Ya sabéis que de vez en cuando me gusta contaros historias
mientras os enseño un look. Debe ser parte de mi vocación frustrada de
escritora (como tantas otras que guardo en mis armarios emocionales jajaj!).
Hoy os cuento la historia de la búsqueda de un zapato perdido…que re-encontré,
¡con premio!
1. El zapato perdido (y encontrado en el sótano).
Resulta que, en mi “otra vida” (léase antes de ser madre,
que objetivamente hace diez años pero en mi concepción subjetiva del tiempo fue
hace varios eones) tenía yo unos preciosos salones de Pull & Bear de color marrón medio que
me encantaban para entretiempo. Apenas tuve tiempo de utilizarlos (entre otras
cosas, porque precisamente el entretiempo aquí es lo que tiene, que casi no
existe) cuando me quedé embarazada de Marina.
Entonces entré en una vorágine que resumo en breves palabras
(lactancia, sueño, lactancia, revisiones, lactancia, quiero dormir, compra de
casa, lactancia, mudanza…) y gráficamente podéis imaginárosla así
(o al menos yo la sentí así)
En esa compra de casa y mudanza que comento llegué a MI
casa, en la que vivo hoy. Que resulta que tiene un práctico “hueco-escalera”
(que llamo sótano para abreviar y porque suelo concederme esas licencias
poéticas sopena de que luego la gente no me entiende) donde guardaba “cosas de
otras temporadas”. Allí fueron a parar los zapatos.
Los zapatos y la cuna, el baño infantil, el tacatá, la trona
y dos millones de cosas de puericultura que duraron poco tiempo allí porque en
dos añitos estaba gestando a Irene. Y mientras, venga a guardar y sacar
trastos. Eso debió provocar que, poco después, cuando volví a acordarme de
aquellos zapatos “pre-maternidad” y a buscarlos…solo encontrase uno.
2. Y pasaron los años.
Y yo iba sacando sandalias cada primavera y cambiándolas por
botas cada otoño sin que apareciese más que uno de los zapatos. Llegué a pensar
que mi sótano se había comido al compañero.
¿Será eso que brilla mi zapatito?
Lo cierto es que nunca llegué al fondo de la habitación
porque había allí tanto trasto, que siempre terminaba desistiendo y cansándome
antes.
¡Hola! En el fondo estoy yo, así que mejor no sigas Marigadi
3. El día que fui a por todas.
Pero como resulta que no hay nada como dejar de fumar para
volverse –unpoquitomás – hiperactiva, una tarde que el aburrimiento se había
aliado con el mono para cantarme en stereo aquello de “me sabe a
jumoersigarritoqueyomefumo” en la conciencia, decidí arremangarme y LLEGAR AL
FONDO DEL TEMITA.
4. Quien busca, halla (lo que buscaba y 3 o 4 bonus track).
Aparte de muchas bolsas de ropa de canastilla y algún trasto
olvidado, mereció la pena llegar al fondo porque encontré…
1. El zapato perdido
Al lado de su parejo, por fin, tras tantos años.
2. Tres camisetas
3. Un vestido
4. Dos pares de zapatos
Os juro que no me acordaba de ninguno de ellos, más allá del
zapato huérfano de hermano. Debe ser porque pertenecían a esa vida “prematernal”
que os contaba al principio (vale sí, y porque tengo mucha ropa, admitámoslo).
Pero oigan…¡qué alegrón!
Así que mi armario de entretiempo y verano ha aumentado
gratis con prendas que son “casi vintage” pero que pienso explotar al máximo.
En este caso (como en tantos otros) la perseverancia tuvo premio.
¿Os han gustado mis rescates?
Espero que la historia os haya entretenido.
Mañana, un look y manicura a juego con una de mis "nuevi-viejas" camisetas ;)