Emma Goldman nació el 27 de junio de 1869 en Kaunas, en la actual Lituania, por aquel entonces territorio del Imperio Ruso. Emma era fruto del segundo matrimonio de su madre, Taube Bienowitch, que formaba parte de una comunidad de judíos ortodoxos. Taube había tenido dos hijas, Helena y Lena, con su primer marido, quien falleció de tuberculosis. Con su segundo marido, Abraham Goldman, tuvo cuatro hijos, una chica, Emma, y tres chicos, Luis, que falleció siendo un niño, Herman y Moshe. La infancia de Emma se vio oscurecida por la violencia que su padre ejercía sobre ella y sus hermanos. La pequeña se refugió en su medio hermana Helena, con quien siempre mantuvo una estrecha relación. Abraham Goldman dilapidó el dinero que Taube había heredado de su primer marido en un sinfín de negocios que nunca fructificaron. La familia Goldman vivió en distintas ciudades del Imperio Ruso buscando encontrar una vida mejor.
En Königsberg, la pequeña Emma de siete años, empezó a estudiar en una escuela estatal donde sufrió el maltrato de algunos profesores y el acoso y abuso de otros. A pesar de su corta edad, Emma se enfrentó a ellos y empezó a mostrar su carácter rebelde y contestatario. A pesar de las dificultades, Emma quería estudiar, pero las penurias económicas de su familia le impidieron continuar en la escuela.
En San Petersburgo, Abraham abrió un negocio que tampoco funcionó y los miembros de la familia Goldman tuvieron que trabajar duro para salir adelante, por lo que la escuela quedó relegada a un segundo plano. Con la imposibilidad de acudir a ningún colegio, Emma empezó pronto a buscar la manera de aprender de manera autodidacta. Mientras tanto, su padre se empeñaba en encontrarle un marido cuando era una jovencita de apenas quince años. En aquella época, Emma sufrió el acoso de un pretendiente que definió como un "contacto violento". Algunos estudiosos aseguran que fue una violación pero, fuera lo que fuese, marcó para siempre la imagen de Emma respecto a las relaciones físicas entre un hombre y una mujer.
Poco después, en 1885, Emma, acompañada de su hermana Helena, se marchó a los Estados Unidos, donde su otra hermana, Lena, hacía un tiempo que se había instalado en la ciudad de Rochester. Las chicas vivieron un tiempo con Lena y su marido. Emma había marchado de Europa buscando una vida mejor pero lo que encontró no fue menos desalentador. Contratada como costurera, trabajaba más de diez horas diarias por un sueldo mísero. De nada le sirvieron sus quejas a los patronos y decidió probar suerte en una tienda. Allí conoció al que se convertiría pronto en su marido, Jacob Kershner. El matrimonio duró muy poco, no superó el año, y supuso el rechazo de su familia. Sus padres, que también había viajado a América, la obligaron a dejar Rochester y tuvo que buscar una nueva oportunidad en Nueva York.
Con una máquina de coser y cinco dólares, Emma Goldman llegó a su nuevo destino donde conocería a los principales líderes anarquistas del momento. Entre ellos, Alexander Berkman, con quien mantendría durante mucho tiempo una relación. Hacía mucho tiempo que Emma se había acercado a las ideas reivindicativas del movimiento obrero. Fue durante la vaga en una planta de acero de Pensilvania donde entró en contacto con la lucha activa de los trabajadores. Corría el año 1892 y ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con la dirección de la fábrica, Alexander Berkman decidió atentar contra su gerente. Un intento de asesinato que no fructificó y que supuso la condena de Berkman a veinte años de cárcel. La policía creía que su compañera había formado parte del atentado pero no encontraron pruebas concluyentes que la involucraran.
Al año siguiente, Emma empezó a dar discursos en público defendiendo a los trabajadores. Sus discursos aglutinaban a miles de personas por lo que las autoridades empezaron a verla como una agitadora social peligrosa. En 1916 fue arrestada en Filadelfia acusada de incitar a la revuelta. Mientras esperaba ser juzgada, la periodista Nellie Bly la entrevistó para el New York World. Condenada a un año de prisión en Roosevelt Island, Emma aprovechó su reclusión para estudiar medicina y sumergirse en la lectura de intelectuales y pensadores como el defensor de los derechos femeninos, John Stuart Mill.
Una vez fuera de la prisión, mientras intentaba ganarse la vida como doctora especializada en obstetricia, la fama de Emma crecía como la espuma. En los meses siguientes no paró de dar conferencias defendiendo los ideales anarquistas que la llevaron a viajar a Europa donde participó en el Congreso Internacional Anarquista de París.
En 1906, Emma impulsó la creación de una publicación propia, Mother Earth, en la que dio voz a las ideas más radicales del momento. Cuando pocos meses después Alexander Berkman salía de prisión, se unió al proyecto de Emma, quien continuó con sus giras por todo el país defendiendo el anarquismo.
Emma se unió a Margaret Sanger en la defensa de la utilización de los métodos anticonceptivos y la posibilidad de controlar la maternidad. En 1916 fue detenida y encarcelada por difundir las ideas de Sanger, que en aquellos años eran escandalosas e ilegales. Al año siguiente volvió a ser encarcelada por defender otra causa distinta, la de la oposición a la guerra. Poco después de ser liberada, en 1919, Emma y Alexander fueron deportados de los Estados Unidos. La pareja llegó a Europa a principios de 1920 y se sumergieron de lleno en la Rusia bolchevique. Al principio, Emma veía con buenos ojos la revolución pero pronto se dio cuenta que las desigualdades no habían desaparecido, se habían transformado.
En los años siguientes, instalada con Alexander en Berlín, Emma escribió una serie de artículos sobre la Rusia revolucionaria para el New York World que se convertirían posteriormente en dos libros, Mi desilusión con Rusia y Mi posterior desilusión con Rusia. Mientras que Alexander se quedó en Berlín para ayudar a los exiliados rusos, Emma viajó a Inglaterra donde en 1925 se casó con James Colton par conseguir la nacionalidad británica y evitar la deportación. En 1927 se trasladó a vivir a Canadá donde empezó a escribir su autobiografía que continuó en la ciudad francesa de Saint-Tropez con la ayuda económica de algunos admiradores, entre ellos la coleccionista Peggy Guggenheim.
Tras la publicación de Viviendo mi vida, Emma regresó a los Estados Unidos con la condición de que sólo podría hablar en público de su obra autobiográfica y volvió a instalarse en Canadá viajando a menudo a Saint-Tropez. Fue en esta ciudad francesa donde Emma celebró su sesenta y siete cumpleaños y donde recibió la noticia de la muerte de Alexander Berkman en Niza donde se había suicidado.
Emma junto a Alenxarder
Con el estallido de la Guerra Civil Española, aún tuvo fuerzas para viajar a la Península y entrar en contacto con las organizaciones anarquistas como la Confederación Nacional del Trabajo y la Federación Anarquista Ibérica.En 1939 regresó a Canadá donde fallecería pocos meses después, el 14 de mayo de 1940, después de sufrir un derrame cerebral. El cuerpo de Emma regresó a los Estados Unidos para descansar para siempre en el país que la vio erigirse como una defensora a ultranza del anarquismo y donde su fuerza y determinación la llevaron a ser conocida como "la mujer más peligrosa de América".