Un grupo de soñadores, liderados por Gloria Verges, llevan 30 años luchando por dar a conocer el mejor cine latinoamericano en uno de los países que mejor cuida su cinematografía, Francia. Cada edición de Rencontres du Cinema Latino-americain es un espectáculo lleno de sorpresas, invitados y mucho cine que se disfruta en las salas del Jean Eustache de Pessac (uno de los mejores cines franceses de arte y ensayo). Para este 30 aniversario del certamen, la pasión de Gloria Verges con el comprometido e ilusionado equipo que la rodea han logrado un verdadero milagro: el pre-estreno mundial del último filme de Ernesto Larraín (la película saldrá en su país el 18 de abril).Y como las fechas se prestan para hablar de pasiones y milagros, qué mejor que el último trabajo del talentoso cineasta que, además, promete llenar las salas y recibir recompensas en un futuro muy próximo. En 1983 la dictadura de Pinochet comenzaba a resquebrajarse y el pueblo, hasta entonces contenido o, mejor dicho, dadas las circunstancias, muerto de miedo, decidió que ya era hora de empezar a rebelarse contra un sistema corrupto y criminal. Las primeras manifestaciones, revueltas y protestas aparecen por aquel año, al mismo tiempo que unas apariciones milagrosas ante un pobre huérfano, Miguel Ángel. Sí, lo que estás pensando es lo que realmente ocurrió…Esta película se podría ver como una primera parte de una excepcional doble sesión alimentada por los dos cineastas chilenos apellidados Larraín, y tras ella, la excepcional No del magistral Pablo completaría un excelente programa. Las dictaduras modernas no dudaron en utilizar todos los medios a su alcance para desviar la mirada de sus sucias maniobras. Algunos políticos prefieren callarse hasta que pase la tempestad, otros eligen la combinación de pan y circo con distracciones que, ni en pleno vuelo de la compañía Península de Almodóvar, alguien podría ser capaz de concebir.Ernesto Larraín sabe situar la cámara a la altura de las circunstancias y de la historia. Si bien los primeros planos, casi en picado, nos sitúan en una posición etérea, la cámara va perdiendo el vuelo, y según avanza la epopeya mística, se acerca más y más al suelo hasta acabar rozándolo. El milagro parece que no era tal y bajamos del cielo azul al suelo polvoriento.
La historia ha creado algunos guiones que, trasladados a la gran pantalla, parecen inverosímiles (el reciente Argo confirma esta idea). El cineasta no sólo se limita a contar la primera parte de esta intriga sino que acompaña al protagonista hasta mucho más allá de lo que imaginamos. Sin ninguna intención maniquea anticlerical, Ernesto Larraín se centra en analizar las debilidades humanas, las flaquezas del alma, las dudas existenciales y los mecanismos, sutilmente sugeridos y, aun así, evidentes, de un poder dispuesto a todo con tal de conservar lo que, por la fuerza y sin ningún escrúpulo, arrebataron al pueblo: su ingenuidad y credulidad.
La reciente cinematografía chilena posee dos inmensas virtudes que la convierten en una de las más interesantes de toda América Latina: cuenta con excelentísimos actores (Patricio Contreras o Catalina Saavedra) y continúa a revisar su pasado, sin tapujos, serena y valiente, para poder construir su futuro.