trabajan casi gratis para otros ya consolidados, en la confianza de prestigiar un currículo lo más sólido posible. También doctores obligados a combinar la precariedad de un contrato con la administración pública, en casi perpetua interinidad, con el sector privado, si desean reunir unos pocos miles de euros al mes. Economistas, abogados, profesores de universidad o de enseñanza privada tan pésimamente remunerados, y en tan precaria estabilidad laboral, si atendemos a su esforzada y dificultosa formación universitaria, que no resulta muy complicado empezar a replantearse tales vocaciones a la vista de las exitosas carreras profesionales de estas nuevas estrellas mediáticas, que sin pertenecer a la liga estelar de los grandes actores y actrices de Hollywood, nos acreditan que en la red, las posibilidades de negocio aparentan ser ilimitadas.
Y digo aparentan, porque nadie hoy es capaz de predecir por dónde va a canalizarse el dinero en un mundo digital en permanente transformación. El que mejor se adapte, como siempre, se llevará el gato al agua.
Tal vez tú mismo te atrevas a ser el primero.


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