Juan Carlos I, en la tele, leyendo un comunicado con motivo del 23-F.
A lo largo de una carrera profesional, una persona está obligada con frecuencia a callar lo que piensa, a decir lo que no quiere, a moderar los insultos, a tragar saliva… Así es la vida y lo laboral es parte de ella. Los héroes sólo encuentran su sitio en las películas, donde no duelen los golpes en las rodillas y los coches explotan a las primeras de cambio. Bien pensado, dedicarse a la mentira no resulta tan denigrante como algunos creen. Ahí están los hombres y mujeres del cine, actores y actrices, técnicos, directores, cámaras, iluminadoras, sastres. Ahí está Scarlett Johansson en Lost in translation, tomando vodka con tónica (sin hielo, sin limón) en el bar del hotel mientras charla con Bill Murray, cuando en realidad el vaso sólo tiene agua.
A Jordi Évole, que es periodista, ahora querrán negarle hasta el agua por elaborar un reportaje falso sobre el golpe de Estado de 1981 en España. Bueno, por hacerlo y por emitirlo en La Sexta y meterle la bola a más de media audiencia. Llegados a este punto, podemos instruir al candidato a esta profesión llena de amarguras con la parábola de Évole, que ha conseguido hacer más ruido con la mentira de Operación Palace que con la verdad de sus reportajes, y eso que El Follonero tiene fama precisamente de ser un profesional dedicado a sacar a la luz las vergüenzas de otros.
No tengo predilección por el de Cornellá del Llobregat. Su fórmula, que consiste en preguntar con una aparente ingenuidad, da lugar a respuestas simples, que se quedan muchas veces a medio camino entre el disimulo y la verdad. Reconozco su esfuerzo, no obstante. Y si alguna vez vuelvo a saludarlo, le pediré perdón por confundirlo con Berto Romero, como hice la primera vez que nos presentaron. A fin de cuentas, ambos formaban parte entonces de la troupe de Andreu Buenafuente y yo he acabado siendo un admirador incondicional de Berto. Para los futuros profesionales que se han acercado a esta sección de Periodista: Tú lo has querido propongo unos deberes: toca reflexionar sobre el atrevimiento. ¿Piensa Jordi Évole que es Orson Welles? ¿Puede tratar de emularlo sin caer en el pecado de la soberbia? Este trabajo está indicado para los que sueñan ya con el Pulitzer y ni siquiera han pisado la universidad.