Hoy le he puesto los cuernos a El Marido. De pensamiento, palabra, obra y sin omisión. No se lleven las manos a la cabeza que bien merecido se lo tiene. Después del fin de semana que llevamos con once, sí diez más el bebé, niñas en casa va hoy y me invita a diez muermos a comer. Que tiene delito. Sobrevivo a la comida mal que bien mientras se va haciendo evidente que La Segunda me ha contagiado el virus maldito. Me cuesta la vida no vomitarle encima a una señora la mar de solícita que no sé como se llama pero que ha pasado un día estupendo en mi casa con sus tres hijos del demonio.
Lo soporto estoicamente agarrándome con uñas y arcadas a un único pensamiento: en cuanto se vayan me meto en la cama a pasar las de Caín y el día que lo acabe Él. Que para algo le di ayer la tarde libre para que se quitara la caspa infantil en una maratón cervecera con El Soltero. De todos es sabido que la base de cualquier matrimonio con hijos es el hoy por ti y mañana por mí.
Cuando por fin los infames invitados han captado la onda de mi cara verde y han puesto pies en polvorosa, prometiéndome unas vomitonas muy felices, me he metido en la cama a verlas venir. Cuál no habrá sido mi sorpresa cuando ni corto ni perezoso se ha acostado a mi vera con la clara intención de dormirse una siesta. A entrepierna cuadrada no le gana nadie. Huelga decir que las cuatro corrían salvajes a saber por dónde.
A El Marido el alcohol lo primero que le traba es el juicio y no la lengua. Tentada he estado de dejarle dormir la mona y servir la cena infantil entre retortijones, pero si hay algo que me han enseñado los años y las hijas es que las batallas hay que lucharlas in situ o dejar que se las lleve el viento. Sangre, sudor y muchas lágrimas, algunas algo forzadas, me ha costado hacerle captar que la constitución me ampara y que no hay ser humano al que se le deniegue el derecho a pasar una gastroenteritis a solas con su wáter.
Con el cuajo y savoir faire que sólo muchas copas de más otorgan, les ha enfilado una mendrugo de pan, quiero pensar que tierno, a modo de cena improvisada y las ha encamado raudo y veloz para acto seguido caer en coma al otro lado de mi cama. Eran las ocho PM. Como nota a pie de página háganse ustedes cargo de que la puerta de la casa estaba abierta de par en par y todas las luces del salón, cocina americana incluida, encendidas.
Con semejante cascote humano varado a babor no me ha quedado otra que entregarme con pasión y desenfreno a Manuel Jabois y su recopilación de columnas “Irse a Madrid” que ni entre vómitos y otras cosas pierde su lustre.
Ha sido leerle y entrarme unas ganas tremendas de mandar Alemania a freír espárragos y colocarme de percebeira en cualquier ría de bien. Qué gracia la de este chico, qué escribir tan bonito y qué gastroenteritis más agradable me ha hecho pasar. Por eso desde aquí le declaro mi amor perenne. Con El Marido ya ajustaré cuentas mañana. Para abrir boca he confiscado el alijo de aspirinas, paracetamoles y similares; aquí se pasan las resacas a pelo hasta nueva orden.
No sé si se habrán percatado pero estoy intentando incluir el puntoycoma en mi portfolio de signos de puntuación de uso frecuente. Nunca me ha quedado muy clara la razón de existir de este híbrido proscrito por lo que no se extrañen si les ataca desde las yuxtapuestas más inverosímiles.
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