Desde la bahía de Santander hasta la bahía de Santoña, salpicado de praos y empinados acantilados, se levanta la comarca de Trasmiera. Baste con situarse querido lector en el siglo XV, siglo de esplendor y reconquista donde se comienza a hablar de la presencia en el norte la península de una zona donde se dan los mejores canteros de España y de los mejores de Europa. Una zona donde los criucos son educados en la cantería y donde el oficio se trasmite de padres a hijos mediante un aprendizaje especial que les permite ser maestros y dirigir obras de catedrales antes de los 30 años. El aprendizaje del oficio se hacía de padres a hijos en el taller familiar, por lo que en muchos casos familias enteras se dedicaban a la cantería. En un principio se aprendía a labrar la piedra y, poco a poco, se introducían en los métodos de construcción, llegando a convertirse en Maestro Mayor. Entre los cometidos del maestro están, además de repartir el trabajo entre los oficiales y llevar la dirección de la construcción de la obra, el encontrar los materiales necesarios para llevarla a cabo. El maestro podía llegar a convertirse en arquitecto proyectista, siendo éste capaz de desarrollar las trazas del edificio Esa fábrica de arquitectos, de los ingenieros de la antigüedad, hacedores de obras maravillosas y envueltas aún hoy en un profundo secreto de simbólico misterio, no era otra que Trasmiera.
Sin embargo, la fama de los canteros trasmeranos y por ende cántabros ya había empezado siglos atrás puesto que ya se sabe que a principios del siglo XII un gran número de canteros de Trasmiera fueron llamados para trabajar en la construcción de las murallas de Ávila . A partir del siglo XV se sabe por los documentos conservados que estaban trabajando por toda Castilla y que tenían puestos de gran responsabilidad. Su fama y sus peculiares características de trabajo hicieron que se unieran en una agrupación propia conocida hoy en día como "gremio" para proteger sus conocimientos y la ortodoxia de sus métodos .Estos gremios se constituían como uniones cerradas de individuos cualificados que buscaban proteger las enseñanzas en este caso de la cantería, instruir a los más jóvenes y mantener un carácter esotérico que llegó a dar lugar a una jerga especial que sólo los iniciados conocían: el pantoja.
La Pantoja podemos concebirlo como una jerga gremial que utilizaron los canteros de Trasmiera (y los demás canteros cántabros) para poder comunicarse entre ellos sin que las personas ajenas a su gremio pudieran descodificar en mensaje que se estaban transmitiendo. Este lenguaje está compuesto en su mayoría por giros seudovascos o vascos, ligeramente deformados. Su origen probablemente data de los canteros de Marquina ( Vizcaya) que trabajaron en muchas ocasiones con los de Trasmiera . Fueron introducidos en dicha jerga no sólo aquellos vocablos específicos del trabajo de cantería sino giros de otra índole y de un habla popular cotidiana. La mayoría de las voces quedaron, con el uso, más o menos alteradas entre los canteros trasmeranos.
De la historia y la fama de nuestros antepasados canteros puede darnos idea uno de sus integrantes, el ilustre Don Juan de Herrera que construyo uno de los lugares más misteriosos de España, cuna de leyendas e historias, como es el Escorial. Pero eso es ya materia para otro día en el que destilaremos con pasión la vida de este pionero y del lugar que creó para descanso de reyes y dominio de un imperio donde nunca se ponía el sol. La historia de un cántabro ilustre muchas veces olvidado y aparcado y que constituye la esencia de un pueblo y el reconocimiento de una historia. Un saludo y hasta la próxima querido lector.
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