Zagreb, 13 de mayo de 1990, la violencia se apoderaba del deporte, una vez más los grandes focos de un estadio sirvieron de escenario al odio y el nacionalismo.
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En el encuentro que enfrentaban a los equipos del Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado se vivieron uno de los momentos más tensos de la historia del deporte y es que lo que para Boban fue un acto de justicia social sería uno de los desencadenantes de una guerra que se cobraría 145.000 vidas.
La patada que valió una guerra: incidentes de Zagreb
Croacia y Serbia eran las dos principales repúblicas de la antigua Yugoslavia, aquel país comunista atípico y neutral, gobernado con mano de hierro por el mariscal Broz Tito hasta su muerte en 1980 estaba formado por seis repúblicas y cinco nacionalidades, además de las ya nombradas la SFR Yugoslavia la conformaban Eslovenia, Macedonia, Bosnia y Herzegovina y Montenegro y tres religiones: católica, ortodoxa y musulmana. Algunas voces del nacionalismo croata incitaban al odio a través de las diferencias étnico-culturales y religiosas, añadían que Croacia, un país europeo y católico vivía secuestrado de un país ortodoxo y bizantino.
A la muerte de Tito, los Estados Unidos habían puesto su interés comercial en Yugoslavia, lo que había facilitado el acceso al capitalismo y que permitió que las regiones de Croacia y Eslovenia se enriquecieran fruto del comercio y la industrialización y que sintieran que su economía tenía un crecimiento por debajo de los esperado por las rémoras que representaban las estériles economía de las repúblicas meridionales de Montenegro y Macedonia, mientras que las clases serbias con mayor poder adquisitivo pensaban que el gobierno beneficiaba a los albanokosovares por lo que pronto se vería mermada las aportaciones al Fondo Común de Yugoslavia.
Hasta entonces la vida en la antigua SFR Yugoslavia parecía funcionar sin mayores problemas, sin embargo, a la muerte de Tito se unió el viraje político y el auge de los nacionalismos yugoslavos a esto se sumaba los intereses de la mayoría étnica serbia representada por S. Milosevic que pretendió la centralización yugoslava en el proyecto de una gran nación Serbia. El movimiento nacionalista croata obtuvo la victoria en abril de 1990 tras el fracaso de la XIV Liga de los Comunistas Yugoslavos, estos pretendían impulsar un proyecto de confederación yugoslava. Milosevic por su parte pretendía por todos los medios que el Partido Comunista conservara el poder en la totalidad del territorio yugoslavo por lo que pretendió convocar unas nuevas elecciones en la que el valor de cada hombre fuera el de un voto aprovechando la mayoría étnica serbia. Las manifestaciones de ambas facciones se habían saldado con víctimas mortales que no eran sino un síntoma más de la gangrena que consumía cada una de las extremidades de la malograda Yugoslavia.
Una semana antes del partido había tenido lugar las elecciones croatas y la crispación social invadía todos los ámbitos de la vida cotidiana y es que el nuevo gobierno del HDZ (Hrvatska Demokratska Zejednika) representaba un peligro para los intereses paneslavos de Serbia. La prensa pro-Serbia tomaron los resultados con cierto recelo y publicaron en la prensa artículos que incitaban al odio entre ambas etnias.
Tudman, el líder nacionalista croata del HDZ fue amenazado de muerte en los cánticos de ultras serbios que subían al tren al son del cántico “od topole”, surgido como canto nacionalista serbio contrario a la ocupación turca y utilizado en la Guerra de los Balcanes como canción patriótica, que los llevaría hasta Zagreb para acudir a un partido que, si bien siempre fue de alta tensión por la máxima rivalidad entre dos de los clubes, en esta ocasión se sobrepasarían unos límites provocados por la tensión política entre ambas naciones. En los aledaños del estadio se habían producido incidentes entre los grupos ultras de los dos equipos. Sin embargo, los ultras de Delije Seber (grupo ultra del Estrella Roja de Belgrado que posteriormente conformarían el grupo paramilitar los Tigres de Arkan) en la zona del estadio que se les había asignado comenzaron a provocar destrozos y a lanzar asientos contra el resto de aficionados al grito de “Zagreb je Srbija” (Zagreb es Serbia) y “ubicémo Tudmana” (mataremos a Tudman). Los croatas por su parte acudieron al estadio cargados de piedras y comenzaron a quemar banderas yugoslavas a la vez que alzaban la “Trobojnika” (tricolor).
A la media hora del comienzo de los incidentes los BBB (Bad Blue Boys), ultras del Dinamo de Zagreb invadieron el campo y la policía intervino con gas lacrimógeno e intentaron inmovilizar a los invasores, ante la mirada de veinte mil personas que acudieron al Stadion Maksimir cuando Boban, quien llegara a ser posteriormente capitán del A.C. Milán de Italia, intervino con una patada voladora para ayudar a un ultra croata que estaba siendo atacado por la policía, fue ese el momento que desencadenaba la guerra de Croacia para muchos de los aficionados que acudieron aquel día al campo de fútbol.
Boban diría tiempo después:
“Ahí estaba yo, una cara pública, dispuesto a arriesgar mi carrera, todo lo que la fama puede comprar, por un ideal, por una causa: la causa croata”
Ese maldito 13 de mayo, no se jugó en Zagreb un solo minuto de fútbol, tiempo después autoridades del deporte yugoslavo admitieron que ese partido jamás debió haberse organizado, debido a la tensión política y social que vivían ambas naciones en tal momento. Los incidentes de aquel día dejaron más de 70 heridos por arma blanca e intoxicación por inhalación de humo. Sin embargo, este sería el entrante de una guerra que comenzaría en marzo del año siguiente y que se extendió por más de 4 años que acabaría con la muerte de 145.000 personas.
Autor: Fernando Torres Lara para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
- Boban, y la patada que originó el fin de Yugoslavia – Libertad Digital 11/08/2013.
- La derecha nacionalista triunfó en las elecciones de Croacia – El País 25/04/1990.
Yugoslavia, de la grada a la trinchera – de Nacho Carretero en jotdown.es.
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