¿Cuándo decimos que esa persona es perfecta para mí para vivir el resto de nuestras vidas? Ante esa situación deben coexistir dos elementos imprescindibles: lo inconsciente y lo racional. Lo inconsciente es el gusto, cuando veo a una persona y de pronto me gusta sin saber por qué; este gusto tiene relación con los paradigmas afectivos que tiene esa persona en su vida. Las personas que me gustan tienen un rasgo, un halo, una semejanza, con un ser querido para mí, pero que normalmente no soy consciente de eso. Inconscientemente creo que me gusta de la nada, pero no es así, debajo de ese gusto yacen ideas ocultas en nuestra mente. Este ingrediente inconsciente (orgánico) es lo que domina nuestro deseo, hace que nuestro ser desee a esa otra persona que me gusta, un deseo de posesión, que se traduce en lo sexual y en el dominio de la voluntad del otro, un deseo infantil narcisista. Muchas relaciones se guían por este componente, muchas se vuelven locas o locos por ese deseo, y este deseo se convierte en un sentimiento de amor tanto más difícil sea poseer tal objeto del deseo. Muchas personas creen que con esa parte es suficiente para decidirse a casarse con una persona. Muchas chicas son maltratadas y a la vez siguen enamoradas cada vez más del que las maltrata solo porque inconscientemente creen que es, por ejemplo, su padre, o su hermano; hay una especie de creencia inconsciente de que ese ser que nos pega es un ser querido, y por lo tanto está bien lo que hace. Mayormente esas relaciones si no tienen el otro ingrediente racional que le falta nunca llegan a durar.
El ingrediente racional se da en el hecho de saber que fuera de todo gusto la mezcla de esas dos personas, la convivencia, la simetría, sea la exacta. O sea, que la naturaleza de esas dos personas sea del mismo grado. Solo pueden convivir bien dos personas sanas, por ello se suele aparear a los animales entre los mejores, así también debería haber algo racional, un tribunal, que apareje a los hombres tomando en cuenta su semejanza, sanos con sanos, enfermos con enfermos, jorobados con jorobados, mudos con mudos, etc. Son estos dos ingredientes los que en mi opinión deben prevalecer al momento de conseguir pareja. Muchas personas se aferran a alguien de diferente calibre solo porque le gusta, porque inconscientemente creen que es su hermano, por ejemplo, cuando en realidad ese otro ser no es su hermano, y es difícil que salga esa tendencia de querer identificar al ser querido con la persona que le gusta. Una vez, por ejemplo, yo me aferraba a una chica porque se parecía a mi hermana, aunque no era consciente de ello, y pensaba que al dejarla también abandonaba a mi hermana, pero la realidad es que no son lo mismo, no hay ninguna relación entre el ser querido y la persona que me gusta y que se parece a ese ser querido. Son dos cosas distintas.
Lo único que importa es el hecho de que te guste, pero después de eso tiene que entrar a tallar el ingrediente racional, necesito saber si esa persona se me asemeja, ya no tanto en el biotipo, sino en su naturaleza, si es tan sano como yo o si es tan enfermo como yo.