La Patrulla-X: No Más Humanos es, ante todo, una novela gráfica muy a tener en cuenta por el fandom en general. Y la razón es muy simple: Panini Comics -y muchas otras editoriales del mundo- ha hecho lo indecible por traernos esta historia como si de un estreno mundial se tratase. Eso significa que nosotros hemos podido disfrutarla a la vez que los lectores norteamericanos, algo que hoy en día es prácticamente un lujo. En el mundo globalizado en el que vivimos, los seguidores de cómic (o series de TV, o cine) devoramos ficción bajo la constante sombra del spoiler, pues el producto que consumimos suele llegar traducido a nuestra lengua con un retraso de varios meses.
Al igual que ha ocurrido con el fenómeno del fansub -que los propios espectadores subtitulen las series para deleite de muchos otros- o con la piratería en la música, la industria del cómic americano ha tenido que reinventarse durante los últimos años, acotando al mínimo la diferencia entre la fecha de salida de un cómic en los Estados Unidos y el mismo estreno en los demás países. Sin embargo, conviene reflexionar sobre el caso que nos ocupa, ya que Marvel ha puesto todo su empeño en planificar un trabajo que tuviera la antelación suficiente para ser distribuido a nivel mundial. ¿Estamos ante un simple hecho anecdótico, o puede que esto llegue a implementarse en un futuro no tan lejano?
Centrados en materia, No Más Humanos es un tomo muy disfrutable, con sus altos, pero también con sus bajos. En este análisis evitaremos cualquier referencia al contenido de la trama (spoilers), pues entendemos que al ser una historia auto conclusiva -sin posibilidad de secuelas- el factor sorpresa debe preservarse. Además, cabe advertir que este tomo está ubicado cronológicamente tras El Juicio de Jean Grey. Es decir, sigue la cronología americana (es la parte negativa de hacer un estreno mundial). Por ello, no veremos por aquí al joven Scott Summers, y sí a Rondador Nocturno. Si queréis saber más, miraos el crossover El Juicio de Jean Grey y la serie La Asombrosa Patrulla-X, respectivamente.
Al leer el título de esta obra es inevitable no rememorar la frase con la que Wanda Maximoff cerraba Dinastía de M: “No más mutantes”. La historia que Mike Carey (X-Men Legacy, Ultimate Fantastic Four) nos narra tiene ciertas reminiscencias de la citada Dinastía de M, aunque propone una premisa tan evocadora y potente que acaba por resultar demasiado grande para proporcionar un final satisfactorio. La premisa habla por sí sola: De la noche a la mañana, toda la humanidad (entiéndase, homo sapiens) desaparece de la Tierra, dejando a los mutantes como la especie dominante.
Como decimos, Carey capta nuestra atención con un arranque inmejorable, y lo hace bajo la óptica de las dos facciones mutantes que ahora mismo mantienen su enemistad en las series regulares de Marvel: Los X-Men de Lobezno y la Imposible Patrulla-X de Cíclope. Es genial cómo estructura el guionista los debates morales que surgen de tamaño acontecimiento. ¿Deben los mutantes buscar al responsable de esto, o aceptan su nuevo papel como especie reina? ¿Y si encuentran la manera de subsanar la situación, lo harán? Los polos opuestos que son ahora Lobezno y Cíclope chocan en un conflicto que no solo es blanco y negro, sino que presenta capas y matices. La opinión de Tormenta, de Magneto, de Bestia… todo confluye en un coro de voces únicas a las que Mike Carey consigue dotar cada una con su particular timbre.
Se agradece también la elección del villano. El responsable de todo este desastre no es otro que Asuelo, el hijo venido del futuro de Lobezno y Mística -tranquilos, que esto poco tiene de spoiler, ya que se nos muestra desde la primera viñeta-. Y digo “se agradece” por que refuerza el sentimiento de cohesión del Universo Marvel. Los X-Men han vivido recientemente la Batalla del Átomo, la saga donde se presenta a Asuelo, y el hecho de que Carey lo recupere para esta historia dota a la misma de cierta sensación de frescura.
La trama avanza a buen ritmo, es ágil, contundente y los personajes tienen una caracterización prácticamente perfecta. Todo ello, sin embargo, empieza a diluirse cuando entran en escena las múltiples realidades de mutantes. Esta idea, aunque muy usada, tiene un potencial casi infinito. Y, por desgracia, Carey la desaprovecha. La oportunidad de ver decenas de mundos paralelos, con las consiguientes diferencias entre todos ellos acaba por escapar al control del guionista, quien tenía faena al usar a tantísimos mutantes antes de este hecho. Y es que ese es quizá el gran problema de la obra, que el plantel de personajes es absolutamente descomunal. Y en momentos esto juega a favor de Carey, no lo niego, pero hay muchos personajes -demasiados- que tendrían mucho que decir y no llenan más que una sola viñeta. Son los casos por ejemplo de la Bruja Escarlata, de quien sería interesante ver su punto de vista debido al “no más mutantes”, y el de Kitty Pride. Kitty, que pese a ser la líder de la Nueva Patrulla-X, ni siquiera tiene silla en la mesa de reuniones que mantienen los Hombres-X (y Gambito sí la tiene. Ciertamente desconcertante).
El punto más criticado de esta novela gráfica es el cómo llega a resolverse este embrollo. Que finalmente los X-Men se unan contra Asuelo y su Hermandad de mutantes no tiene por qué sorprender a nadie. Y además, cabía esperar cierta “ida de olla” para deshacer la citada desaparición de la humanidad -ya que, al ser una novela gráfica, se presupone que es una historia sin demasiada repercusión en las cabeceras regulares-. El problema es que la mentada “ida de olla” está cogida con pinzas. Tildado por algunos como un Deus Ex Machina, la resolución del conflicto no llega a tanto, pero poco le falta. Y digo que no es un Deus Ex Machina porque ya se planta la semilla -aunque brevemente- de que algo así puede pasar. De hecho, es justo entonces cuando se entiende por qué Carey se complicó la vida al traer a tantos mutantes de tierras alternativas. Y cierto mérito tiene Carey, aún con este final, ya que consigue envolverlo de un discurso tan propio de quien lo pronuncia que hasta nos hace rememorar sagas icónicas pasadas. Humo para encubrir sus errores, sin duda, pero un buen empleo de ese humo; “Teatralidad y engaño, poderosas armas para el no iniciado”, que dirían en Batman Begins.
Sobre el dibujante Salvador Larroca (X-treme X-Men) no puedo más que quitarme el sobrero. Y me lo quito con gusto porque la calidad artística de la obra es muy, pero que muy buena. Más aun teniendo en cuenta lo que el propio Larroca comenta en los extras que acompañan al tomo; que debido a la salida simultánea en todo el mundo de No Más Humanos tuvo que ponerse las pilas y no pudo dedicar tanto tiempo a ciertas páginas como a él le habría gustado. Y no os engaño, en alguna página -más hacia el final- pueden intuirse las prisas, pero no de manera excesiva. Para mí, este es de largo el mejor trabajo del artista valenciano.
La novela gráfica cuenta también con una entrevista a guionista y dibujante, y muchos bocetos adicionales antes y después de los retoques finales. No Más Humanos es el postre ideal para aquellos que acaben de ver X-Men: Días del Futuro Pasado y busquen ávidos una historia de los X-Men colorida, entretenida y que cuente con la práctica totalidad del universo mutante. Y los lápices de Larroca van a ser muy disfrutados. Esa Times Square en ruinas, esa “Jean Grey” con una perspectiva desde abajo… de lo mejor. Y sino, ya me diréis.