El ritmo de vida tan alocado que se lleva en la actualidad en las grandes ciudades, hace que, cuando llega el final de día, antes de que llegue la cabeza a la almohada, ya estés durmiendo intensa y profundamente. Sin embargo, la gente que somos nerviosa y que la cabeza nos va a mil, en buena parte debido a la activación cerebral que producen los móviles, la tele y los ordenadores, hacen que al cuerpo le cueste relajarse y tardemos más de lo conveniente en dormirnos. Si, encima, en el piso de arriba tienes una familia que, más que una familia al uso parece el Circo Price en plena actuación ( ver Un tigre, un toro y el infinito disparate humano ), ya conciliar el sueño se convierte en tarea imposible. Sea como sea, cuando estás en aquel momento en que ni duermes, ni estás despierto, el cuerpo siente cosas muy extrañas. Yo, personalmente, tengo tendencia a sentir como si me cayera sobre la cama o, en algunas veces, ruidos o "presencias" raras. Sin embargo, hay gente que, en ese momento, además de lo que he descrito, experimenta el asfixiante fenómeno de sentirse consciente pero totalmente paralizado e incapaz de mover un solo músculo. No, no es ningún viaje astral o experiencia paranormal alguna. Se trata del angustioso trastorno de la Parálisis del Sueño.
El sueño, como actividad física tan importante como el respirar, es un proceso que, pese a los avances tecnológicos de los últimos años, conocemos poco y mal. El cerebro, tras la avalancha de información que llega a captar durante el día, aprovecha el periodo más tranquilo de la jornada para procesarlos tal y como haría un ordenador en proceso de desfragmentar su disco duro. No obstante, y si bien hay gente que es capaz de desconectar como si tuviese un interruptor, el paso de la vigilia al sueño suele ser rápido pero gradual, produciéndose lo que se conoce como duermevela.
En ese momento, en que ni dormimos profundamente, ni estamos despiertos del todo, el cerebro prepara el cuerpo para entrar en letargo desconectando los músculos motores a la vez que empieza a procesar la información acumulada durante el día, produciéndose toda una mezcla entre la realidad y la ensoñación, que nos hace ver y sentir cosas... digamos que raras.
Ruidos, pasos, sombras, presencias, sensaciones... todo un elenco de situaciones que, en la oscuridad de la noche, se magnifican y no pocas veces nos hacen sobresaltar, poniéndonos de golpe en alerta e invadiendo súbitamente nuestro cuerpo con un sudor frío como el hielo en nuestro intento de escapar de aquella vívida y espeluznante experiencia. No obstante, hay una cierta cantidad de gente que, durante esta fase del sueño, al intentar despertar de ese terror nocturno, efectivamente se despiertan, son conscientes de lo que les rodea, pero se encuentran paralizados e incapaces de hacer el más mínimo movimiento por más que lo intenten. La experiencia roza el paroxismo cuando, además de estar consciente y paralizado, la alucinación ( ver Las alucinaciones gratuitas y sin drogas del Efecto Ganzfeld ) que nos ha hecho despertar aún continua activa. La desesperante angustia, la impotencia y la inquietante sensación de estar viviendo un episodio paranormal, sobre todo si los episodios se repiten es, sencillamente, horrorosa.
Este trastorno, que hasta el 50% de la población ha padecido en algún momento -si bien solo el 5% lo padece con cierta recurrencia- y que ha dado pie a infinidad de leyendas relacionadas con fantasmas y apariciones de "ultratumba" (los íncubos, los diablos que intentan mantener relaciones con humanos, por ejemplo) tiene un origen totalmente desconocido. No en vano, pese a haber sido ampliamente estudiado, no se sabe con certeza qué es lo que lo provoca, aunque se ha podido demostrar que está relacionado con periodos de estrés, insomnio, mala calidad del sueño, así como con cierto componente genético que lo relaciona con la narcolepsia, el sonambulismo y la incapacidad de hacer que la serotonina "desconecte" el aparato locomotor del cerebro por encontrarse éste en un estado de hiperactividad anormal.
Pese al miedo que puede pasar el afectado en el momento de padecerla, la parálisis del sueño no es peligrosa, habida cuenta que no afecta a los órganos respiratorios, los cuales pueden seguir su funcionamiento normal pese al episodio. Es por ello que los médicos especialistas en los problemas del sueño recomiendan, sobre todo, evitar las situaciones de estrés continuadas, llevar una higiene del sueño correcta (dormir las 8 horas, sin interrupciones y siempre a la misma hora) y, en los casos más graves, la prescripción de antidepresivos ( ver Hofmann y el alucinante descubrimiento del LSD ), para que los episodios de esta extraña duermevela a medio completar y extrañamente alargada en el tiempo se vean mitigados.
En conclusión, que, si comienza a ver cosas extrañas mientras que se está durmiendo y se siente paralizado por la situación, no piense que los ectoplasmas le están haciendo una visita como quien hace una visita a los parientes del pueblo. Respire hondo, relájese y siga durmiendo. Tal lo enredado de la situación social, política y económica actual, las verdaderas pesadillas, las verdaderas presencias, los verdaderos seres del inframundo los encontraremos, vivitos y coleando, nada más despertarnos y pongamos las noticias.
Y, esos, por reales, sí que son peligrosos.