Revista Cine
A finales de los 80 y principios de los 90 Alfaguara, cuando entonces se arriesgaba, publicó algunos libros de John Hawkes, uno de los autores claves del postmodernismo. Hawkes, después de años de olvido editorial en España, regresa gracias a dos editoriales y a un mismo traductor: Meettok, Libros del Silencio y Jon Bilbao (con sendas traducciones precisas y magníficas).
Al parecer, Hawkes no era amigo de ciertas características de la novela tradicional como el argumento o la trama. Y por eso sus novelas resultan tan extrañas como hipnóticas, tan seductoras como atípicas. Desde luego, a un lector al uso, amante sólo de la presentación, el nudo y el desenlace, no le entusiasmarán.
La pata del escarabajo es un western. Pero un western moderno, con pueblos anclados en otros tiempos, con el clásico sheriff, con personajes polvorientos que van a caballo, pero también con bandas de motoristas (Los Diablos Rojos) que juraría que son un antecedente claro de las hordas de moteros de Mad Max, pues el autor escribió este texto en los años 50. Por el libro pululan personajes que aún siguen pendientes del pasado. Da igual lo que os cuente acerca de la casi inexistente trama, que describe acciones y personajes; lo que importa, en Hawkes, es que sus libros garantizan una prosa exquisita, muy trabajada, que a veces recuerda a algunas novelas de Cormac McCarthy (La pata del escarabajo, en algunas descripciones, me hizo evocar Meridiano de sangre, la obra maestra de McCarthy). Son novelas que se leen por puro placer, recreándose en los mundos que describe el autor: a medio camino entre la prosa poética y la pesadilla apocalíptica.
Hawkes toma los géneros clásicos y los pervierte, les da la vuelta, los convierte en otra cosa. Y los parodia. En este libro, la hipérbole es el método para ejercer la parodia. Véase la historia y descripción de la cazuela de Ma, que lleva años hirviendo, al fuego, sin que la mujer permita que se apague, y en cuyas paredes se han incrustado “estratos y estratos de grasa carbonizada, mineralizada”… Volviendo a los motoristas y a su conexión con las pandas de Mad Max y sus secuelas, baste esta descripción de una criatura de pesadilla, en este libro perturbador e inclasificable:
La criatura la miró. Estaba hecha de cuero. Correas, hebillas negras y algo parecido a un tubo de respiración cubrían un rostro desprovisto de pelo, enfundado en piel de aligator, tan pequeño como el de Lou. Poseía la misma estructura que una pelota de béisbol: capas sucesivas sobre un pequeño núcleo de goma. Las gafas de motorista habían sido reemplazadas por unos lentes ahumados que, junto con el atuendo de cuero, lo dotaban de una apariencia malévola y excesiva.
[Traducción de Jon Bilbao]